La venta de Burger King abre el debate: ¿cuánta basura genera la comida rápida en Argentina?
Mientras que la mexicana Alsea busca transferir la estructura de locales de la marca en el país, se abre el debate sobre cuánta basura genera la comida rápida. ¿Hay cifras oficiales?
Hamburguesas envueltas en papel, vasos descartables, bandejas de cartón, cubiertos plásticos. Mientras que la mexicana Alsea, Burger King, abrió negociaciones para transferir la estructura de locales de la marca en Argentina, cada pedido de comida rápida deja un rastro material que suele pasar inadvertido: la basura.
Cuántos residuos produce Argentina
En Argentina, no existen estadísticas oficiales que midan cuánto generan específicamente las cadenas de fast food, pero los datos generales de residuos y envases permiten dimensionar el impacto ambiental de este hábito cada vez más extendido.
El país, en tanto, produce unas 49.000 toneladas diarias de residuos sólidos urbanos, lo que equivale a 1,15 kilos de basura por persona. De ese volumen, un 25% corresponde a envases y, dentro de ellos, alrededor del 90% son plásticos. Solo un 8% se recicla.
En la Ciudad de Buenos Aires, más del 40% de lo que llega a los rellenos sanitarios son restos de alimentos, una cifra que da cuenta del peso que tienen la gastronomía y la comida lista para consumir. Aunque no está discriminado cuánto proviene de locales de comida rápida, expertos coinciden en que se trata de un actor clave por el alto uso de envases de un solo uso y la generación de desechos orgánicos.
Menos plástico
Algunas cadenas comenzaron a mover ficha. McDonald’s Argentina, por ejemplo, asegura que el 84% de sus empaques ya no contienen plástico, lo que le permitió reducir miles de toneladas de residuos. También surgen alternativas como plataformas de envases retornables que buscan reemplazar a los descartables.
Sin embargo, organizaciones ambientales insisten en que estas medidas son aisladas y que se necesita una política integral: avanzar con una ley de envases, incorporar sistemas de responsabilidad extendida del productor y fomentar la economía circular.
El vacío de información precisa es otro problema: no hay estudios que midan la basura del fast food como categoría propia, lo que dificulta diseñar políticas públicas específicas.
La pregunta sigue abierta: ¿cuánto pesa, en términos de residuos, la rapidez con la que comemos? Mientras tanto, los consumidores pueden aportar su parte: pedir sin sorbete, evitar cubiertos descartables o elegir locales con envases reutilizables. Pequeñas decisiones que, sumadas, pueden ayudar a aliviar una montaña de basura que crece día a día.