Una mala decisión del pasado repercute en el presente: cómo retirar 200 mil barriles radioactivos del Atlántico
Desde mediados del siglo XX era habitual verter los residuos al fondo del océano, pero en 1990 quedó totalmente prohibido. ¿Y ahora?
La gestión de los residuos radiactivos fue motivo de controversia durante décadas, especialmente en lo referente a su destino final: ¿deberían enterrarse o arrojarse al mar? Entre 1946 y 1990, antes de que esta práctica fuera prohibida, más de 200.000 barriles con desechos radiactivos fueron vertidos en el océano Atlántico. En aquel entonces, se creía que las profundidades marinas, ubicadas a unos 4.000 metros de profundidad y lejos de las costas de España y Francia, eran entornos estériles, carentes de vida.
Cómo retirar 200 mil barriles radioactivos del Atlántico
Con el tiempo, esta percepción cambió drásticamente. Investigaciones recientes revelaron que estos ecosistemas son mucho más complejos y ricos de lo que se pensaba, lo que encendió las alarmas sobre los posibles efectos de estos residuos. Según informa el medio francés Futura, la comunidad científica no solo está preocupada por los restos radiactivos: otros contaminantes como el plástico también amenazan la biodiversidad marina y terrestre.
El Convenio de Londres, establecido para salvaguardar los ecosistemas acuáticos, prohibió el vertido de desechos radiactivos en 1990. Sin embargo, los barriles depositados anteriormente siguen en el fondo del océano, sin ser recuperados, y su estado actual continúa siendo un misterio. Para arrojar luz sobre esta situación, un equipo interdisciplinario de científicos franceses lanzó una misión para cartografiar con precisión la ubicación de estos contenedores y analizar los posibles riesgos que representan sus emisiones radiactivas.
El proyecto Nodssum tiene como objetivo elaborar un mapa detallado de las zonas afectadas mediante el uso de tecnología de punta, como sonar de alta resolución y el submarino autónomo UlyX, uno de los pocos en el mundo con capacidad para operar a las grandes profundidades requeridas. Según informa Futura, la misión está prevista para este verano y contará con la colaboración del CNRS, Ifremer, la flota oceanográfica francesa y la Universidad de Girona. Las labores se concentrarán en un área de 6.000 kilómetros cuadrados dentro de la llanura abisal, a más de 4.000 metros de profundidad.
Evaluar riesgos y mitigar son dos tareas prioritarias para el futuro
Uno de los principales objetivos es sentar las bases para una campaña futura que se enfocará en el entorno inmediato de los barriles radiactivos. Esta exploración permitirá realizar un análisis detallado de los sedimentos, el agua y la vida marina presente en esas zonas. Con el paso del tiempo, aumentó la preocupación sobre la integridad de los barriles, que fueron sellados con betún y cemento antes de ser arrojados al mar. Por ello, evaluar el riesgo radiológico y diseñar estrategias efectivas de mitigación se volvió una tarea prioritaria.
Desde mediados del siglo XX, se reforzaron las regulaciones para la gestión de residuos radiactivos. El Convenio de Londres, oficialmente denominado Convención sobre la Prevención de la Contaminación del Mar por Vertimiento de Desechos y Otras Materias, entró en vigor en 1975 con el propósito de evitar la contaminación marina provocada por vertidos, prohibiéndolos completamente. Paralelamente, la Unión Europea, a través de la Directiva 2011/70/Euratom del Consejo de la UE, estableció un marco normativo que obliga a los Estados miembros a desarrollar programas nacionales para la gestión de residuos radiactivos y combustible nuclear gastado. Esta directiva prohíbe su transferencia a terceros países, salvo bajo condiciones estrictamente controladas.