Un telescopio de la NASA detectó presencia de monstruos celestiales en el espacio, ¿de qué se trata?
El posible descubrimiento del primer rastro químico que evidencia la presencia de estrellas masivas en protocúmulos globulares, surgidos luego del Big Bang.
Durante años, los investigadores recopilaron valiosa información de las misiones espaciales, y el desarrollo de nuevas herramientas con mejoras tecnológicas permitió a la humanidad descubrir los secretos del universo.
Recientemente, un grupo de astrónomos anunciaron un emocionante hallazgo: el posible descubrimiento del primer rastro químico que evidencia la presencia de estrellas masivas en protocúmulos globulares, surgidos apenas 440 millones de años después del Big Bang.
Los cúmulos globulares son densas agrupaciones de estrellas que se distribuyen en una esfera con un radio que varía de una docena a 100 años luz. Estos cúmulos albergan millones de estrellas y se encuentran en diversas galaxias.
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Según un artículo, “la composición química de estas estrellas, nacidas simultáneamente, muestra anomalías que no se observan en ninguna otra población estelar”.
El equipo de investigadores de las Universidades de Ginebra y Barcelona, junto con el Instituto de Astrofísica de París (CNRS y la Universidad de la Sorbona), afirma haber identificado este primer indicio químico que confirma la existencia de estos protocúmulos globulares, surgidos aproximadamente 440 millones de años después del Big Bang.
Monstruos celestiales en acción
El descubrimiento de los proto-cúmulos fue posible gracias a las observaciones del Telescopio Espacial James Webb y se publicó en la revista Astronomy & Astrophysics.
Utilizando la potente visión infrarroja del James Webb, los coautores respaldaron su teoría. Este telescopio espacial logró captar la luz emitida por GN-z11, una de las galaxias más distantes conocidas, ubicada a unos 13.300 millones de años luz. El espectro de luz de GN-z11 proporcionó datos cruciales para la investigación.
La composición de las estrellas en los proto-cúmulos ha desconcertado a los científicos, ya que la proporción de oxígeno, nitrógeno, sodio y aluminio varía entre ellas, a pesar de haber nacido al mismo tiempo y en la misma nube de gas. Estas diferencias en la composición se han denominado “anomalías de abundancia”.
En 2018, el equipo desarrolló un modelo teórico que sugiere que las estrellas masivas contaminaron la nube de gas original durante la formación de los cúmulos, lo que llevó a una adquisición heterogénea de elementos químicos por parte de las estrellas.
“Hoy, gracias a los datos recopilados por el Telescopio Espacial James Webb, creemos haber encontrado una primera pista de la presencia de estas extraordinarias estrellas”, comenta Corinne Charbonnel, profesora titular del Departamento de Astronomía de la Facultad de Ciencias de la UNIGE y autora principal del estudio.
Según la investigación, estos “monstruos celestiales”, como también se les denomina, son de 5.000 a 10.000 veces más masivos y cinco veces más calientes en su centro (75 millones de °C) que el sol.
“Los cúmulos globulares tienen entre 10.000 y 13.000 millones de años, mientras que la vida máxima de las superestrellas es de dos millones de años. Por lo tanto, desaparecieron muy pronto de los cúmulos que podemos observar actualmente. Solo quedan rastros indirectos”, explica Mark Gieles, profesor ICREA en la Universidad de Barcelona y coautor del estudio.
“Se ha determinado que contienen proporciones muy altas de nitrógeno y una densidad de estrellas muy alta”, señala Daniel Schaerer, profesor asociado del Departamento de Astronomía de la Facultad de Ciencias de la UNIGE y coautor del estudio.
“La fuerte presencia de nitrógeno solo puede explicarse por la combustión de hidrógeno a temperaturas extremadamente altas, que solo el núcleo de las estrellas supermasivas puede alcanzar, como demuestran los modelos desarrollados por Laura Ramírez-Galeano, estudiante de maestría en nuestro equipo”, concluye Corinne Charbonnel.