El secreto mejor guardado de esta bodega orgánica y sustentable que cumple 25 años en Argentina
Con un fuerte legado familiar, Domaine Bousquet apostó por la producción orgánica desde sus orígenes. Qué desafíos enfrenta hoy, y cómo impacta el cambio climático. La clave del éxito para producir vinos de alta gama.
A menos de 100 km de la ciudad de Mendoza, se abren paso unas 240 hectáreas en las que, a partir de la década del ’90, se cultivan viñedos orgánicos desde su origen: Domaine Bousquet, la primera bodega orgánica y regenerativa del país.
“Es nuestro pequeñito paraíso”, define Anne Bousquet, CEO de la bodega, en diálogo con Economía Sustentable, que reparte sus días entre Mendoza y la ciudad de Miami, EEUU, donde vive con su familia y desde donde también dirige la bodega junto a su marido, Labid Ameri.
De origen francés, la empresa hoy es la principal productora y exportadora de la categoría “vino orgánico certificado” de Argentina: el 85% de la producción se destina a más de 50 países del mundo, con fuerte presencia en EEUU y en Europa. Este terruño virgen de Gualtallary, en la ciudad de Tupungato, en la actualidad encierra el secreto mejor guardado de un emprendimiento familiar que este año cumple 25 años de existencia en el país.
-Hace poquito quedaron nominados como la única bodega argentina finalista en el International Wine and Spirit Competition (IWSC) y en julio, tres de sus vinos obtuvieron la medalla de oro del mismo certamen. ¿Qué hay detrás de cada distinción?
-Oh, hay un montón de años, 25, precisamente, de esfuerzo, de mucho trabajo de construir equipos y de mantenerlos. Es mucha dedicación, por eso que estoy entre siete y 10 días del mes allá, es mi segunda casa. Un montón de trabajo muy arduo pero al mismo tiempo mucha felicidad, pasión. Estoy muy, muy feliz a pesar del contexto en Argentina que estamos otra vez en un momento difícil.
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-Son la primera bodega argentina con certificación en agricultura regenerativa y ya tienen también certificación biodinámica, ¿Una cosa llevó a la otra o fueron paso a paso?
-Todo empezó con la convicción nuestra de haber encontrado el terroir más adecuado para hacer orgánico, porque es un clima muy seco. No pensábamos que iba a permitir producir vinos de alta gama, fue una apuesta y ahora sí lo demuestra. Fue una convicción de lo orgánico. Empezamos con el básico, la certificación, pero también la sustentabilidad socioeconómica se impuso como clave porque está ubicado en una zona muy rural y hace más 25 años atrás que era un desierto. Fue duro, porque tuvimos que hacer todo de cero pero fue una muy buena experiencia. Esto ha permitido un desarrollo de la zona y ha explotado económicamente, por todas las bodegas que después vinieron a invertir.
Anne destaca la oportunidad que tuvieron de poder “hacer”. De tradición vitivinícola, proveniente de la región de Carcassone, al sur de Francia, Anne creció viendo las vicisitudes del clima que debían atravesar como productores. Decidió migrar a Estados Unidos para estudiar Economía, aceptó tras idas y vueltas el legado familiar y desde 2011 dirige la compañía. “Nunca hay que decir nunca, eso lo aprendí. Y estoy muy contenta de haber elegido esto”, subraya y agrega: “También me enamoré de Argentina. La adopté a la Argentina en mi vida y la Argentina me adoptó a mí. Creo que gracias a esta país me enamoré de la vitivinicultura y por eso que que he seguido en esto”.
-Hablás de familia en Miami, de familia acá en Argentina, ¿cuántos integran la familia de la bodega?
-La bodega es mi familia completa. Le dedico tanto tiempo de vida que, de hecho, tenemos solo una hija y es por eso, por todo el tiempo que hemos dedicado con mi marido a armar esta empresa. Son mis hijos un poco, y de hecho tenemos muchos, muchos jóvenes en nuestro equipo que los formamos, y eso es muy lindo. Estoy súper orgullosa de nuestros equipos. [N. de la R.: Tiene 190 empleados en total).
-Naciste en una familia francesa, ¿qué importaste de tu cultura a la Argentina?
-A mí me encanta el buen comer y el buen beber, obviamente. No tomo otra cosa más que vino. En cuanto a la comida, hicimos un plato, que es nuestro plato signature en el restaurante, que es filé de carne de Argentina con foie gras arriba, y la crème brûlée con dulce de leche adentro. Esos son lo que aporté, por lo menos desde el punto de vista de la gastronomía francesa. También hemos podido aprender de lo que se hace acá.
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-¿Qué aplicás de tu carrera de Economista en la bodega?
-Los números. Son muy puntillosa con los Excel que me presentan y todos lo saben. De hecho, nuestra persona encargada de finanzas es economista también, nos entendemos.
-Hablaste del contexto actual de Argentina, ¿qué desafíos presenta?
-Primero, la economía. Sufrimos lo que todas las empresas sufren. En nuestro caso, como exportadores, nos afecta mucho obviamente el atraso cambiario y, por otro lado, la inflación que afecta a nuestro colaboradores y a nosotros como empresa porque los costos aumentan mucho. También tenemos problemas con el agua y eso es serio porque podríamos tener muchas más plantaciones, sobre todo de (uva) blanca. La demanda de vino blanco está creciendo en el mundo y en Argentina hacemos muy buen vino blanco, podríamos vender más. Hay mucho por hacer en la provincia de Mendoza para solucionar el problema de la falta de agua, se podría plantar más y ser en una zona más productiva. Está cambiando el perfil de lo que se puede cosechar. Nosotros tenemos veranos muy calurosos, tenemos demasiado calor. Lo mismo ocurre con el invierno, y las plantas no entienden este cambio.
-Sobre el impacto de la crisis climática, ¿qué medidas tomaron para que no los afecte tanto?
-Nosotros, desde el principio, ya empezando con la certificación orgánica para siempre, decidimos que todo lo que podemos hacer lo vamos a hacer. Gracias a Dios, ahora con la demanda que está creciendo para vinos orgánicos y frutos orgánicos en general, desde la pandemia, más bodegas están agregando vino orgánico. Se están gestionando más hectáreas, lo que es necesario, sobre todo en Argentina que se puede hacer. Entonces, para mí, hay que seguir con lo que estamos haciendo. En el cuidado de la tierra y en la práctica regenerativa hay una respuesta.
-Hay muchos empresarios que a la sustentabilidad la ven como un gasto.
-Nosotros nunca lo vimos como un gasto, lo vimos como una necesidad. Es lo mejor que pudimos haber hecho porque esto se va a poner muy feo. Lo bueno que estamos empezando a ver es que también no solo los consumidores están demandando más productos sustentables y orgánicos. Por ejemplo, en Estados Unidos, hay empresas que ya están pidiendo a sus proveedores demostrar trazabilidad en lo que hacen. Ya tenemos clientes que lo piden, que quieren ver nuestra huella de carbono, bancos también y cadenas de retail. Si las tiendas y las cadenas empiezan a pedir eso, las bodegas lo van a tener que hacer.
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-Es que todo esto, más que un valor agregado, es una filosofía, ¿no?
-Totalmente, es una filosofía. Por eso es que nunca lo vimos como un gasto para nosotros. Porque es una convicción, reúne valores y es filosofía.
-Con respecto a los consumidores, ¿tienen conocimiento de los productos orgánicos o aún falta un poco más de capacitación?
-En general, falta educar un poquito más. Pero después, si vas más en detalle, es diferente según la generación. Yo pienso que los jóvenes que tienen de 18 a 20 años, esa generación está mucho más educada sobre eso porque tienen más acceso a la información.
-¿Cómo es el consumidor de la bodega Domain Busquets?
-Es más joven, entre 20 y 30 años, está interesado mucho en lo orgánico, en saber lo que toma, lo que come y que le gusta, también, el aspecto familiar que encierra la empresa.
-¿Como cuidan el tema de la botella, la etiqueta, el cierre del vino?
-Desde hace muchos años, siempre hemos cuidado bien el tema del peso de la botella, nunca hemos tenido ninguna pesada. También, estamos viendo la posibilidad de no poner cápsula, por ejemplo, pero es difícil porque en la industria del vino hay mucho de costumbre y entonces, si le sacás la cápsula, ¡uf! En el empaque, tenemos la caja de cartón o Bag in Box, que en Estados Unidos y en Europa funcionan bien, son muy sustentables porque lo que hacemos es mandar solo el líquido a California y se envasa allí. Entonces se pueden transportar mucho más litros. En Europa también tenemos el envase PET, que es una botella reciclable, que es muy bueno, parece una botella de vidrio. En Argentina la Bag in box tiene un estigma, es sinónimo de mala calidad cuando en realidad es súper práctico, te dura mucho. Es cuestión de costumbre.
-Cumplen 25 años, ¿cuál podrías decir que es el secreto de la empresa?
–La pasión, la pasión que tenemos mi marido y yo. Es nuestro bebé, es nuestro segundo bebé, definitivamente. Y también esta convicción que siendo agricultores, porque es lo que somos, tenemos una oportunidad de cambiar algo y eso es de verdad lo que nos motiva. Más el lugar. Cuando empezás algo de cero estás muy conectado con el lugar.
-¿Cuál es la etiqueta que más define la bodega y cuál es la que más te gusta?
-Gaia, en ambos casos. Gaia empezó en 2013, en ese momento hicimos nuestro primer blend y dijimos de hacer una línea diferente. Elegimos la etiqueta, que es Gaia, la diosa de la tierra, en homenaje a la tierra fértil. Por eso, para mí representa mucho a la bodega y, de hecho, así llamamos a nuestro restaurante y al lodge, lo hemos continuado en toda la parte de la hospitalidad, de la experiencia que queremos dar a la persona que viene a compartir nuestro pequeñito paraíso.
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-¿Cuáles son los objetivos a mediano y largo plazo de la bodega?
-Estamos yendo más a la alta gama. Estamos armando todo porque en nuestro rubro todo se arma para tenerlo en tres años, claro. Es lo que vemos en los próximos tres a cinco años, hacer crecer nuestro portfolio y nuestra venta de vino de calidad. Y estamos trabajando con una consultora de Italia que nos ayuda, justamente, a articular todas las iniciativas de sustentabilidad que tenemos 360º para armar un Reporte de Sustentabilidad.
-Leí por ahí que tu papá, allá por el 96’, los llamó y les dijo que había encontrado una tierra nueva en Mendoza, que iba a apostar por esto. ¿Valió la pena aquel llamado?
-Sí, completamente. Yo tuve mil roces con mi padre. Todo el mundo decía que estaba loco. De hecho, yo también, ni me interesaba mucho, no le prestaba mucha atención. Hasta que llegamos en el 2001, lo fuimos a visitar y nos enamoramos de Argentina, de esta zona. Vivimos hasta 2015 en Tupungato. Y sí, valió la pena. Sé que sacrificó muchas cosas pero fue un visionario, pensá que hace 25 años este suelo era un desierto de arena.
-¿Pensás que tu hija va a seguir el legado?
-Dos años atrás no tenía mucha fe, pero ahora sí. Eva tiene 15 años, se crio entre viñedos. Viaja dos veces al año conmigo cuando tiene vacaciones y la última vez empezó a venir a nuestras reuniones, a tomar notas. Lo tiene que sentir.