Cómo identificar cuando un alimento procesado es “saludable”
Una empresa fabricante y comercializadora local de alimentos desarrolló un mecanismo para determinar cuando este tipo de productos no tiene connotaciones negativas.
No todo es lo que parece. Esta máxima vale para muchas cosas, incluso para la alimentación, ya que diversos productos que aparentan ser saludables no siempre lo son.
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Y pueden poner en riesgo la salud de los consumidores, que depende de muchos factores, entre ellos, una alimentación precisamente sana, la que proporciona los nutrientes que el cuerpo necesita para mantener el buen funcionamiento del organismo, conservar o restablecer la salud, minimizar el riesgo de enfermedades, garantizar la reproducción, gestación, lactancia, desarrollo y crecimiento adecuado.
Pero hay ciertos productos que la creencia popular o el marketing comercial imponen como “saludables” cuando no lo son.
Algunos ejemplos clásicos que figuran en varios informes sobre alimentación son las barras de cereal, los cereales para desayuno, los jugos preparados, las barras de pan, incluidas las integrales, los yogures, excepto los naturales, la gelatina y el fiambre de pechuga de pavo.
Estos casos no califican, de acuerdo a los expertos, en la categoría de alimentos considerados naturales que se obtienen directamente de las plantas (frutas, legumbres, verduras, raíces y tubérculos) o de animales (huevos) y que se adquieren para consumo sin que hayan sufrido alteraciones desde que se originaron en la naturaleza.
En Brasil, por ejemplo, el Estado elaboró una Guía Alimentaria para la Población entiendo que se trata de productos que “son la base para una alimentación nutricionalmente balanceada, culturalmente apropiada y promotora de un sistema alimentario social y ambientalmente sostenible”-
Bajo esa concepción, en el mayor mercado de consumo del Mercosur se utiliza un sistema de clasificación alimentaria llamado NOVA, elaborado por el Núcleo de Investigaciones Epidemiológicas en Nutrición y Salud (Nupens), de la Universidad de San Pablo.
El método agrupa los alimentos en cuatro categorías, definidas de acuerdo con la extensión y el propósito del procesamiento industrial utilizado en su producción, y son: naturales o mínimamente procesados, ingredientes culinarios, procesados y los ultraprocesados.
En varios menús estos y otros alimentos se presentan como “nutritivos”, pero en realidad entran en una categoría alimentaria peligrosa que ni siquiera existía hasta hace poco: la de los ultraprocesados.
Ejemplo “made in Argentina”
En el país también existen varias guías oficiales para determinar cuándo un alimento puede ser considerado como saludable, pero hay pocos ejemplos en el caso de los procesados o que son producidos industrialmente pero que pueden ser también beneficiosos para el cuerpo humano.
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En muchos casos, se los identifica como los causantes de los aumentos de las tasas de obesidad en todo el mundo, a pesar de que casi todos los alimentos sufren algún tipo de procesamiento, desde el curado, el congelamiento, la molienda o la pasteurización.
De hecho y a pesar de que estos tipos de procesamiento en sí no tornan nocivo a un producto de este tipo, ya se entiende que el uso del término “alimento procesado” tiene connotaciones negativas.
Por eso, una empresa local desarrolló el análisis “AIRE” para identificar cuándo un alimento procesado es saludable.
Se trata de Green Food Makers, una compañía que elabora y distribuye alimentos a base de almendra, coco y maní que ya tiene ocho años de operaciones en el mercado local.
Con el índice que acaban de elaborar buscan crear alimentos de la manera más saludable que existe, con un portfolio que incluye bebidas vegetales, mantequilla de maní y creamer, intentando que tengan el sabor habitual pero que puedan ser consumidos de una manera más liviana y saludable.
Sus productos son especiales para quienes no toleran, por ejemplo, la lactosa o para veganos, flexitarianos, vegetarianos.
Evitar preconceptos
Atento a las demandas de sus consumidores, la empresa encontró una forma creativa para determinar qué tan conveniente es un producto acorde a su dieta alimentaria con el objetivo de evitar asumir que un alimento es sano o no por costumbre o por preconcepto.
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De hecho, muchas veces los consumidores se dejan llevar por los colores, las etiquetas o porque el alimento está ubicado en cierta parte del supermercado, góndola o porque se vende en una tienda “saludable”.
Sin embargo, muchos alimentos que se promocionan como saludables en realidad no lo son, por contener sustancias perjudiciales para la salud, como químicos, conservantes o altos niveles de sodio, azúcar y grasas.
En este sentido, desde la empresa ponen como ejemplo cuando una etiqueta afirma que el producto es “light”, y advierte que esto no significa que sea sano, sino que simplemente indica que es una versión de ese producto reducida en azúcares y grasas.
Desde Green Food Makers también identifican que los consumidores actuales están aprendiendo a reconocer los alimentos que ingieren.
Al respecto, Lucas Piacenti, socio y co-ounder de la empresa, asegura que los compradores de alimentos “están aprendiendo a leer etiquetas, a detectar productos ultraprocesados y a reconocer los beneficios nutricionales de los ingredientes que componen los alimentos”.
El empresario entiende que, desde ese lugar, Green Food Markers “tiene el desafío de educar a sus consumidores actuales y potenciales para que cada vez más personas se animen a probar nuevos alimentos y a desarrollar un estilo de vida más saludable.”
De esta forma, sostiene que es posible llevar adelante una dieta equilibrada consumiendo variedad de alimentos responsablemente. Es decir, “comprendiendo qué contiene cada producto y qué tanto procesamiento hay en su elaboración”, añade.
A partir de esta premisa, la compañía decidió crear un mecanismo para identificar sencillamente aspectos esenciales a la hora de valorar un producto como saludable al que denominaron “AIRE”.
Una de esas premisas es recordar que las grasas son necesarias para el organismo, siempre optando por las llamadas grasas buenas, como por ejemplo los ácidos grasos omega-3, y que, en la medida de lo posible, debemos evitar las grasas trans y saturadas.
Otro concepto a tener en cuenta son las calorías indicadas en una etiqueta que marcan el valor energético que se obtiene al consumir una porción de ese alimento, y que se calcula en base a una dieta de 2.000 calorías diarias.
El tercer concepto que se debe atender tiene que ver con las necesidades energéticas, que varían de una persona a otra por distintos factores (edad, sexo, condición fisiológica o nivel de actividad física), por lo que este valor sólo sirve como guía general para identificar si un alimento tiene alto o bajo porcentaje de determinado nutriente.
Atender a las porciones
En este sentido, Piacenti destaca que “es fundamental prestar atención al tipo de producto que se está evaluando, porque, por ejemplo, las bebidas vegetales de almendras tienen más cantidad de grasas, pero son grasas buenas que provienen directamente del fruto”.
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Por el contrario, explica que un producto sea “bajo en grasas” no significa que sea sano ya que puede, por ejemplo, contener más azúcares.
Del mismo modo, advierte sobre la importancia de saber cuál es el tamaño de cada porción, “ya que nos permite observar cuántos nutrientes que estamos consumiendo en esa cantidad”. “Si se comen dos porciones del alimento, se estará consumiendo el doble de las calorías y dos veces la cantidad de los nutrientes”, asegura y como ejemplo explica que “no da lo mismo si la porción es una cucharada que una porción de 100 gramos o una taza de 200ml”.
Desde la compañía se recomienda además revisar la lista que se diseña en orden decreciente, es decir, primero se escriben los ingredientes que se encuentran en mayor cantidad y luego los de menor cantidad, lo cual facilita su lectura.
Las “trampas” en las etiquetas
Por otro lado, si en la etiqueta todos los nombres de los ingredientes son imposibles de leer, se debe a que se trata de un producto elaborado a base de químicos, colorantes, conservantes, etc. Lo mismo ocurre si contiene números o letras junto a cada ingrediente.
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“Seguro es un alimento ultraprocesado”, sospecha Piacenti, quien recomienda también moderar el consumo de azúcares añadidos, “que son una forma refinada de azúcar que se agrega durante el procesamiento de alimentos para mejorar el sabor”.
Esto puede figurar como jarabe de maíz de alto contenido de fructosa, dextrosa, maltosa, sacarosa, miel, jugo de fruta concentrada, jarabe de arce o fructosa.
Del mismo modo, pide minimizar o evitar el consumo de sodio y hacer caso a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que recomienda ingerir menos de 2000 mg/día de sodio (equivalente a 5 g/día de sal).
Para el empresario el porcentaje (%) de valor diario es otra parte importante de la guía AIRE ya que brinda una idea sobre la cantidad de un nutriente o calorías que aporta ese alimento según el requerimiento diario de cada consumidor.
“Si tiene 5% del valor diario o menos, es bajo en ese nutriente; un valor de 20 % o más, indica que es alto en ese nutriente”, agrega.
Tabla nutricional
En la empresa advierten que la información que contienen los envases de alimentos es poco leída en la Argentina si se tiene en cuenta que solo tres de cada 10 personas mayores de 13 años revisa la tabla nutricional.
Para mejorar esto, asegura que se necesitan estrategias que faciliten elecciones más saludables, como sugieren organismos internacionales como OPS/OMS, UNICEF y FAO.
En este sentido, Federico Angelinetti, socio y también co-founder de Green Food Makers aporta que “los sellos en los envases indican el exceso de azúcares, grasa, sodio o calorías según el Código Alimentario Argentino”.