Este país abrió el primer cementerio del mundo de CO2
El sitio de almacenamiento de dióxido de carbono se ubica a 1.800 metros bajo el mar. ¿Es esencial para frenar el calentamiento global?
La generación de dióxido de carbono es una problemática que afecta a todo el mundo y resulta clave lograr reducirla para alcanzar el Acuerdo de París y la Agenda 2030. Sólo durante 2022, las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2) relacionadas con la energía aumentaron un 0,9%, algo así como 321 millones de toneladas, respecto al año anterior.
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Para aportar una solución, un país europeo creó el primer cementerio del mundo de CO2. Se trata de Dinamarca que inauguró recientemente un sitio de almacenamiento de dióxido de carbono a 1.800 metros bajo el mar del Norte, una herramienta considerada esencial para frenar el calentamiento global.
“Hoy hemos abierto un nuevo capítulo verde para el mar del Norte”, afirmó el príncipe Federico, al dar inicio a la fase piloto del proyecto en Esbjerg. Paradójicamente, el cementerio de CO2 es un antiguo yacimiento petrolífero que contribuyó a las emisiones.
Cómo es el proyecto
El proyecto bautizado “Greensand” permitirá almacenar hasta ocho millones de toneladas de CO2 por año hasta 2030. Cuenta con la dirección de la multinacional química británica Ineos y la empresa energética alemana Wintershall Dea.
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Aún precarizada y muy costosa, la captura y almacenamiento de carbono (CAC) consiste en captar y luego aprisionar el CO2, principal causante del calentamiento global. Actualmente hay más de 200 proyectos operativos o en desarrollo en todo el mundo.
¿Por qué es especial el Greensand? Según explicaron, a diferencia de los emplazamientos existentes que secuestran CO2 de instalaciones industriales vecinas, utiliza carbono venido de lejos.
“Es un logro europeo en materia de cooperación transfronteriza: el CO2 es capturado en Bélgica y muy pronto en Alemania, cargado en barco en el puerto (belga) de Amberes”, sostuvo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Así, el gas se transporta por mar hasta la plataforma Nini West, en el borde de las aguas noruegas, y se transfiere a un depósito a 1,8 km de profundidad.
Para las autoridades danesas, que aspiran a la neutralidad de carbono en 2045, se trata de un “instrumento indispensable en nuestra caja de herramientas climáticas”.
Cabe destacar que el mar del Norte es una región propicia para el enterramiento porque alberga muchos oleoductos y depósitos geológicos que han quedado vacíos tras décadas de producción de petróleo y gas.
“Los yacimientos de petróleo y gas agotados tienen muchas ventajas porque están bien documentados y ya existe infraestructura que muy probablemente pueda reutilizarse”, afirma Morten Jeppesen, director del Centro de Tecnologías Marinas de la Universidad Tecnológica de Dinamarca a la agencia de noticias AFP.
Cerca de Greensand, el gigante francés TotalEnergies va a explorar la posibilidad de enterrar a más de dos kilómetros bajo el lecho marino unas 5 millones de toneladas anuales de CO2 hasta 2030.
Pionero del CAC, Noruega también recibirá toneladas de CO2 licuado de Europa en los próximos años. Principal productor de hidrocarburos de Europa Occidental, el país posee también el mayor potencial de almacenamiento de CO2 del continente.
Las cantidades almacenadas siguen siendo pequeñas en relación con la magnitud de las emisiones.
Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, la Unión Europea emitió 3.700 millones de toneladas de gas de efecto invernadero en 2020, un nivel bajo por ser un año afectado por la pandemia.
¿Sirve enterrar CO2?
El proceso de captación y almacenamiento de CO2, que consume mucha energía, emite el equivalente a 21% del gas capturado, según el grupo de estudios australiano IEEFA. Y la técnica implica riesgos, advierte el centro de investigación, citando el riesgo de fugas con consecuencias catastróficas.
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Entre los defensores del medioambiente, la tecnología no tiene apoyo unánime.
“No resuelve el problema y prolonga las estructuras nocivas”, afirmó Helene Hagel, responsable de energía de Greenpeace Dinamarca.
“El método no cambia nuestros hábitos mortales. Si Dinamarca quiere realmente reducir sus emisiones, debe ocuparse de los sectores que producen gran parte de ellas, es decir, la agricultura y el transporte”, sostuvo.