El coronavirus y el cambio climático, el día después
Un virus muestra cuán frágiles somos y los gobiernos del mundo se están debatiendo entre dejar morir a millones para que no se desplome la economía.
La crisis financiera de 2008 nos demostró cómo un esquema de sobreendeudamiento sumado a un exceso de especulación inversionista puede producir un cisma en la economía que demora varios años en resolverse.
Ahora un virus nos muestra nuevamente cuán frágiles somos y los gobiernos del mundo se están debatiendo entre dejar morir a millones de habitantes hoy para que no continúe desplomándose la economía, o seguir sumergiéndose en la crisis económica hasta tocar fondo en algún momento y reiniciar un camino de recuperación desde varios escalones más abajo.
Cuántos años llevará volver al punto de origen es una incógnita. Este efecto sin embargo es relativamente menor comparado con el impacto potencial de la crisis climática. Así lo señalaron el Secretario General de la ONU Antonio Guterres y el líder de la Organización Meteorológica Mundial Petteri Taalas al presentar el mes pasado la versión provisional del Informe sobre el Estado del Clima Global.
Este informe no hace más que confirmar las conclusiones de varios estudios previos, entre los cuales se destaca el que dio el puntapié inicial, el famoso Informe Stern sobre la Economía del Cambio Climático, que ya en 2006 sostuvo que se necesitaba una inversión equivalente al 1% del PBI mundial (cifra que según posteriores revisiones debería ser el doble) para mitigar los efectos del cambio climático y que de no hacerse dicha inversión el mundo se expondría a una pérdida de entre el 5 y el 20% de su PBI.
En la misma línea de los estudios mencionados arriba, como una profecía autocumplida, los trillones de dólares invertidos por los gobiernos a nivel global para morigerar los efectos del coronavirus nos muestran de manera elocuente qué tan costoso puede ser para la humanidad no construir resiliencia para afrontar la crisis climática.
Un reciente análisis llevado a cabo por la consultora internacional McKinsey & Company describe de manera precisa y detallada las similitudes y diferencias entre la actual pandemia y la crisis climática.
Respecto a las similitudes, ambas son sistémicas ya que sus manifestaciones y efectos se propagan rápidamente a través de un mundo interconectado. Son no estacionarias debido a que las probabilidades y distribución de ocurrencias de sus impactos cambian constantemente a lo largo del tiempo.
Son no lineales porque a medida que avanzan, sus impactos socioeconómicos crecen exponencialmente. Son multiplicadoras de riesgo ya que potencian vulnerabilidades existentes en los sistemas financieros y de salud.
Son regresivas en cuanto afectan desproporcionadamente a las poblaciones más vulnerables. Y finalmente, ninguna de las dos puede ser enfrentada sin una adecuada coordinación y cooperación a nivel global.
Respecto a sus diferencias, mientras que la epidemia del COVID-19 presenta peligros inminentes y discernibles, el riesgo de la crisis climática es gradual, acumulativo y distribuido a lo largo del tiempo y sobre todo aparece ante los ojos de la gente como incierto y distante en el tiempo, lo que es particularmente grave considerando que requiere importantes medidas hoy.
También sostiene que más allá de las similitudes y diferencias, presentan una gran interdependencia y en ese sentido menciona un ejemplo que ya hemos vivido en carne propia en nuestro país: el del aumento en la temperatura que crea condiciones favorables para la diseminación de vectores en zonas en las que nunca antes habían estado presentes.
Pero me quiero detener en una similitud que señala el estudio: que ni la crisis producida por el COVID-19 ni la crisis climática pueden considerarse un “cisne negro” ya que de una manera u otra, expertos de todo el mundo han advertido sobre ambas.
Si pudiéramos volver el tiempo atrás y escuchar las voces que presagiaban una pandemia como la que estamos viviendo, ¿volveríamos a ignorarlas? Seguramente no. Entonces tenemos una buena noticia: el cambio climático no nos toma por sorpresa.
Tenemos pronósticos científicos contundentes y lo que es mejor, un camino cierto a seguir -y sobre todo el sendero que no debemos transitar- para no arribar indefectiblemente a un colapso que puede simplemente acabar con nuestra existencia.
La semana pasada trece ministros de ambiente y clima –entre ellos la vicepresidenta de España- solicitaron a la Comisión Europea que utilice el Pacto Verde como herramienta de recuperación de la economía post crisis. Y esta semana una iniciativa recientemente lanzada llamada Alianza Europea para una Recuperación Verde, formada por 180 responsables políticos, directivos de grandes multinacionales, sindicatos, ONGs y expertos, sostuvieron que la lucha contra el cambio climático debe ser el “núcleo de la estrategia económica” que ponga en marcha la Unión Europea para salir de la crisis ligada a la pandemia del COVID-19.
Hoy como sociedad debemos elegir entre dos caminos para salir de esta crisis causada por la incidencia del coronavirus. Podemos lanzarnos a reiniciar una carrera frenética con la visión sesgada, intentando recuperar el “tiempo perdido” y volver al punto donde habíamos dejado, que sabemos nos llevará irremediablemente hacia otra crisis de magnitud impensable.
O podemos decidir refundarnos como sociedad y aprovechar esta crisis para replantearnos conceptos básicos y reinventar la economía con la visión de una sociedad consciente desde lo social, económico y ambiental, que con certeza nos alejará de la crisis climática y seguramente de otras potenciales crisis.
*Carlos Bruno Gentile es ex Secretario de Cambio Climático y Desarrollo Sustentable de la Nación (2015-2019)