El desarrollo sustentable es un buen negocio: ¿por qué?
Para entender esta definición es importante llevar adelante una revisión de los conceptos que han evolucionado hasta llegar a la construcción actual.
Históricamente se ha asociado (erróneamente a mi entender) a la sustentabilidad como una cuestión ética, filantrópica o bondadosa, cuando en realidad contiene una relación directa con el progreso para todos en términos económicos, sociales, ambientales y principalmente generacionales.
Si bien no hay una definición unívoca y exacta del Desarrollo Sustentable o Sostenible (en lo personal creo que la diferencia solo es por su traducción de “Sustainable” en inglés), con la ayuda de la Real Academia Española y la labor de la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de Naciones Unidas, podemos entenderlo como: “La evolución progresiva de una economía hacia mejores niveles de vida satisfaciendo las necesidades actuales pero sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras”.
En ese sentido, para entender esta definición es importante llevar adelante una revisión de los conceptos que han evolucionado hasta llegar a la construcción actual.
Un poco de historia
Hacia mediados del siglo pasado, se asociaba al progreso exclusivamente como la generación de riqueza, sólo en términos económicos, sin importar otras dimensiones.
Es decir, la empresa más valiosa era aquella que generaba mayor dinero sin importar otras consideraciones. En ese misma línea, la nación más próspera era la que detentaba mayor “crecimiento” de su Producto Bruto (medida establecida como herramienta para determinar el tamaño de las economías nacionales en la Conferencia de Bretton Woods en 1944).
Luego de ello, principalmente a partir de los años 1950, se empezó a considerar el factor “Social”, o sea la calidad de vida de propia gente que conformaba una organización o incluso constituía una nación.
Entonces las empresas más destacadas ya no se conformaban con la producción de valor sólo en términos económicos sino también consideraba a sus empleados, clientes, etc. como factores fundamentales de “desarrollo” y construcción de valor de marca.
Al mismo tiempo, los Estados comenzaron a incluir el bienestar de su pueblo en términos de educación, empleo, salud y equidad, entre otras cuestiones a tener en cuenta para medir su prosperidad.
Finalmente, el Desarrollo Sostenible vino a incorporar una nueva dimensión, la Ambiental, relacionada intrínsecamente con lo generacional. Es
decir, podemos crecer (económico), podemos desarrollarnos (social) pero debemos contemplar y minimizar los efectos que generaremos en nuestra sociedad y los futuros habitantes del planeta.
En síntesis, la evolución conceptual refleja lo que hemos avanzado como humanidad a partir de la incorporación de diferentes dimensiones a nuestro entendimiento de progreso: primero el “Crecimiento” asociado a lo “Económico”, luego el “Desarrollo” incorporando lo “Social” y finalmente el “Desarrollo Sostenible” integrando la cuestión ambiental a todo lo anterior.
Por esto, desde las ciencias económicas tenemos el desafío y la responsabilidad de transformar y/o reconvertir el concepto de la “Administración” por el de “Administración Sustentable”, entendiendo ello como el proceso de planificar, organizar, dirigir y evaluar el uso de los recursos y las actividades derivadas, con el fin de alcanzar los objetivos de forma eficaz, eficiente e inteligente, revisando y contemplando los impactos sociales y ambientales, y en consecuencia, sin comprometer a las generaciones futuras.
Un camino con desafíos
Es evidente que, en este nuevo contexto, el mercado argentino debe considerar la oportunidad de negocio que representa el desarrollo sustentable en el mediano y largo plazo, por varios factores concretos.
En primer lugar buena parte del mundo ha incorporado la dimensión ambiental en su consideración y por tanto, las posibilidades de exportar se van a ir complicando si nuestros procesos de producción y generación de riqueza no contemplan los impactos ambientales como las emisiones derivadas.
En segunda instancia, progresivamente se observan a empresas de gran tamaño integrar en su perspectiva global la sustentabilidad como un protagonista ineludible.
Como tercer factor, los jóvenes detentan una valoración y un compromiso muy potente con relación a la temática y al momento de ejercer su condición de consumidores lo hacen saber.
De hecho, estos “chiques” cuando emprenden ya lo hacen contemplando el cuidado del ambiente y a partir de eso, se abren camino en mercados aún sin explorar.
Finalmente, aquellas empresas que entiendan este nuevo paradigma y puedan adaptarse o reconvertirse serán las que dominen los mercados en un futuro no muy lejano, porque definitivamente, el Desarrollo Sustentable, es un buen negocio.
*Marcelo Corti es Director Ejecutivo en Centro de Desarrollo Sustentable – Facultad de Ciencias Económicas (UBA)