¿Menos energía renovable? Trump cambia el rumbo energético de Estados Unidos
Con una serie de órdenes ejecutivas y propuestas presupuestarias, la administración del presidente norteamericano apuesta por reimpulsar los combustibles fósiles.
Como lo anticipó en su asunción, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dio un giro drástico a la política energética del país.
Con una serie de órdenes ejecutivas y propuestas presupuestarias, su administración apuesta por reimpulsar los combustibles fósiles, desregulando el sector energético y recortando severamente los recursos destinados a la protección ambiental y el desarrollo de energías renovables.
El 8 de abril, Trump firmó una orden ejecutiva rodeado de trabajadores del carbón. No fue una puesta en escena casual: la medida estaba destinada a beneficiar directamente a esa industria, una de las más apoyadas por el mandatario. Desde su regreso a la Casa Blanca, declaró la Emergencia Nacional Energética, con el objetivo de “liberar” la producción energética del país, priorizando gas, petróleo y carbón.
Una de sus acciones más agresivas llegó el 9 de abril con la orden “Cero regulaciones para liberar la energía estadounidense”, que instruyó a diez agencias federales a eliminar en menos de un año la mayoría de las regulaciones energéticas vigentes.
Menos presupuestó para energías «verdes»
Además, la Casa Blanca propuso para 2026 un recorte del 55% al presupuesto de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), que podría pasar de 9.100 millones a apenas 4.200 millones de dólares, el nivel más bajo en cuatro décadas. En paralelo, la EPA canceló dos de los tres programas del llamado “banco verde”, que contaban con fondos por USD 20.000 millones, y puso en revisión el histórico programa Energy Star, que identifica productos eficientes energéticamente.
También se eliminaron incentivos para energías renovables, como los biocombustibles celulósicos. Otras medidas anunciadas por el Departamento de Energía borran obligaciones de reportes sobre emisiones de gases de efecto invernadero y estándares de eficiencia en electrodomésticos. Microondas, lavavajillas y hornos convencionales ya no tendrán que cumplir criterios mínimos de consumo energético o de agua.
La narrativa oficial es clara: el país necesita recuperar la independencia energética y reducir trabas para las empresas. Sin embargo, expertos como Marina Domingues, vicepresidenta de Rystad Energy, advierten que, aunque la retórica ha cambiado, el despliegue de energías renovables continuará por motivos prácticos, como su rápida implementación en la red eléctrica. “No será por razones ambientales, sino por su utilidad inmediata”, sostuvo.
Uno de los puntos más polémicos es el intento de revivir la industria del carbón. Trump ha destinado más de USD 200.000 millones a salvar plantas en decadencia y pidió revisar regulaciones que apuntaban a su cierre. Pero incluso desde el sector energético hay escepticismo. “Son proyectos costosos, lentos y el mercado no está respondiendo”, afirmó Domingues, que considera que si se refuerza la energía térmica, será más por el gas natural que por el carbón.
El cambio de rumbo energético tiene implicancias globales. La creciente demanda de energía en sectores como los centros de datos y los vehículos eléctricos presiona sobre los precios del gas natural y otros recursos clave. La eficiencia energética, que había sido central para equilibrar esa demanda, ahora pierde terreno frente a decisiones que priorizan el corto plazo.