Es argentino y creó un emprendimiento inmobiliario paradisíaco y sustentable en Chapadmalal
Amante del surf, Fernando Aguerre transformó un lote en el extremo norte de Mar del Plata para construir casas y convivir en equilibrio con la naturaleza, a pasos del mar. Cómo son y cuánto salen.
Una mañana de 1999, el empresario marplatense Fernando Aguerre estaba yendo a surfear a Miramar con su hermano Santiago cuando vio que, a la altura de Chapadmalal, alguien colocaba un cartel de “se vende” en un campo. Observaron bien y se dieron cuenta de que se trataba de un inmenso bosque que habían visto crecer juntos. Por eso decidieron frenar y hablar con el agente inmobiliario.
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Ese mismo día, luego de la jornada de surf, señaron el terreno de 100 hectáreas ubicado en el extremo norte de la localidad que pertenece al partido de General Pueyrredón. Lo que todavía no imaginaban es que, un cuarto de siglo más tarde, se transformaría en un proyecto de barrio paradisíaco y sustentable.
En aquel entonces, Chapadmalal todavía no era lo que es hoy, una suerte de Punta del Este bonaerense. Pero, para Fernando, que en aquellos años vivía en California, era el lugar ideal para hospedarse en los viajes anuales que hacía a su ciudad natal. Allí se construyó una casa, su hermano también, y se convirtieron en los únicos pobladores de esa vasta arboleda situada a orillas del mar Atlántico.
Más que un estilo de vida en Chapadmalal
Con el correr de los años, Fernando se cansó de las idas y vueltas y tomó la decisión de volver a vivir definitivamente en Argentina. Sin dudarlo, se instaló en la casa de Chapadmalal, ubicada lo suficientemente cerca del centro de Mar del Plata, pero sin los ruidos de la ciudad. Y a pasitos de las olas que persigue desde que tiene uso de razón. Cuando llegó la pandemia, con su correspondiente encierro y medidas de aislamiento, el empresario hizo un clic. ¿Por qué no compartir ese estilo de vida con los demás?
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“Todos me decían ‘qué suerte tenés de pasarla en un lugar así, dejame poner una casa rodante, vendeme un lote’ y ahí me apareció la visión de poder compartirlo con otra gente que tuviera los mismos gustos y valores”, dice el empresario en diálogo con Economía Sustentable. Así fue como nació la idea de convertir el terreno en un barrio, pero no uno cualquiera, uno que llevara su ADN y forma de ver el mundo. Y, como no podía ser de otra manera, lo bautizó Olas de Chapadmalal.
“Viví muchos años en California y aprendí muchísimo porque allá no hay agua, entonces todo el mundo la cuida. No hay riego, no podés lavar el auto en la puerta de tu casa. Todas las casas tienen medidor de agua y es muy cara, tanto como la electricidad. Hay muchas maneras de ser respetuoso con el medioambiente, depende del lugar en donde estés”, dice el empresario de 66 años, que en 1980 fundó junto a su hermano la marca de indumentaria y accesorios de surf Reef, y luego vendió en una suma millonaria.
Cómo es el barrio paradisíaco y sustentable
Actualmente, el barrio está dividido en 350 lotes de 1.500 metros cuadrados. “Si hacés lotes chicos, más de la mitad de los árboles se cortan para hacer casas. Y si hacés lotes grandes, cuesta más venderlos o tenés menos candidatos. Pero, ¿qué es lo correcto? Lo correcto es hacer lotes grandes, de 1500 metros cuadrados. Entonces, tenés tu casa de 200 o 300 metros cuadrados, podés hacerla de una planta y no tenés que cortar árboles”, explica Fernando. Y agrega que el valor del metro cuadrado promedia los u$s100.
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“Yo como comida de huertas orgánicas y tengo mi propio gallinero. El barrio apunta a eso, a que la gente haga sus propias huertas orgánicas. Hay un reglamento de propietarios, que cada uno firma cuando hace el boleto de su lote, en donde está plasmado todo esto. La idea no es poner un montón de reglas obligatorias, sino incentivar a la gente a que encuentre sus propias alternativas. La ley de la provincia de Buenos Aires permite vender hasta el 70% de la tierra del barrio. Yo voy a vender poco menos del 50%. En vez de maximizar los metros, maximizo la calidad de vida”, remarca.
Gran parte de su inspiración proviene de otro empresario que siempre apuntó al cuidado del medioambiente, el estadounidense Yvon Chouinard, fundador de la reconocida marca de indumentaria outdoor Patagonia. “Tuve la suerte de conocerlo hace muchos años. Una vez fui a cenar a su casa y no había dos cubiertos del mismo juego. Usaba un auto que tenía más de 15 años de antigüedad. Su casa está construida con pedazos de pavimento que descartaron en la calle. La frase de su empresa era ‘hacer el mejor producto posible con el menor impacto posible’. Cuando ves todo eso, te das cuenta”, dice Fernando.
Construcción sustentable pensadas por especialistas
El empresario, reconocido por su rol como presidente de la Asociación Internacional de Surf y pieza clave para la inclusión de ese deporte en los Juegos Olímpicos, aclara que no le calza el mote de “desarrollador”.
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“Siento que soy alguien que trajo una novedad, una manera de vivir y de relacionarse con el medioambiente que todos sabemos que está buena, pero que, cuando llega el momento de hacer un barrio, termina desapareciendo. Por ejemplo, todas las casas tienen que tener medidores de agua. Hay una planta de afluentes cloacales que los trata como sucede en las mejores ciudades del mundo. Hay una comisión de arquitectura que te ayuda a armar la casa de tus sueños con el menor impacto posible. El barrio tiene su ADN. Escuchás el ruido del mar, hay liebres, animales sueltos. Desde hace unos meses empezamos a fotografiar e identificar las aves que vienen y ya llevamos vistas 22 especies diferentes. ¡Y todavía faltan más!”, se entusiasma.
Para llevar a cabo sus ideas, Fernando se rodeó de especialistas: contrató al paisajista Carlos Thays, bisnieto homónimo del histórico arquitecto y naturalista francés, al ingeniero Juan Pablo Linares, encargado de dirigir el proyecto y conocedor de “todo lo que hay que hacer”, dice el empresario, y a Vicky Salas, una arquitecta marplatense que comulga con los valores de respeto a la naturaleza.
“Toda la gente que hasta ahora compró su lote en el barrio escuchó nuestro credo, nuestra convicción, y están muy contentos”, asegura el empresario y detalla: “Cuando llegamos acá, hace ya 25 años, había 6.000 árboles. Ahora ya hay casi 14.000, plantamos más de 7.000 con mi hermano. Todas las calles peatonales del barrio van a tener frutales, plantamos 300 en el último tiempo. Hay de todo, manzanas, ciruelas, los cítricos que te imagines. Yo quiero que la persona que viva en el barrio salga a caminar, corte una pera y se la vaya comiendo. Ese mi sueño. No tengo una pisada neutra, solo estoy arreglando lo que otros desarreglan”.