Los inversionistas responsables buscan ganar la batalla por la sustentabilidad
Los inversores que adcriben a los Principios de Inversión Responsable (PRI) siguen dando batalla para lograr que las empresas no pierdan de vista los objetivos ambientales, sociales y de gobernanza a la hora de hacer negocios.
Y en muchos casos, lo hacen sentados a la misma mesa de decisión junto a los directivos.
Tomemos un ejemplo. Hay accionistas de ExxonMobil -compañía internacional de petróleo y gas- que son parte de miles de inversionistas que firmaron aquellos Principios de Inversión Responsable. Y tienen el control de 100 billones de dólares en activos de mercado.
Uno de esos accionistas, Engine No. 1 logró tres lugares en el Consejo de Administración de la compañía, lo que significa impulsar un cambio de vista referidos a negocios con mayor sustentabilidad y mejores relaciones de la empresa con la sociedad.
Dicho de otra manera, tanto los inversionistas como las empresas se encuadran en hacer valer aquellos Principios, que fundamentalmente, buscan que las inversiones tengan tres factores: ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG, Environmental, Social and Governance en inglés).
Una economía sustentable es posible
Los PRI define la inversión responsable como una estrategia y práctica para incorporar factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo en las decisiones de inversión y el ejercicio activo de la propiedad.
Este triple impacto acuerda que las empresas promuevan la sustentabilidad; que sean una fuerza positiva en la sociedad, y que las compañías sean «un buen ciudadano».
Está claro que no siempre las empresas muestran este compromiso.
Existe el negacionismo de muchas compañías -en especial, las petroleras- respecto del cambio climático y sus consecuencias. Lo mismo se puede decir del extractivismo, la deforestación, la destrucción de ecosistemas y la biodiversidad, entre otros problemas que deben ser resueltos sin mayores dilaciones.
También está claro que a pesar de todos los estudios al respecto, no se pudo consensuar respecto del beneficio económico, y muchas multinacionales aceptaron estos Principios, desde lo meramente discursivo o formal, porque era políticamente correcto hacerlo.
No obstante, la mayoría de los que empujan la concreción de inversiones sustentables, resaltan los beneficios positivos a largo plazo, la disminución de los riesgos y el acceso a recursos materiales y humanos de calidad.
El camino también se transita por otros andariveles, como los judiciales, cuando todas las instancias se acaban.
Hace pocos días, la Justicia de los Países Bajos, en un fallo inédito, exigió a la empresa Shell que redujera en un 45% sus emisiones de carbono para 2030, en una demanda realizada por organizaciones de la sociedad civil, y poniendo como argumento, precisamente, las consecuencias del calentamiento global en la combustión de fósiles para producir combustibles.
Y otro tanto ocurre con las inversiones de criptomonedas, aunque sea en otro mercado distinto al analizado. Hay una gran cantidad de inversores en monedas virtuales que pretenden que que este sector sea amigable con el ambiente. Se sabe que la minería de las cripto consumen mucha energía. Bastó un tuit de Elon Musk denunciando este aspecto, para que las bistcoin se desplomaran.
Los inversores buscan proyectos que reduzcan la producción de emisiones de carbono, que se focalicen en el cuidado de los recursos naturales, en obras e iniciativas benéficas a la sociedad; que promuevan la igualdad de género, la protección a minorías y la remuneración justa en las relaciones laborales, así como las buenas prácticas de Gobierno Corporativo.
Aunque parezcan ir por lugares diferentes, en realidad, todos estos aspectos concluyen a un mismo cambio de paradigma. Aunque por el momento, el negacionismo conservador parezca ir ganando la batalla.