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Ciencia

Un material súper común en la Tierra sería la clave para la construcción en la Luna

El problema surge en conseguir la materia prima. El siguiente desafío es darle forma y funcionalidad a esa cerámica. Las opciones: sinterización o impresión 3D.

Por ambicioso que sea el sueño de habitar la Luna, tarde o temprano habrá que construir. Y un material inesperado podría ser clave en ese proceso: la cerámica.

Sí, la misma que usamos en tazas, pisos o aislantes eléctricos en la Tierra podría convertirse en un recurso fundamental para el desarrollo de una economía lunar. El verdadero desafío no es utilizarla, sino fabricarla allá arriba.

El desafío siguiente será cómo construir y qué hacer

En un artículo reciente, el ingeniero Alex Ellery, de la Universidad Carleton en Ottawa, advierte que, mientras imaginamos transformar regolito en ladrillos o transmitir energía a través de torres inalámbricas, estamos pasando por alto un material que ya es parte de nuestra vida diaria y que podría ser la solución a muchos de los retos más críticos en la Luna.

Un material súper común para construir en la Luna

Hoy, la exploración lunar apuesta a dos grandes recursos: el hielo de agua atrapado en los cráteres permanentemente oscuros (sobre todo en el polo sur) y el regolito, esa capa de polvo y roca que cubre casi toda la superficie lunar. El regolito se puede prensar, cocer o compactar para fabricar bloques de construcción. Pero, aunque es útil como material básico, tiene grandes limitaciones.

No es buen aislante térmico, no conduce electricidad de forma adecuada para ciertos sistemas y no funciona como adhesivo. En resumen: sirve para levantar una estructura básica, pero no para construir instalaciones complejas, resistentes o con tecnología incorporada. Y ahí es donde la cerámica podría marcar la diferencia.

Según Ellery, muchas cerámicas podrían fabricarse directamente a partir de materiales disponibles en la Luna. Uno de ellos es la anortita, un mineral abundante en el regolito lunar, que al reaccionar con ácido clorhídrico puede transformarse en alúmina y sílice, dos componentes esenciales para producir cerámicas técnicas. En sus experimentos, Ellery logró obtener estos compuestos utilizando un simulador de suelo lunar. Y el proceso trae un beneficio extra: genera cloruro de calcio como subproducto, el cual se puede emplear en la electrólisis para obtener aluminio puro, otro material estratégico para la construcción lunar. 

Claro que conseguir la materia prima es solo la mitad del problema. El siguiente desafío es darle forma y funcionalidad a esa cerámica. Las opciones: sinterización o impresión 3D. 

El problema de la cerámica para construir en la Luna es que primero se debe conseguir

Ambas tienen ventajas y limitaciones

La sinterización, que consiste en calentar el polvo cerámico hasta que sus partículas se fusionan, tiene un punto a favor en el espacio: se puede realizar usando energía solar concentrada, un recurso abundante en la Luna. Sin embargo, los objetos creados con este método suelen ser frágiles y propensos a agrietarse, como esas tazas que parecen romperse con solo mirarlas.

La impresión 3D, por su parte, ofrece más flexibilidad. Permite fabricar piezas complejas, personalizadas y optimizadas para las condiciones lunares. Pero tiene un gran obstáculo: necesita aglutinantes poliméricos que contienen carbono, un elemento extremadamente escaso en la Luna. El ya conocido “problema del carbono”.

La cerámica, ese material común y casi invisible en la Tierra, podría ser la pieza que falta para que la Luna pase de ser un destino para misiones cortas a un lugar donde establecer asentamientos permanentes. Pero todo depende de si logramos fabricar y moldear este material a 384.000 kilómetros de casa.

Hasta que eso ocurra, la Luna seguirá siendo territorio de exploraciones fugaces, no de colonias estables.

Fecha de publicación: 02/07, 12:50 pm