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Innovación

Esta científica argentina creó una startup biotecnológica y descubrió la clave contra el calentamiento global

Se llama Martha Martorell y desarrolló una plataforma con la que busca revolucionar un mercado de u$s9.000 millones.

Para llevar a cabo una startup biotecnológica es indispensable dinero. “Sólo para el laboratorio de analítica, microbiología y biología molecular se necesitan 500.000 dólares”, ejemplifica María Martha Martorell. Y claro, su consecución no es nada fácil.

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Es una alegría, para la licenciada en Biotecnología y doctora en Bioquímica por la Universidad Nacional de Tucumán, entonces, mencionar el nombre del mecenas -la aceleradora GRIDX, que aportó 200.000 dólares en agosto-, sin el cual el ambicioso proyecto de Nunatak Biotech no hubiera pasado de ser una quimera.

Una científica argentina creó una startup biotecnológica y descubrió la clave contra el calentamiento global.

El equipamiento de +54 Lab es el mejor y el más moderno, da a entender. Se trata del coworking de laboratorios al que accedió días atrás, entre 300 postulantes.

En un espacio de la planta alta de una caja de cristal heredera de Mies van der Rohe, que se eleva en medio de calles desoladas como las que pintaba De Chirico, ahí mismo en el Parque de Innovación porteño, frente a la cancha de hockey del CENARD, prevé establecer la sede de su emprendimiento. Y todo, gracias a esa organización a la que estará eternamente agradecida.

Nunatak: cómo empezó el proyecto

Pero este relato comienza una década atrás. Primero como becaria posdoctoral y más tarde como investigadora del CONICET, se sumó al grupo de sabios atraídos por la Antártida e hizo el primero de sus seis viajes estivales.

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Más precisamente, a la base Carlini, situada en la margen oriental de la caleta Potter, en la isla 25 de Mayo. Desde la estación científica, precisamente, se puede observar el nunatak (accidente geográfico que refiere a un pico montañoso rodeado de un campo de hielo) de 280 metros de altura, en homenaje al cual fue bautizada la startup.

El pasto antártico y su relación con microorganismos inspiró a Martorell a crear el proyecto.

En aquél insólito paraje de última isla del fin del mundo, que figura en los mapas como una nube blanca, sólo habitada por pingüinos de Adelia, págalos y gaviotas, bordeada a intervalos de fragmentos de playa, inciertos cabos y promontorios que quién sabe no existen, pudo ver con sus propios ojos a la Deschampsia antarctica. También conocida como pasto antártico, es una de las dos únicas plantas vasculares fanerógamas nativas de ese continente.

Como matas bajas en hábitats con escaso contenido de nutrientes, resiste la elevada radiación ultravioleta del verano y el espanto de la oscuridad de un invierno sin fin, tormentas de nieve, temperaturas por debajo de los -20°C y vientos que superan los 120 kilómetros por hora.

En gran medida, lo hace a raíz de los microorganismos existentes en sus raíces. De hecho, los descubrimientos de la científica sobre los hongos filamentosos presentes, tanto en ese como en los siguientes viajes, inspiraron una decena de publicaciones en revistas de la talla de Antarctic Science, Journal of Basic Microbiology o Polar Biology.

No obstante, Nunatak Biotech no hubiera pasado de una tímida pretensión, una ilusión vacía, de no ser por el apoyo y entusiasmo de su colega y cofundador Francisco Massot.

“Había conocido a Elisa Bertini (quien lanzó Puna Bio como investigadora del CONICET, en la Planta Piloto de Procesos Industriales Microbiológicos de San Miguel de Tucumán) y sabía que había obtenido fondos de GRIDX. Estudié biotecnología para eso: aplicar conocimientos tecnológicos y de los seres vivos para la producción de bienes y servicios. Pero no pensaba en emprender. Fue Francisco quien me invitó a sumarme al equipo”, ratifica.

“Fue él quien sugirió que mi conocimiento en materia de hongos y el suyo en el campo de las bacterias, junto con sus estudios sobre suelos con presencia de glifosato, podrían ser complementarios. Gracias a eso, quedamos en GRIDX y obtuvimos el dinero para llevar a cabo nuestro propósito”, afirma.

La fundadora de Nunatak sueña que su empresa forme parte de un proyecto de descarbonización de la Unión Europea.

Hubo momentos difíciles, especialmente los primeros, de charlas incómodas, admite, sin embargo. Nunca pensó que el proyecto iría a parar a la basura o se convertiría en una apesadumbrada remembranza. Pero reconoce que fue ardua la tarea de reunir al equipo fundador.

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Dos colegas científicos que compartían la osadía, en efecto, no lograron abandonar sus deberes cotidianos, llegado el punto, para comprometerse a consumar una travesía de considerable incertidumbre. Con obligaciones demasiado serias para dejar de lado, cumplen el rol de asesores de investigación y desarrollo.

Aquellos cuatro meses, antes de culminar el proceso al que GRIDX denomina Ignite, y mientras engullía una abominable cantidad de reuniones y seminarios, empezó a conocerse con una tercera cofundadora.

Es que las posibilidades de que una empresa de base tecnológica triunfe aumentan cuando el equipo está equilibrado entre fundadores científicos y del ámbito de los negocios, según la tesis de la aceleradora. Ese honor recayó en Julia Mensa, con experiencia en coordinar la internacionalización y el desarrollo exportador de servicios tecnológicos desde la Agencia ProCórdoba.

Antes del brindis, las risas y aplausos por los esfuerzos que vieron su fruto, sin embargo, para satisfacción y sosiego de los tres cofundadores, las cualidades de la iniciativa fueron puestas a prueba.

De común acuerdo y de principio a fin, descartaron la idea del servicio de remediación de suelos, adoptado en la Antártida para redimir terrenos contaminados con hidrocarburos. Sin que nadie diera órdenes, los debates concluyeron en decisiones que irradiaron acciones.


La investigadora y ahora emprendedora reconoce que el trayecto más breve hacia un eventual suceso, a sugerencia de miembros de la aceleradora de emprendimientos, consta del desarrollo de un producto lo más sencillo y, al mismo tiempo, exponencial posible, un itinerario ya explorado por incontables casos.

“Decidimos enfocarnos en una plataforma biotecnológica alimentada por una base de datos sobre suelos, plantas, hongos y bacterias, para identificar las mejores interacciones planta-microorganismo en una variedad de entornos afectados”, define.

La ambición no es sencilla ni esencialmente modesta. Espera llegar un poco más lejos, ver algo más, y decodificar el lenguaje ignorado que comunica a las plantas con los microorganismos para favorecer su convivencia en circunstancias tan adversas.

Si bien sabe más de la mencionada hierba polar que de ninguna otra planta, sin embargo, ésta no forma parte del perfeccionamiento de la plataforma de Nunatak Biotech, ya que es resguardada por el Tratado Antártico.

María Martha Martorell (izquierda) Francisco Massot (centro) y Julia Mensa (derecha), cofundadores de Nunatak.

De manera que, unos 8 grados de latitud hacia el norte y sin necesidad de sortear impetuosas olas, en Tierra del Fuego, avista el primer objetivo de la startup mucho más pronto de lo esperado, para febrero próximo. Se trata del muestreo de una planta del mismo género, la Deschampsia cespitosa, y de otra media decena de especies de pastizales que prefiere no identificar, junto con el suelo asociado a sus raíces.

Dos meses después, el fin es aislar centenares de microorganismos coligados a sus crecimientos en terreno hostil, secuenciar sus ADN y abrirse paso sin vacilación entre el exiguo porcentaje que puede ser cultivable, para nutrir el banco de datos de la plataforma.

Cumplida esa meta, delante de la científica y sus cofundadores, en el horizonte, yacerá el brillo de la patente, cuyo trámite prevén iniciar en la Argentina y los Estados Unidos durante el segundo semestre de 2024.

Al ingresar a este proceso, la científica divisa la silueta imponente de una ronda de inversión, como ensenada para validar -ya no sólo en escala de laboratorio sino de invernadero y a campo- una tecnología que sea idónea para acelerar proyectos de reforestación, conservación y manejo forestal mejorado. Por caso, los que apliquen a Certificados de Emisiones Reducidas, mejor conocidos como bonos de carbono, y contribuyan a combatir el cambio climático.

Un mercado en ascenso

Por lo visto en Bioremediation Market Size, Share & Trends Report, de la consultora Grand View Research, a raíz del veloz desarrollo industrial que provoca contaminación generalizada, el tamaño del mercado mundial de biorremediación es de casi 15.000 millones de dólares y se espera que registre una tasa de crecimiento anual compuesta cercana al 10% hasta 2030.

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El segmento de restauración de suelos encarna casi el 40% de los ingresos globales, y el de yacimientos petroleros, que crece incluso más apresuradamente, otro 20%, lo que suma unos 9.000 millones.

Mientras decide cuál es la mejor opción entre las disponibles para plasmar las conjunciones planta-microorganismo en vías de desarrollo, la emprendedora pone proa en dirección a ese destino.

Martorell no acierta a describir la emoción que sintió cuando le tocó predicar en el Demo Day virtual de GRIDX. La invadió la ansiedad y el temor justo en el momento en que las diapositivas de la presentación quedaron congeladas. Pero sintió júbilo y gratitud al ver a los cofundadores de la iniciativa a su lado.

“Me di cuenta de que éramos un equipo”, vuelve a conmoverse. Deja entrever, además, cierto deleite cuando reflexiona acerca de su ambición: no desviarse del sendero hasta “ver un desarrollo de Nunatak Biotech en un proyecto de descarbonización de la Unión Europea o el BID”.


Sabe que quedan largas jornadas de arduo trabajo, montando el proyecto. Aceptará agradecida la ayuda y recibirá con algo de escepticismo los consejos. “Porque las decisiones las tomamos nosotros”, refiere.

En la travesía habrá experimentado el cambio de ritmo de la academia al negocio, en efecto. Y como no cooperó en emprendimientos previos, lo que hay que hacer en una situación de éstas no es evidente.

Buscará adaptarse con gallardía y valor a la incertidumbre y aprovechar el dinero para acelerar al máximo el desarrollo de las soluciones que permitan no sólo restaurar suelos degradados, sino ayudar a domar las emisiones de dióxido de carbono, moderar el calentamiento global a 1,5°C por encima de los promedios preindustriales y evitar que inclementes sequías, olas de calor como de siete soles y aumentos del nivel del mar perjudiquen nuestra subsistencia, salud y bienestar. Procura, de este modo, dejar una huella.

Fuente: iProUP

Fecha de publicación: 02/01, 1:53 pm