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Plantar bosques: ¿la mejor inversión o un riesgo innecesario?

Algunos gobiernos cuentan con los bosques plantados como compensaciones para las emisiones de gases de efecto invernadero como "inversión climática".

Los bosques pueden ser una arriesgada inversión climática si se utiliza para compensar las emisiones de gases de efecto invernadero, según advierten científicos en un artículo que publican en la revista ‘Science’.

Dada la enorme capacidad de los bosques para absorber dióxido de carbono de la atmósfera, algunos gobiernos cuentan con los bosques plantados como compensaciones para las emisiones de gases de efecto invernadero, una especie de “inversión climática”.

Sin embargo, como con cualquier inversión, es importante comprender los riesgos. Si un bosque se destruye ya sea por severas sequías o por incendios forestales, dicen los investigadores, gran parte del carbono almacenado podría convertirse en humo.

El profesor Scott Goetz, de la Escuela de Informática, Computación y Sistemas Cibernéticos de la Universidad del Norte de Arizona, y la profesora asociada Deborah Huntzinger, de la Escuela de Tierra y Sostenibilidad, fueron coautores de un artículo que revela que los bosques pueden desplegarse mejor en la lucha contra el cambio climático con una comprensión adecuada de los riesgos para los bosques que impone el cambio climático.

Como con cualquier inversión, es importante comprender los riesgos.

“Ha habido evaluaciones optimistas de lo valiosos que podrían ser los bosques para mitigar el cambio climático en las próximas décadas –apunta Goetz–, pero todos ellos han pasado por alto o subestimado de manera sorprendente los factores que limitan el secuestro de carbono forestal ante las temperaturas extremas y la sequía, incendios y perturbaciones de insectos“.

“Este documento atenúa ese entusiasmo y al mismo tiempo reconoce de manera más realista el potencial de los bosques para eliminar grandes cantidades de calor que atrapa el dióxido de carbono de la atmósfera”, advierte.

Discusión entre expertos

Un taller realizado en 2019 reunió a algunos de los principales expertos en riesgos de cambio climático para los bosques. El grupo diverso, que incluía a Goetz y Huntzinger, representaba varias disciplinas, incluyendo derecho, economía, ciencia y política pública, y permitió a los participantes comenzar a hablar y elaborar una hoja de ruta.

Este documento, parte de esa hoja de ruta, llama la atención sobre los riesgos que enfrentan los bosques debido a las innumerables consecuencias del aumento de las temperaturas globales, incluidos incendios, sequías, daños por insectos y disturbios humanos, un llamado a la acción para cerrar la brecha entre los datos y los modelos producidos por los científicos y las acciones tomadas por los formuladores de políticas.

“Los ecosistemas terrestres absorben y almacenan aproximadamente un tercio de las emisiones de carbono que las actividades humanas liberan cada año –señala Huntzinger–, reduciendo la cantidad de dióxido de carbono que se acumula en la atmósfera año tras año. Como resultado, los ecosistemas terrestres sirven como un termostato de ordena el clima al ayudar a controlar los niveles de dióxido de carbono”.

Debido a esto, los gobiernos de muchos países buscan “soluciones climáticas naturales basadas en los bosques” que incluyan la prevención de la deforestación, el manejo de los bosques naturales y la reforestación. Los bosques podrían ser algunas de las estrategias de mitigación climática más rentables, con cobeneficios para la biodiversidad, la conservación y las comunidades locales.

Los riesgos

Pero dentro de esta estrategia está la idea de que los bosques pueden almacenar carbono durante al menos 50 a 100 años. Dicha permanencia no siempre es un hecho, con la posibilidad muy real de que el carbono almacenado en proyectos de mitigación forestal pueda incendiarse o perderse debido a infestaciones de insectos, sequías severas o huracanes en las próximas décadas.

Los bosques han sido vulnerables durante mucho tiempo a todos estos factores, y han podido recuperarse de ellos cuando son episódicos o vienen uno a la vez. Sin embargo, los riesgos relacionados con el cambio climático, incluida la sequía y los incendios, aumentan con el tiempo.

Múltiples amenazas a la vez, o tiempo insuficiente para que los bosques se recuperen de esas amenazas, pueden matar los árboles, liberar carbono y socavar la premisa completa de las soluciones climáticas naturales basadas en los bosques.

Los gobiernos de muchos países buscan “soluciones climáticas naturales basadas en los bosques. Pero tiene sus riesgos.

“No tener plenamente en cuenta la gama de riesgos climáticos y humanos para los bosques puede dar lugar a una sobreestimación del potencial de almacenamiento de carbono de los proyectos de mitigación basados en los bosques –señala Huntzinger–. La buena ciencia puede ayudar mejor a identificar y cuantificar los riesgos para las reservas de carbono forestal y conducir a mejores decisiones políticas”.

Los autores del artículo alientan a los científicos a centrar su atención en la evaluación de los riesgos climáticos forestales y compartir lo mejor de sus datos y modelos predictivos con los encargados de formular políticas para que las estrategias climáticas, incluidos los bosques, puedan tener el mejor impacto a largo plazo.

Por ejemplo, los modelos climáticos que usan los científicos son detallados y de vanguardia, pero no se usan ampliamente fuera de la comunidad científica, por lo que los responsables de la formulación de políticas pueden confiar en la ciencia que tiene décadas de antigüedad.

“Hay al menos dos cosas clave que puede hacer con esta información –apunta el autor principal William Anderegg, de la Universidad de Utah–. El primero es optimizar la inversión en los bosques y minimizar los riesgos. La ciencia puede guiar e informar dónde debemos invertir para lograr diferentes objetivos climáticos y evitar riesgos”.

El segundo, añade, es mitigar los riesgos a través del manejo forestal. “Si nos preocupa el fuego como un riesgo importante en un área determinada, podemos comenzar a pensar cuáles son las herramientas de manejo que hacen que un bosque sea más resistente a esa perturbación”, continúa.

Admite, no obstante, se necesita más investigación en este campo, y los colaboradores planean trabajar para responder esas preguntas.

“Consideramos este documento como un llamado urgente tanto a los formuladores de políticas como a la comunidad científica –añade Anderegg–, para estudiar esto más y mejorar el intercambio de herramientas e información entre diferentes grupos”.

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Fecha de publicación: 19/06, 3:04 pm