El plan del agro para adoptar prácticas sostenibles y mitigar el calentamiento global
Se puso en marcha un proyecto para medir el stock de carbono en el suelo de diversos sistemas productivos del país . ¿Para qué sirve?
La degradación de tierras es uno de los mayores problemas ambientales que afecta a la Argentina y conlleva fuertes consecuencias socio-económicas.
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e hecho, más del 8 % del territorio cubierto por zonas secas del país se encuentra afectado por desertificación que, en muchos casos, es causada principalmente por el manejo ganadero y agrícola inapropiado, como así también la sobreexplotación forestal, e implica la pérdida de la biodiversidad y la degradación de los suelos.
Esto se torna más preocupante si se tiene en cuenta que el suelo argentino almacena el 2% de la reserva mundial de carbono orgánico (COS), que se encuentra en los primeros 30 centímetros de profundidad.
Se trata de un elemento considerado fundamental para la fertilidad y salud del suelo, además de para los servicios ecosistémicos, como la producción de alimentos. Su preservación y restauración es esencial para el desarrollo sostenible.
Y capturar el stock de carbono en los suelos puede ser una solución natural para mitigar los efectos del cambio climático.
Mirada oficial sobre adoptar prácticas sostenibles en el agro
Así surge de un estudio oficial elaborado en forma conjunta por un equipo de investigación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA); la Secretaría de Agricultura de la Nación y las organizaciones agro empresarias Aapresid y CREA y a partir del cual se elaboró un mapa mediante el cual se busca conocer y comprender la distribución espacial de este elemento necesario para el diseño de estrategias de conservación de suelos.
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Para elaborar el mapa se usaron técnicas de cartografía digital de suelos para estudiar la relación entre los datos medidos en 5.400 sitios y 40 variables climáticas, topográficas, edáficas y de la vegetación para generar un modelo de predicción que permite estimar la reserva de COS en los lugares no medidos y obtener un mapa de escala nacional.
De acuerdo al informe, el carbono orgánico posee un gran potencial para modificar el balance de CO2 del país y contribuir a la mitigación del cambio climático a escala global y es la base fundamental para el desarrollo de una agricultura sustentable, debido a que es el principal indicador de la calidad del suelo y su potencial productivo. “Debido a que el uso agrícola modifica las propiedades que posee el suelo (físicas, químicas y biológicas), conocer y comprender la distribución espacial del carbono es indispensable para el diseño de estrategias de conservación, en línea con la necesidad de continuar con la producción de alimentos para una población mundial en franco aumento”, se señala en la investigación que data del 2023.
A partir de dicho trabajo, se pudo estimar que los suelos argentinos almacenan 13.300 millones de toneladas de carbono orgánico en los primeros 30 centímetros de profundidad, cifra que representa aproximadamente el 2 % de la reserva mundial de carbono orgánico estimada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, según sus cifras en inglés).
Teniendo en cuenta la gran importancia que posee este elemento a escala mundial, se elaboran informes como el del INTA con el objetivo de estimar y mapear las reservas que quedan y su potencial de cambio para secuestrar carbono con mayor precisión y en resoluciones espaciales más finas y extensiones geográficas más grandes.
La investigación local recopiló información de alrededor de 5.400 muestras de suelo de todo el territorio nacional, procesada por diferentes proyectos de investigación entre 2015 y 2022.
Según sus autores, el trabajo proporciona una línea de base para desarrollar los esquemas de comercio de bonos de carbono y puede ayudar a identificar y priorizar ubicaciones potenciales para proyectos de secuestro de carbono basados en el suelo.
Mapeo de reservas en la agricultura
Es más, sigue el concepto global de que los suelos y la agricultura pueden representar al mismo tiempo soluciones para problemas globales, como el cambio climático y la falta de seguridad alimentaria y así conservar e incrementar la reserva de carbono orgánico.
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En este sentido, la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación adoptó el mapeo de las reservas de COS como uno de los indicadores para estimar el área de tierras degradadas en el contexto de monitorear la meta de alcanzar la neutralidad en la degradación de las tierras hacia el 2030.
Con este panorama y teniendo en cuenta su participación en la elaboración del mapa, desde CREA se unieron a dos empresas importantes como son Arcor y UPL.
La primera es la mayor productora mundial de golosinas; la principal fabricante de alimentos de Argentina y el mayor exportador de golosinas local así como también de Chile y Perú constituyendo una de las empresas líderes de galletas, alfajores y cereales en toda América Latina en conjunto con Bagley Latinoamérica S.A.
Es el grupo argentino con mayor cantidad de mercados abiertos en el mundo produciendo tres millones de kilos de productos por día; tiene oficinas comerciales en cuatro continentes, posee más de 45 plantas en Latinoamérica y un establecimiento industrial en África, Angola, empleando a más de 20.000 personas y exportando a más de 100 países en los cinco continentes.
En el caso de UPL es considerada la quinta compañía más grande del mundo en protección de cultivos; primera en el mercado global de biosoluciones, con presencia comercial en 140 países y lidera el desarrollo de patentes innovadoras que atienden las problemáticas actuales y futuras de la agricultura.
En cuanto a CREA, es una asociación civil sin fines de lucro integrada y dirigida por empresarios agropecuarios que se reúnen en grupos para optimizar los resultados de sus organizaciones a través del intercambio de conocimientos, ideas y experiencias.
Su objetivo es asegurar y potenciar el buen funcionamiento de los grupos CREA para que las empresas que los integran sean económicamente rentables y sustentables en el tiempo.
Plan a largo plazo
De manera conjunta, pusieron en marcha un proyecto que busca medir el stock de carbono en el suelo de diversos sistemas productivos del país similar al elaborado por el INTA y la Secretaría de Agricultura el año pasado.
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Si bien la iniciativa tiene dos años de duración, se espera que los estudios continúen en el futuro, en el entendimiento de que la evaluación de cambios en el carbono del suelo a partir de modificaciones en el uso y en el manejo requiere de registros a muy largo plazo.
El inicio de los trabajos tendientes a validar un protocolo de muestreo del suelo junto a técnicos de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) se dio en este 2024 y se extenderán hasta 2025 con el objetivo de identificar y evaluar estrategias de manejo que contribuyan a incrementar el carbono del suelo y a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en la producción primaria para lograr una mayor sostenibilidad del sistema.
El proceso contempla dos etapas de trabajo siendo que durante la primera fase se pondrá foco en la cuantificación del stock de carbono de suelo de los diferentes sistemas de producción para validar un protocolo adaptado que resulte útil para productores y técnicos.
En la segunda se llevará a cabo una evaluación de alternativas de manejo que está destinada a mejorar la captación de carbono sin disminuir la producción y a determinar la huella de carbono de las distintas actividades agropecuarias.
Medir “el stock”
La iniciativa fue bautizada como “Carbono en los sistemas agropecuarios” y es liderada por Luís Arias Usandivaras, quien considera que uno de sus principales aportes del proyecto consiste en generar conocimiento acerca de producciones y zonas extra pampeanas que no han sido contempladas en otros trabajos donde se analiza esta temática.
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El experto detalló que las acciones comprenden gran parte de las actividades que se realizan en establecimientos de los grupos CREA en distintas regiones del país.
En el caso de la zona pampeana se estudiarán las áreas destinadas a la producción de granos (maíz, trigo y soja), leche y carne, en especial los sistemas de ciclo completo.
En las regiones NEA y NOA se hará foco en los sistemas silvopastoriles (que integran actividades forestales y ganaderas), así como en caña de azúcar y cítricos. Por último, en la región Cuyo se evaluarán las producciones de tomate, de vid y de frutos de carozo.
Al respecto, Arias Usandivaras aclaró que en estas producciones “vamos a hacer mediciones del stock de carbono presente en el suelo, para lo cual se está terminando de validar un protocolo de muestreo, en conjunto con Aapresid, a partir de lo cual se establecerán las líneas de base del carbono actual disponible en el suelo”.
Protocolo de muestreo
De acuerdo a los autores de la muestra, este tipo de protocolo, basado en estándares internacionales, pretende proporcionar metodologías de base para evaluar los cambios en el carbono del suelo de proyectos agrícolas que adoptan prácticas de manejo sostenible.
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Según se detalla en el informe “la definición de estrategias de mitigación y su evaluación requiere contar con protocolos de monitoreo, reporte y verificación (MRV) estandarizados, confiables, rentables y de fácil aplicación para medir cambios en el carbono del suelo”.
Además, estos protocolos deben ser aplicables a diferentes sistemas agrícolas; su adopción permitirá contar con análisis cuantitativamente más robustos.
En este marco, se comenzaron a realizar los primeros muestreos de suelo en sitios dedicados a las producciones de carne y de granos en la región pampeana, en particular en el sur de Santa Fe y en el norte de la provincia de Buenos Aires.
También se realizaron muestreos en el NEA, en Corrientes y en todos los casos, los establecimientos involucrados son miembros CREA o pertenecen a productores que están vinculados con Arcor y con UPL.
Como objetivo inicial se busca variar el protocolo de muestreo de suelo, que también va a servir para determinar los stocks de carbono en estas producciones, sobre las cuales hace falta generar más información.
De manera paralela, se están por empezar a realizar los cálculos para medir la huella de carbono en diferentes casos, donde se pone a prueba el protocolo de muestreo de suelo para evaluar las emisiones de gases de efecto invernadero y la huella de carbono en las distintas producciones, y así estimar cómo impactan las diferentes estrategias de manejo.
Impacto en la huella del agro
Además de los cambios en el carbono del suelo, los responsables del proyecto consideran necesario evaluar otros procesos que influyen en las emisiones de GEI, como los residuos de cosecha, el uso de fertilizantes y otros insumos.
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Con estas estimaciones, sumadas a los datos de producción (de granos, fruta, madera, carne y leche) se podrá estimar la huella de carbono de cada sistema productivo.
Además, la herramienta permitirá cuantificar las emisiones o absorciones de GEI de las producciones agropecuarias seleccionadas, considerando las que se producen “desde la cuna a la tranquera” o correspondientes al proceso de producción primaria, desde su inicio hasta que salen del establecimiento rumbo a la industria.
Las estimaciones se realizan a escala de lote aunque, en las producciones ganaderas de carne y leche, se involucran a los establecimientos completos, porque los animales rotan entre distintos potreros. Además, para cada producción se tendrán en cuenta distintos tipos de empresas, desde un caso modal y hasta otros casos de vanguardia.
En este sentido, Arias Usandivaras explicó que “la idea es tener contrastes, desde un productor estándar, con nivel de fertilización promedio, por ejemplo, y otros de vanguardia, conformados por empresas que tienden a usar insumos o tecnologías más modernas y con mayores rendimientos”.
De igual manera, los cálculos de huella de carbono serán utilizados para evaluar prácticas de manejo en cada sistema productivo y recomendar, en el futuro, estrategias ambientales y productivas sostenibles.
El agro como solución
Los líderes del proyecto entienden que el estudio va en línea con los desafíos planteados en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2015 (COP21), que se celebró en París y en donde se dio a conocer el proyecto “4 por mil: Suelos para la Seguridad Alimentaria y el Clima”.
El propósito de esta iniciativa es aumentar 0.4% por año los contenidos globales de materia orgánica del suelo, como compensación por las emisiones de gases de efecto invernadero.
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A partir de ese anuncio, se generó la necesidad de evaluar la factibilidad de incrementar los contenidos de carbono en suelos productivos y naturales de distintos países, entre ellos, la Argentina.
Para avanzar en esa línea, los impulsores del proyecto de CREA, Arcor y UPL buscan determinar cómo el agro puede contribuir a esa meta, teniendo en cuenta diversos factores que condicionan la captación de carbono en suelos dedicados a la producción, como los tipos de suelo, su diferentes usos y manejos.
En sus bases, la iniciativa hace referencia a que, según estudios globales, existe un mayor potencial de secuestro de carbono en suelos agrícolas con bajo nivel inicial de carbono, antes que en pastizales que ya tienen un alto stock de carbono orgánico del suelo inicial.
Teniendo en cuenta esa afirmación, uno de los objetivos es evaluar su correlación con los estudios realizados en Argentina y valorar el rol que puede tener en la agricultura en el contexto de cambio climático, como parte de la solución.