Lo que la NASA no dice sobre el entrenamiento de los astronautas: la dieta secreta y los retos
Viajar al espacio exige algo más que coraje: requiere dominar una rutina que pone a prueba cada músculo y cada pensamiento.
Detrás de cada misión espacial, hay una preparación que va mucho más allá de los trajes presurizados, los simuladores o los cohetes. La NASA somete a sus astronautas a un entrenamiento físico y mental extremo que comienza años antes del lanzamiento. Pero uno de los aspectos menos conocidos -y más determinantes para su éxito- es la alimentación que siguen durante todo el proceso.

El entrenamiento se divide en etapas que combinan fuerza, resistencia y adaptación a entornos de microgravedad. Los astronautas realizan rutinas diarias que incluyen ejercicios aeróbicos, pesas y simulaciones en piscinas profundas que reproducen la sensación de ingravidez. “El objetivo es mantener la masa muscular y la densidad ósea, dos factores que se ven seriamente afectados cuando el cuerpo pasa largos períodos sin gravedad”, explican desde la agencia espacial.
Pero el verdadero desafío empieza en el plato. La dieta de los astronautas es diseñada por nutricionistas especializados en metabolismo espacial y sigue principios de precisión casi quirúrgica. Cada menú se calcula en función del peso, el gasto energético y las condiciones de cada misión. El equilibrio entre proteínas, grasas saludables y carbohidratos complejos busca asegurar la máxima eficiencia del cuerpo humano en condiciones extremas.
Durante el entrenamiento en la Tierra, la NASA evalúa cómo cada organismo responde a distintos tipos de alimentos. Se prueban raciones deshidratadas, suplementos de micronutrientes y comidas de rápida absorción que luego formarán parte del menú a bordo. Incluso se experimenta con alimentos funcionales que ayudan a reducir la inflamación y fortalecen el sistema inmunológico.

En el espacio, comer también implica un desafío técnico: no hay hornallas ni refrigeradores convencionales, y los líquidos deben consumirse con pajillas selladas para evitar que floten. Cada bocado está pensado para ser práctico, nutritivo y estable por largos períodos. Aun así, los astronautas suelen perder peso durante las misiones, y muchos regresan con alteraciones en el gusto o el apetito.
Más allá de la dieta, la NASA también entrena la mente. El aislamiento, la falta de luz solar directa y la distancia de la Tierra exigen una preparación psicológica intensa. La agencia promueve rutinas de descanso, ejercicios de meditación y actividades recreativas para mantener la salud emocional en órbita.
El secreto, dicen los especialistas, no está solo en la tecnología, sino en lograr el equilibrio perfecto entre cuerpo, mente y entorno: una ecuación que, más que nunca, define el futuro de la exploración humana más allá del planeta.















