Etiquetado frontal: una herramienta para cambiar la forma de elegir alimentos
Se trata de sellos en forma de octógonos negros con letras blancas en los frentes de los envases que nos indican la presencia de excesos de algún nutriente crítico.
De un tiempo a esta parte, debido al debate del proyecto ley de etiquetado frontal de alimentos, se escucha hablar de esta nueva herramienta para los consumidores.
Distintas encuestas sobre el tema demuestran un amplia aceptación del público general; de acuerdo a un relevamiento realizado por la ONG Fundación InterAmericana del Corazón Argentina (FIC), por ejemplo, nueve de cada diez personas apoya la iniciativa, lo que no hace más que confirmar el grado de compromiso y concientización que existe en la sociedad actual acerca de un tema crucial para nuestra salud: qué comemos, cómo nos nutrimos.
El proyecto de ley de Promoción de la Alimentación Saludable incluye, entre otros puntos, un sistema de advertencias para alimentos procesados y ultra procesados, basados en el perfil de nutrientes de la Organización Panamericana de la salud (OPS).
Se trata de sellos en forma de octógonos negros con letras blancas en los frentes de los envases que nos indican la presencia de excesos de algún nutriente crítico.
“El etiquetado frontal, en esencia, es un método de información. Y la información siempre nos empodera, ya que nos permite tomar decisiones conscientes sobre nuestra alimentación”, opina Matías Marchetti, nutricionista y autor del libro Método #MerchettiRules, la actitud para aprender a nutrirte y comer lo que quieras.
“Si bien yo aconsejo una educación nutricional que incluya saber leer los rótulos nutricionales que hay detrás de los envases, el etiquetado frontal es una herramienta complementaria muy útil para, con tan solo un golpe de vista, poder establecer si queremos consumir o no ese alimento. Los rótulos nutricionales van a darnos la información en detalle, mientras que el etiquetado frontal será la luz de alerta sobre lo que nos podría hacer daño”, agrega el especialista.
Cuando hablamos de nutrientes críticos nos referimos a aquellos que son potencialmente perjudiciales para la salud si los consumimos en exceso, ya que predisponen al desarrollo de sobrepeso y obesidad, así como a padecer enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes, la hipertensión, o distintos tipos de cánceres.
Se trata principalmente del azúcar, las grasas saturadas, las grasas trans y el sodio, los cuales cuentan con basta evidencia en cuanto a su incidencia en mayor morbilidad y mortalidad en la población.
De allí la importancia de este tipo de proyectos, que en Argentina atraviesa el debate parlamentario, pero que ya son una realidad en otras latitudes. Latinoamérica fue pionera a la hora de implementar esta política pública de prevención que tiene como uno de sus objetivos principales el orientar a los consumidores en la compra de alimentos más nutritivos.
Los modelos de etiquetado frontal varían en cada país: algunos se focalizan en advertir los nutrientes en cantidades elevadas, otros son más informativos, y están aquellos que establecen un resumen del perfil nutricional del producto asignándole un número o letra como clasificación.
¿Algunos ejemplos? El etiquetado con sistema de semáforo (donde la cantidad de nutrientes potencialmente dañinos se clasifica por colores), el Nutri Socre (se evalúa el perfil nutricional general del alimento y se le asigna una letra y un color), y el etiquetado con guías diarias de alimentación (en donde se relacionan los nutrientes con su requerimiento diario).
“El etiquetado frontal puede ser especialmente útil en los productos que elegimos para nuestros hijos, ya que muchas veces hay packaging con información engañosa que habla de vitaminas y minerales, pero esconde niveles altos de grasa o azúcar. Eso se va a evidenciar con este tipo de etiquetado”, concluye Marchetti sobre esta iniciativa en constante cambio y evolución, que puede producir un impacto directo sobre el mercado de la industria alimentaria.