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Triple impacto

Dos docentes mendocinas transforman los desechos del vino, el tomate y el ajo en telas biodegradables

Gabriela Negri y Analía Funes convirtieron residuos agrícolas en un material sustentable que puede usarse en indumentaria, accesorios y packaging.

Dos docentes mendocinas transformaron su curiosidad y compromiso ambiental en un emprendimiento innovador: producen telas biodegradables a partir de desechos de uva, tomate y ajo. Gracias a esta iniciativa, Gabriela Negri (51) y Analía Funes (37) fueron reconocidas en un prestigioso concurso que premia proyectos sustentables. Se conocieron en el Instituto de Educación Superior 9-001 General San Martín, donde ambas daban clases, y hoy lideran una propuesta que une ciencia, diseño y conciencia ecológica.

Transforman los desechos del vino, el tomate y el ajo en telas biodegradables

De las aulas al laboratorio

“Hay que ser perseverantes, confiar y tener fe, porque nunca es el momento ideal para emprender”, coinciden Gabriela y Analía, profesoras de diseño que hace tres años decidieron investigar alternativas sostenibles en la industria textil, una de las más contaminantes del planeta.

Su vínculo comenzó en el ámbito académico: aunque no compartían materias, habían colaborado en algunas clases y compartían el interés por la sustentabilidad. Mientras Gabriela finalizaba una maestría en investigación, Analía realizaba una capacitación del Ministerio de Ambiente sobre materiales textiles sostenibles. De ese cruce nació la idea de crear un proyecto propio.

“Con toda la información que habíamos reunido, decidimos iniciar una investigación. Buscamos antecedentes, contactamos especialistas de otros países y empezamos a experimentar, cada una con su fórmula”, recuerda Analía.

Tras múltiples ensayos, la prueba número 11 resultó ser la definitiva. “De ahí surgió el nombre de la marca”, agrega entre risas.

Innovar desde casa

En un principio, las pruebas se realizaban en las cocinas de sus hogares, en un formato casi de laboratorio doméstico. Con el tiempo y el acompañamiento del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), lograron certificar el proceso y avanzar hacia una producción artesanal a mayor escala.

Gabriela Negri y Analía Funes convirtieron residuos agrícolas en un material sustentable

El reconocimiento obtenido les permitirá seguir creciendo: planean invertir el dinero del premio en nuevas maquinarias para optimizar el secado de las láminas de tela biodegradable. Un paso más en un camino que comenzó entre clases, hijos y ensayos, y que hoy marca un ejemplo de innovación sustentable hecha en Mendoza.

De los desechos al diseño sustentable

Cada año, la industria vitivinícola descarta unas 400 mil toneladas de orujo; la del tomate, 270 mil toneladas de bagazo; y la del ajo, 90 mil toneladas de chala. La mayoría de estos residuos termina en vertederos o se quema al aire libre, generando un fuerte impacto ambiental.

Bioeleven encontró una forma de transformar ese problema en una oportunidad. Con esos tres desechos -orujo, bagazo y chala- el emprendimiento produce telas biodegradables de distintos colores, texturas y gramajes. Las láminas estándar miden 80 x 60 centímetros, aunque también elaboran formatos más pequeños (60 x 40 y 30 x 40).

“El biomaterial puede aplicarse en múltiples rubros: indumentaria, accesorios, marroquinería, gastronomía, packaging o merchandising. La versión con malla, por ejemplo, es ideal para calzado. Se puede coser, pegar, cortar con láser, grabar y serigrafiar”, explica Analía Funes, una de sus creadoras.

Un material con sello sustentable

En sus inicios, el equipo trabajaba únicamente con orujo, por lo que lanzaron la línea ReVid, pensada para el enoturismo, la gastronomía y las bodegas. Con el tiempo, su propuesta despertó el interés del sector del diseño textil, donde encontraron un público más receptivo a los nuevos materiales.

Gracias a una convocatoria de Industrias Creativas, realizaron un concurso con diseñadores de todo el país para probar la resistencia y adaptabilidad del biomaterial frente a distintas condiciones climáticas. “Nuestro biomaterial no se reseca ni se humedece. Puede mantenerse intacto durante diez años y requiere los mismos cuidados que un ecocuero”, destaca Gabriela Negri.

El diferencial de Bioeleven es que todos sus productos son biodegradables y compostables: no contienen químicos ni plásticos, y sus componentes son totalmente naturales. Para certificarlo, trabajaron junto al INTI y el Conicet, que validaron las propiedades del material. “Muchos biomateriales se presentan como ecológicos, pero incluyen resinas o mallas sintéticas. En nuestro caso, todo es natural, incluso la malla textil, que es de algodón orgánico”, subraya Gabriela.

Un premio para crecer

El proyecto fue uno de los tres ganadores del programa Diseño Argentino Exponencial – Creative Bootcamp, impulsado por la Fundación Bunge y Born y el British Council, que otorga un incentivo de 5.000 dólares a emprendimientos creativos.

Gabriela y Analía se habían postulado el año anterior, pero no llegaron con la documentación. Esta vez, lo intentaron de nuevo -y fueron elegidas. Con el premio, planean adquirir una máquina de secado que les permitirá escalar la producción. “Hoy hacemos unas 40 láminas por mes y dependemos del clima. Con el nuevo equipo podremos garantizar calidad y aumentar la producción a 280 láminas mensuales”, concluye Analía.

Fecha de publicación: 24/10, 8:01 am