Productividad inclusiva, una estrategia escasa entre las empresas argentinas
Pocas compañías locales aplican planes para incrementar la productividad tanto en calidad como en cantidad, la inversión en capital humano y en capital físico.
“¿Su empresa ha encarado proyectos relacionados con la productividad inclusiva en los últimos tres años?”.
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Con esta pregunta, el IAE Business School, la escuela de negocios de la Universidad Austral, elaboró un trabajo de investigación sobre el logro simultáneo del aumento de la productividad y de la inclusión en el sector corporativo local.
El informe, que estuvo coordinado por Juan José Llach, estuvo dirigido a obtener la opinión de 412 empresas, heterogéneas en términos de tamaño, sector de actividad y región, para poder cuantificar emergentes y obtener conclusiones en relación a la propuesta del Proyecto de Productividad Inclusiva (PI) y profundizar en la generación de información acerca de la temática a partir de la mirada del sector privado.
Qué es la productividad inclusiva
Para los autores del documento, la productividad inclusiva es el mejor camino para crecer con progreso social. “La productividad sin inclusión no es aceptable política y socialmente. Y la inclusión sin mayor productividad, no es sostenible”, sentencian en el trabajo donde se impulsa la propuesta de Productividad Inclusiva (PI) que sugiere que el camino más eficaz y menos riesgoso es un crecimiento compatible con la reactivación, cuyo corazón es impulsar la demanda con protagonismo de la inversión en capital humano y físico y de las exportaciones.
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“De ese modo habrá equilibrio entre la propensión a gastar y a ahorrar, un desafío que nuestro país rara vez ha logrado”, detallan.
Todo lo dicho, agregan, favorece una mayor creación de empleos formales y una generación de divisas más sostenible. Sostienen también que una menor desigualdad requiere un impuesto a los ingresos de las personas realmente más progresivo y una sustancial mejora de los impuestos patrimoniales, sin duplicaciones y generadores de inversión.
En este marco, se reclaman productividad del Estado; información; más y mejor inversión en capital humano y físico; mejor y mayor inversión en ciencia y tecnología; empleos formales y personalización; nutrición y salud.
Al respecto, el propio Llach sostiene que las propuestas del IAE se asientan en un trípode: inversión, empleo e inclusión. Es decir, invertir en capital físico y humano, para aumentar así la productividad y el empleo formal, y combatir la pobreza y mejorar otros aspectos de la inclusión.
“Esas orientaciones bastarían en un país menos complejo, pero no en la Argentina que padece demasiados males, inexistentes en casi todo el mundo, varios de los cuales implican una ruptura del contrato fiscal entre los ciudadanos contribuyentes y el Estado: alta inflación y déficit fiscal crónicos, gasto público, presión tributaria y evasión muy elevados, carga impositiva regresiva y desalentadora de la inversión y las exportaciones, además de ser el país más bimonetario del mundo” advierte.
Para el economista, la productividad inclusiva necesita que estos problemas sean superados. “Emprender un rumbo en el sentido de nuestro trípode también ayudaría a superar los mencionados desafíos macroeconómicos. Por caso, el camino genuino para resolver la escasez de divisas es un salto duradero del saldo comercial externo por mayor inversión orientada a las exportaciones, para depender así menos de sus precios o de la demanda y más de la productividad aumentada por la inversión”, detalla.
Qué dice la encuesta sobre productividad inclusiva
De los resultados de la encuesta surge que sólo un 35% de las empresas reconoce haber encarado proyectos relacionados con la productividad inclusiva en los últimos tres años, sin observarse diferencias significativas entre segmentos.
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Del mismo modo, siete de cada 10 encuestados admite que sus empleados aceptan o aceptarían la puesta en marcha de la productividad inclusiva, en tanto se destaca un elevado nivel de desconocimiento por parte de los sindicatos con un 42,2%, mientras que otro 36,9% considera que en períodos de reactivación económica sería viable en Argentina la productividad inclusiva.
Del informe surge también que ocho de cada 10 empresas no posee un esquema de participación en las ganancias, e independientemente de tenerlo implementado, un 43,7% considera que en la situación actual del país no sería conveniente implementarlo en su empresa. En este sentido, destacan significativamente las empresas del sector de comercio que en mayor proporción manifiestan que sí seria conveniente, y las industriales teniendo mayor peso sobre el desconocimiento en términos de conveniencia.
Para poder encarar este mecanismo a futuro, la mayoría de las empresas reclama que el país tenga un rumbo claro en la economía, siendo este pedido el factor más importante para invertir en la ampliación de las operaciones o en una nueva operación para un 41% de las empresas.
De la encuesta surge que una economía en crecimiento se presenta como el segundo factor (28,2%), con mayor preponderancia, siendo una menor presión impositiva la política pública más demandada para aumentar la productividad (38,1%), seguida de rumbos más claros de la economía (31,6%).
Con respecto a la productividad, entendida como el aumento del producto por persona ocupada, es una función realizada por el 74,5% de los consultados, con mayor proporción en empresas de más de 50 trabajadores pero menos en empresas de servicios, siendo que ocho de cada 10 la miden o medirían para mejorar la rentabilidad.
Empresas con tecnología de punta, a la cabeza
Entre quienes sí miden la productividad en la empresa admiten, en similares proporciones, que en los últimos cinco años la misma se ha mantenido e incluso mejorado. Mientras tanto, comparativamente entre empresas equivalentes admiten, en un 40,5%, observarla en similares términos, en tanto un tercio manifiesta no compararla.
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“Las empresas con tecnología de punta miden, en mayor proporción, la productividad y más empresas con retraso tecnológico no lo hacen, destacándose las industriales y nuevamente las de mayor tamaño en las de mayor actualización tecnológica”, detalla el informe.
También se señala que el 45% de los consultados pone en práctica programas de reconocimiento por logros en la productividad, así como aquellos que se establecen para aceptar y poner en práctica feedbacks de los empleados. En relación con los programas de mejora continua son implementados por una de cada dos empresas.
La actualización tecnológica es identificada por el 45% como la principal acción que permitiría mejorar la productividad de las empresas, en tanto en la sumatoria de menciones alcanza similar peso las mejoras en los procesos y, en segundo lugar, la capacitación del personal.
Por otro lado, más del 50% distingue la independencia entre la cantidad de personal ocupado y el incremento del producto por persona ocupada, en tanto un 17,7%, considera que no es posible aumentar el producto por persona ocupada.
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Con respecto al impacto de la revolución 4.0 en la productividad, el 80% de las empresas reconoce tener identificados los cambios tecnológicos de impacto en el negocio.
Las aplicaciones y sistemas en la nube son las herramientas más utilizadas para afrontar la Revolución 4.0, mayormente entre empresas de servicios; de menos de 49 empleados, mientras que sólo un 13,1% manifiesta no utilizar ninguna de las herramientas enumeradas.
De todos modos, el contexto económico del país se erige entre las principales barreras a las que las empresas se enfrentan al introducir nuevas tecnologías. Otras barrera son el alto nivel de inversión requerida, en especial entre las empresas radicadas fuera de Capital Federal y la provincia de Buenos Aires.