Glifosato hasta en los caminos rurales: el veneno creado por Monsanto, presente más allá de los lotes
Un estudio efectuado por científicos de La Pampa y el INTA detectó al agrotóxico también en ese ámbito. Particularidades de un plaguicida letal.
La presencia del glifosato en el territorio argentino, con todo lo que esto implica en términos de contaminación y eventual aceleración del cáncer, sigue sumando ámbitos y escenarios.
Además de constatarse su presencia en agua de lluvia, suelos, cursos de agua como el río Paraná, y los cuerpos de infinidad de personas que habitan los pueblos fumigados del interior de la Argentina, ahora se detectó al herbicida y su degradación, denominada AMPA, en caminos rurales o vecinales de zonas de explotación agrícola intensiva.
Publicada en la revista Science of the Total Environment, una investigación firmada por Nancy Ramírez Haberkon, Virginia Aparicio y Mariano Méndez, científicos de la Universidad de La Pampa, el Instituto de Ciencias de la Tierra y Ambientales de esa misma provincia y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), señala que “los caminos sin pavimentar dentro y fuera de los campos agrícolas son una fuente de emisión de PM10 –partículas– a la atmósfera”.
Y, ligado a esto, destaca que “se detectaron glifosato y AMPA en todas las fuentes”, esto es, caminos de tierra relevados. El muestreo, exponen los autores, se llevó a cabo en la zona oriental de, justamente, la provincia de La Pampa.
En el trabajo, al que accedió Economía Sustentable durante la jornada del lunes, se aclara que las concentraciones más bajas se corroboraron en las vías fuera de los campos bañados con el veneno.
“Una hectárea de camino sin asfaltar emite la misma cantidad de glifosato que 956 hectáreas de suelo agrícola y la misma cantidad de AMPA que 381 hectáreas de suelo agrícola. Esto demuestra que los caminos sin pavimentar tienen una alta capacidad para descargar glifosato y AMPA a la atmósfera”, especifica el estudio en sus conclusiones.
“Estos resultados muestran la importancia de las rutas sin asfaltar como fuentes de emisión de material particulado. Grandes cantidades de glifosato y AMPA pueden transportarse asociadas al PM10 emitido por los caminos sin pavimentar. La erosión eólica de suelos agrícolas y no pavimentados puede afectar la salud humana y el ambiente”, remarca.
La investigación remarca que se encontró mayor concentración del veneno y su residuo en las partículas soltadas y puestas a circular en la atmósfera –por acción del viento u otra variable externa– que en el mismo suelo de los caminos.
“Los caminos rurales emitieron más glifosato en el PM10 que los suelos agrícolas”, afirman los científicos en un apartado.
En otras palabras, el polvo que vuela en los caminos junto a campos en los que se aplican plaguicidas de manera intensiva está cargado con el veneno.
Un agrotóxico letal
El herbicida glifosato, producto estrella de la multinacional Bayer Monsanto, produce cáncer. Y así lo vienen determinando sendas condenas legales contra la compañía en Estados Unidos en los diferentes juicios que las víctimas vienen entablando tras utilizar la formulación RoundUp.
El agrotóxico, autorizado por primera vez en Norteamérica en 1974, combina elementos químicos que inhiben el trabajo de enzimas que permiten a las plantas llevar a cabo procesos esenciales para la supervivencia.
Si bien Monsanto fue la responsable de su creación, lo cierto que la patente del plaguicida se liberó en el año 2000 por lo que su fabricación ya se realiza en distintos lugares en el mundo. Una de las particularidades de este químico es que no actúa de manera selectiva: elimina toda la vegetación. De ahí la manipulación genética que derivó en el desarrollo de la soja transgénica.
Sólo la incorporación del gen que resiste la potencia del glifosato permite a la oleaginosa continuar de pie y proseguir su crecimiento luego de las habituales fumigaciones.
El herbicida que predomina
A nivel local, y dado el predominio de cultivos modificados para resistir al plaguicida como la soja, el maíz, el algodón y la alfalfa, al año se aplican algo más de 400 millones de litros de agrotóxicos, de los cuales al menos 300 millones corresponden a formulaciones de glifosato.
Distintas experiencias científicas comprobaron que el plaguicida atraviesa la placenta.
En julio de 2016, un trabajo que lleva la firma de, entre otros, Alicia Ronco -fallecida en noviembre de ese mismo año- y Damián Marino, investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), confirmó que la cuenca del río Paraná, considerada la segunda más importante de Sudamérica detrás de la que comprende al Amazonas y con desembocadura en el Río de la Plata, está altamente contaminada con glifosato o AMPA.
En el mismo mes pero de 2017, otra investigación científica llevada a cabo también por científicos del CONICET y el EMISA (Espacio Multidisciplinario de Interacción Socio Ambiental) -vinculados a la UNLP-, reveló que el herbicida que se aplica en la práctica agropecuaria no desaparece de los campos.
Por el contrario, y dada la enorme cantidad pulverizada y la afectación de los microorganismos encargados de su degradación, el glifosato no hace más que acumularse en las tierras con todo el riesgo tóxico que esto implica.
Más efectos negativos
Otro estudio local contundente en cuanto a demostrar la toxicidad del compuesto fue realizado por Andrés Carrasco, un científico que -fallecido en mayo de 2014- llegó a presidir el CONICET y probó que la sustancia produce desde muerte celular hasta malformaciones.
La investigación de Carrasco reportó estos daños, con el agravante de que la experiencia se llevó a cabo sobre concentraciones de glifosato mucho menores a las que hoy se aplican en los campos.
En la actualidad, los efectos nocivos sobre la salud humana y el medioambiente en general derivados de la aplicación de glifosato pueblan las páginas de más de 1.000 trabajos científicos independientes desarrollados alrededor del mundo.
Un dictamen de marzo de 2015 de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), vinculada a la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró la existencia de evidencia suficiente para relacionar al glifosato con, precisamente, la proliferación del cáncer.