Transforma basura en moda de lujo: la marca de carteras eco-friendly que triunfa en la Galería Alvear
Jesica Pullo creó Biótico, una marca que convierte el plástico en lujo, reciclándolo en carteras artesanales y creando empleo inclusivo. Los detalles.
Jesica Pullo creció en los márgenes de La Salada, un territorio de contrastes. Allí convivían el dinamismo de la feria más famosa de América Latina y la sombra de talleres clandestinos donde las condiciones laborales quedaban enterradas bajo pilas de ropa. Más allá, el Riachuelo arrastraba los desechos de curtiembres y fábricas textiles, tiñendo el aire con un hedor ácido e insoportable.
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Para Jesica, esos olores y paisajes no eran solo un telón de fondo: «Era mi día a día. En el colectivo, mirando por la ventana, tan solo con 9 años, notaba indignada cómo la gente aceptaba esa contaminación como algo normal. Yo no quería ser una de esas personas», recuerda. En ese entorno de injusticias ambientales y sociales comenzó a germinar el activismo que años después la llevaría a fundar Biótico, una marca que recicla plásticos en carteras y accesorios de triple impacto.
Transformar la basura en moda de lujo
La semilla de su activismo tomó forma cuando, ya recibida de diseñadora de indumentaria en la Universidad de Buenos Aires, comenzó a moldear un proyecto que uniera moda y sostenibilidad. Así nació Biótico en 2014, una marca de lujo sustentable que hace del reciclaje su estandarte. Pero no se trata solo de reutilizar materiales; es un proyecto que transforma vidas, objetos y percepciones.
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El pilar de la marca es la reutilización de sachets de leche, un material que, en Argentina, se descarta en enormes cantidades. Según el Observatorio de la Cadena Láctea, cada día se desechan 3.900.000 sachets, lo que equivale a cubrir casi 21 canchas de fútbol con plástico. Estos desechos, si no se recuperan, permanecen por siglos contaminando el ambiente.
Pullo desarrolló un proceso artesanal para reciclar estos desechos. Cada sachet es lavado, desinfectado y cortado en tiras que luego se trenzan con precisión. Cada cartera que produce contiene 140 sachets de leche reciclados, que son plegados hasta ocho veces para garantizar resistencia y durabilidad. «Nunca quise que mi trabajo fuera parte del problema. No usamos pegamentos ni quemamos nada. Todo se hace con las manos y con respeto por el material», explica Pullo. El diseño de este proceso no es casual: no requiere energía eléctrica ni herramientas sofisticadas, lo que permite que se realice en cualquier lugar, incluso en una plaza.
El impacto ambiental es solo una parte de la historia. Desde sus inicios, Biótico apostó por un enfoque social. Trabaja con Talleres Protegidos de Producción y Centros de Día que emplean y capacitan a personas con discapacidad intelectual. «La misión de Biótico es proporcionarles las herramientas necesarias para que desarrollen la producción artesanal de textiles reciclados«, afirma Pullo. Los trabadores de los talleres protegidos reciben un pago por metro producido, respaldado con la correspondiente facturación y los Centros de Dia, que no tienen fines comerciales, promueven la inclusión laboral a través de voluntariados y prácticas profesionales con el apoyo de diversas empresas, entre ellas Biótico.
Hasta el 2022, el trabajo con los sachets estuvo a cargo de Asociación Laboral Para Adultos con Discapacidad Intelectual (ALPAD), una asociación que empleaba a personas con discapacidad intelectual, pero que por cuestiones internas debió cerrar dejando un vacío en el sistema. Hoy, Pullo colabora con un Centro de Día en Coghlan mientras espera cupos para retomar la actividad con los pocos talleres protegidos que quedan en la Ciudad de Buenos Aires.
De esta manera, el proceso de transformación del emprendimiento atraviesa toda su cadena productiva. La marca, que nació como parte de su tesis universitaria, no se queda en la denuncia: propone soluciones concretas. «Biótico no es la denuncia por la denuncia en sí, sino que toda su cadena productiva ejemplifica con buenas prácticas», asegura.
Una marca en constante evolución
En sus inicios, Biótico se enfocaba en accesorios para eventos especiales. Sin embargo, la pandemia obligó a Jesica a rediseñar su propuesta. Desde entonces, los productos adquirieron un carácter más urbano y versátil: cualquier pieza puede usarse tanto en un casamiento como para ir al trabajo o la facultad. «La marca es la misma, pero yo ya no soy la misma persona», reflexiona Jesica, quien se convirtió en madre hace dos años, un hecho que reafirmó su compromiso por un mundo mejor.
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A pesar de la dedicación y el trabajo manual que implican las piezas, Biótico mantiene precios accesibles. Una cartera, por ejemplo, cuesta desde $55.000, una cifra competitiva en el mercado del diseño sustentable y artesanal.
Hoy, a diez años de su creación, Biótico logró un hito que parecía impensable al principio: abrió su primer local en la elegante Galería Alvear, sobre la emblemática avenida homónima de Recoleta. Las carteras y accesorios que alguna vez fueron un material desechado ahora comparten espacio con marcas de renombre internacional, desafiando las ideas tradicionales sobre el lujo.
Con el local de la Galería Alvear como nueva vidriera, el desafío ahora es ampliar el alcance de esta propuesta, inspirar a otros y seguir demostrando que, incluso desde los desechos, es posible construir algo que trascienda. «Quiero que quienes usen Biótico se lleven una historia, una causa, algo que los haga sentir parte de este cambio», concluye Pullo.
Porque si algo queda claro en esta historia es que en cada trenza, en cada sachet que se recicla, Biótico nos recuerda que bajo las manos correctas, hasta el plástico más humilde, puede convertirse en arte y convertirse en un emprendimiento de tripe impacto.
Fuente: iProfesional