Economía sustentable y tecnología: no siempre van de la mano
La aplicación de avances tecnológicos al proceso productivo no siempre arroja como resultado un saldo positivo.
A simple vista, podría entenderse que cualquier mejora tecnológica debería de ser automáticamente implementada. El paradigma se basa en la supuesta ventaja de lo “nuevo sobre lo viejo”.
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Existen casos debatidos en el mundo económico que demuestran que la premisa no es del todo acertada. Analizaremos brevemente dos de ellos.
La industria automotriz: ¿el fin del motor a combustión?
Parece quedar atrás la épica historia de la masificación del automóvil de la mano del “Ford T”, los legendarios “hot rods” norteamericanos y los elegantes sedanes europeos. El motor a combustible, tendría los días contados, en especial en el territorio de la Unión Europea, en donde la Norma Euro 7 amenaza con eliminar todo motor a combustión desde el 2035 en adelante.
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Los altos costos de implementar de forma masiva el uso de motores eléctricos, en conjunto con la situación geopolítica, posiblemente dilaten o morigeren las disposiciones legales, estirando así la vida de los motores clásicos.
Por otro parte, a la fecha no existe un plan que dé solución a las problemáticas de la implementación de la electrificación. No existe consenso en cómo serán tratadas las baterías de litio desechables, altamente contaminantes. La nueva tecnología, no es tan “verde” como se plantea.
Parece ser que la mejor opción es saltar directamente al motor de hidrogeno, tal como lo están estudiando Toyota, Subaru, Mazda, Yamaha y Kawasaki. El tiempo dirá si podrán desplazar al litio como el nuevo comodittie codiciado.
Actividades digitales: el consumo energético
La masificación del uso de redes, en conjunto con internet y la economía digital, avizoraban un futuro en donde las industrias no contaminarían de forma indiscriminada al momento de producir. Este paradigma se ve puesto en crisis ante dos factores: El consumo energético desmedido y los desechos tecnológicos.
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En primer lugar, la energía, uno de los bienes más preciados del siglo XXI, se encuentra en pleno aumento de costos. El boom de los criptoactivos provoco un aumento sin precedentes del consumo energético. Varios estados debieron de regular la actividad de “minado” producto de la escasez energética.
Por otro lado, el constante desarrollo de productos electrónicos, en conjunto con el internet de las cosas aceleró la obsolescencia programada ya que, en cortos espacios de tiempo, un simple celular o una placa de video pierden su utilidad ante nuevas necesidades, funciones y requerimientos.
Aun hoy no tenemos grandes programas de reciclaje de desechos tecnológicos. La industria y el alto consumo por parte de la población no ayudan a contener el suceso.
Soluciones posibles
No es opción frenar el desarrollo y el empleo ya que las consecuencias de tal actitud devendrían en una catástrofe sin precedentes en la humanidad.
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Es necesario repensar la lógica y la necesidad de consumo, como así también elaborar e implementar planes a largo plazo que no respondan únicamente a criterios economicistas o modas pasajeras.
Elaborar acuerdos productivos a gran escala podría dar certeza y tiempo de recuperar el terreno perdido. Acompañar la transición tecnológica con un paquete de leyes de incentivo, morigeración impositiva, créditos blandos y beneficios por cumplimiento podría funcionar mejor que las ya probadas y fracasadas sanciones recaudatorias.
Por Alejandro Golob | Grispo Abogados – Departamento de Derecho comercial