Así viven los astronautas a 400 kilómetros de la Tierra: cómo se bañan, cómo entrenan y qué comen
Desde la Estación Espacial Internacional, los astronautas enfrentan la rutina diaria, donde el trabajo científico se mezcla con desafíos únicos.
La Estación Espacial Internacional (EEI), situada a 400 kilómetros sobre la Tierra, alberga en la actualidad a los astronautas Suni Williams y Butch Wilmore, quienes permanecerán en órbita hasta 2025. Aunque su misión inicial contemplaba una estancia breve, problemas con su nave espacial requirió una extensión de su tiempo en el espacio.
A pesar de esta inesperada prolongación, ambos astronautas disfrutan de una vida relativamente cómoda en este laboratorio flotante, un entorno que mezcla lo desconocido con rutinas cotidianas.
Cada día en la EEI comienza a las 6:30, momento en el que los astronautas se despiertan en habitaciones del tamaño de una cabina telefónica. Para dormir, utilizan sacos que, según Nicole Scott, quien pasó más de 100 días en el espacio, son “los mejores sacos de dormir del mundo”. A pesar del espacio limitado, cuentan con computadoras conectadas a Internet, lo que les permite comunicarse con familiares y amigos. Este contacto humano, junto con la posibilidad de llevar objetos personales como fotos y libros, hace que la vida en la estación sea más llevadera.
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Las actividades diarias abarcan desde el trabajo en laboratorios hasta la realización de experimentos. Se utilizan monitores cerebrales, cardíacos y sanguíneos para investigar los efectos de la microgravedad en el cuerpo humano. La ciencia en el espacio permite aprender sobre el envejecimiento acelerado de huesos y músculos, convirtiendo a los astronautas en “ratas de laboratorio”. Además, algunos tienen la oportunidad de realizar caminatas espaciales, experiencias singulares en las que flotan fuera de la estación y contemplan el universo desde una perspectiva única.
Vivir en el espacio presenta desafíos que van más allá del trabajo científico. La comida, por ejemplo, suele ser deshidratada o reconstituida y se consume en pequeñas porciones para evitar que los trozos flotantes de grasa o líquidos se dispersen por la estación. Stott, una de las astronautas entrevistadas, recuerda que el curry japonés y las sopas rusas estaban entre sus platos favoritos. Sin embargo, hay momentos de gratitud cuando llegan paquetes de la Tierra, con dulces y regalos enviados por familiares, que rompen la monotonía de la dieta diaria.
El ejercicio es fundamental en el espacio, ya que la falta de gravedad debilita los huesos y músculos. Para contrarrestar este efecto, los astronautas deben dedicar dos horas diarias a entrenar. Cuentan con máquinas especiales que les permiten hacer sentadillas, levantar pesas y correr. Sin embargo, estas actividades no son sencillas, ya que deben atarse con cuerdas para evitar flotar mientras realizan sus ejercicios.
Uno de los aspectos más curiosos de la vida en la EEI es el proceso de higiene personal. Al sudar en el espacio, el sudor no se desliza como en la Tierra, sino que se adhiere al cuerpo. Para lavarse, los astronautas utilizan pequeñas cantidades de agua que forman gotas, junto con un poco de jabón. Además, la ropa que usan durante el ejercicio no se puede lavar, por lo que se desecha en un vehículo de carga que luego se incinera en la atmósfera.
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La soledad del espacio y la inmensidad del universo
A pesar del ritmo de trabajo y las distracciones diarias, muchos astronautas quedan asombrados por la majestuosidad del espacio. Helen Sharman, la primera británica en el espacio, relata cómo observar la Tierra desde esa altura la hizo sentir pequeña e insignificante. Los océanos, las nubes y la curvatura del planeta la llevaron a reflexionar sobre las divisiones geopolíticas, dándose cuenta de que, desde esa distancia, todos estamos interconectados.
Las caminatas espaciales, aunque emocionantes, también ofrecen experiencias sensoriales únicas. Chris Hadfield, comandante de la Expedición 35, recuerda el olor metálico del espacio, resultado de la radiación que interactúa con los trajes y equipos espaciales. Estas pequeñas vivencias, que podrían parecer triviales desde la Tierra, se convierten en recuerdos imborrables para quienes flotaron en la inmensidad del cosmos.