Ecodiseño: emprendedores argentinos crean productos de alto valor y bajo impacto ambiental
Más allá de la estética y la funcionalidad, el diseño también puede colaborar a la solución de problemas ambientales, extendiendo la vida útil, promoviendo el reciclado y la economía circular. Conocé emprendimientos donde ya se aplica.
En este camino, el diseño sustentable o eco-diseño es fundamental para cambiar el actual modelo de economía lineal basada en el consumo y la generación de residuos, por una economía circular donde los materiales y productos al final de su vida útil vuelven como materias primas para un nuevo proceso productivo.
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“Mi propósito es reducir el consumo de plástico y transformar los desechos a través del arte”, dice Griselda Ghiglione, creadora de “La Mujer de la Bolsa” (@lamujerdelabolsa). Con creatividad y paciencia, Griselda convierte las bolsas y otros descartes de plástico en carteras tejidas, billeteras, atrapa-sueños y aros de vistosos diseños que vende a través de Instagram y en la feria artesanal de Plaza Francia.
Fue la primera artesana en recibir el “Sello Verde” del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, no sólo por vender productos sustentables, sino porque todo el proceso de elaboración cumple normas ambientales de eficiencia energética y cero residuos.
Para obtener un material estampado, que parece un cuero de color con el que luego elabora los aros y accesorios, la emprendedora usa una técnica de termofusión (calentar los plásticos con una plancha). “Este proceso tiene que hacerse con cuidado, muy rápido y en un ambiente ventilado, ya que consume mucha energía y desprende sustancias tóxicas. Yo no lo sabía, pero una vez terminamos con una intoxicación después de estar trabajando en esto por más de 12 horas”, cuenta.
Madre de cuatro hijos varones y víctima de la violencia de género, Griselda arrancó con el emprendimiento a fines de 2022. “En noviembre del año pasado, después de varios años de no tomarme vacaciones, pude juntar unos pesos y me fui con los chicos unos días a la Costa. El primer día, caminando por la playa, vimos un delfín muerto, atragantado con una bolsa de plástico. Esa imagen me conmovió tanto, que pensé: tengo que hacer algo, no se puede seguir tirando bolsas, que al final van al mar”, cuenta.
Al regresar a su pequeño departamento, hoy convertido en taller, comenzó a tejer bolsas y canastos con los plásticos que juntaba y los llevó al jardín de su hijo más chico. La directora la invitó a dar una charla y a pedirle a los chicos y sus padres que separen los residuos y junten las bolsas, limpias y secas. A los pocos días, Griselda tenía una enorme cantidad de coloridos materiales, y su imaginación empezó a volar. “Probé distintos objetos y diseños y me quedé con los aros, porque al ser pequeños y menos costosos, se venden y circulan más”, admite. También hace diseños para marcas y para regalos empresariales.
Fiel a su propósito, Griselda entrega sus productos sin envoltorios plásticos. “Nos hicieron creer que el packaging es más importante que el producto. Lo que hago es comprarle a otra emprendedora envoltorios a partir de papel reciclado de revistas y diarios. Es muy importante ser coherentes con el mensaje”, dice. “Las clientas llegan porque les gustan los diseños, pero si además les cuento cómo están hechos los aros, y que con cada bolsa que rescatamos, evitamos que quede enterrada por más de 400 años o llegue al mar, entonces estoy contribuyendo a un mundo mejor y menos contaminado y eso me hace feliz”, afirma.
Moda circular
Diseñar y producir bajo el concepto de “economía circular”, reutilizando y reciclando materiales, plantea el reto de sumar valor a objetos cuyos insumos se supone que no lo tienen, porque provienen del descarte. Y también implica “dar vuelta el proceso creativo y de diseño”, para partir de la base de las materias primas y no de las formas.
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“Cada material que me llega es una historia diferente. Hay que encontrarle la vuelta y muchas veces es a fuerza de prueba y error”, dice Gabriela Bonavita, creadora de Reina Momo (@reinamomoartesana), una marca de objetos y accesorios sustentables a partir de residuos informáticos y de la música.
Gabriela trabaja con insumos poco convencionales como discos de vinilo, casetes, CDs, diskettes, y también cápsulas de café instantáneo y cajitas de confites Tic Tac. En sus manos, se transforman en juegos de luces y guirnaldas, portacosméticos, ceniceros, fruteras, cigarreras, pastilleros, billeteras, carteras, portalápices y bijouterie.
“Diseño el residuo que quiero evitarle al planeta. La vida útil de las cosas puede ser distinta a la que conocemos”, dice. La premisa es, ante todo, aprovechar los materiales sin generar nuevos descartes. Su producto estrella son los monederos con casetes. Pero tenía que darle un uso a las cintas, tornillos y otras piezas de plástico muy pequeñas. Así que con las cintas hace ropa tejida y con las tuerquitas, collares, aros y pulseras.
Uno de sus mayores retos -confiesa-, es ponerle un precio a sus creaciones. “Me costó aprender que, por más que los materiales los consigo a un costo bajo o sin costo, mi trabajo de diseño y el tiempo para ir a buscarlos, seleccionarlos y acopiarlos, tiene un valor”.
Bonavita comercializa sus productos en redes sociales y ferias de diseño y planea lanzar un taller para “capacitar a otras mujeres en cómo reducir sus residuos y crear a partir de ellos nuevos objetos”. Entre los beneficios de su trabajo, destaca que “el arte es sanador. Las técnicas de tejido y producción artesanal son terapéuticas y ayudan a reducir el estrés”.
Triple impacto
Muchos emprendimientos de ecodiseño buscan, además de un impacto ambiental positivo, un rédito social a partir de la inclusión laboral de grupos vulnerables.
La firma Isolant, fabricante de productos para aislamiento térmico, desarrolló un innovador burlete para puertas (“puertelete”), en base a materiales de descarte (cámaras de bicicleta usadas), que es confeccionado por personas privadas de su libertad.
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Para esto, Isolant se alió al fabricante de cámaras de bicicleta Colla, y a la empresa social Juaga (@juaga.design), que lleva adelante talleres de capacitación e inclusión laboral en el penal de Olmos.
Además de actuar como aislante térmico, el “puertelete”, impide la entrada de polvo, insectos y roedores. Su instalación es sencilla, es impermeable, durable y apto para cualquier tipo de piso.
Se trata de un producto de triple impacto, ya que reutiliza materiales de descarte como materia prima, y brinda una oportunidad de capacitación e inclusión laboral a personas en situación de reclusión. Además, su packaging es sustentable al reemplazar los plásticos por materiales reciclados para el envoltorio y la etiqueta.
La fabricación de 2.860 Puerteletes Reforzados tiene un impacto ambiental positivo al reutilizar 715 kg de caucho de cámaras de bicicletas, destacan en Isolant. De este modo, el ecodiseño aplicado a este innovador producto de aislación contribuye a reducir residuos, ahorrar recursos naturales y energía, y evita emisiones de CO2 asociadas con la producción de nuevos materiales.
Para llegar a una economía circular que permita mitigar el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, es necesario rediseñar los productos con criterios de sustentabilidad. Cada vez más emprendedores, marcas y empresas se están subiendo a esta tendencia.