El Ártico vivió el año más caluroso desde 1900: ¿Qué temperatura alcanzó?
El Ártico registró el año más caluroso desde que comenzaron las mediciones sistemáticas en 1900, según informó la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA). El organismo advirtió sobre un escenario especialmente preocupante en una de las regiones del planeta más sensibles al avance del calentamiento global.

De acuerdo con el informe anual de la NOAA, entre 2024 y septiembre de 2025 las temperaturas en el Ártico se ubicaron 1,60 °C por encima del promedio correspondiente al período 1991-2020. El dato confirma la aceleración del calentamiento en esta zona clave del hemisferio norte.
Tom Ballinger, coautor del estudio e investigador de la Universidad de Alaska, calificó la situación como “claramente alarmante” y remarcó la velocidad con la que se está produciendo el aumento de temperaturas en un lapso tan reducido. “Se trata de una tendencia aparentemente inédita en tiempos recientes y posiblemente en miles de años”, sostuvo en declaraciones a la agencia AFP.
El análisis de este año también destaca que el Ártico atravesó el otoño más cálido jamás registrado, además de experimentar el segundo invierno y el tercer verano más calurosos desde comienzos del siglo XX.
La amplificación del Ártico
El fenómeno conocido como “amplificación del Ártico” explica en gran parte este comportamiento extremo. Se trata de un proceso por el cual la región polar se calienta a un ritmo mucho más acelerado que el promedio global, impulsado por una combinación de factores interrelacionados.
Entre ellos se encuentran la pérdida de la cobertura de nieve y del hielo marino, que reduce la capacidad de la superficie para reflejar la radiación solar. A esto se suma el aumento del vapor de agua en la atmósfera, que actúa como una especie de manta térmica, reteniendo el calor e impidiendo que se disipe hacia el espacio. Al mismo tiempo, el retroceso del hielo deja expuestas aguas oceánicas más oscuras, que absorben una mayor cantidad de energía solar y refuerzan el ciclo de calentamiento.

Retroceso del hielo marino
Investigadores del National Snow and Ice Data Center (NSIDC), organismo especializado en el monitoreo de la nieve y el hielo a nivel global, estimaron que la banquisa -el hielo que se forma por la congelación de los mares polares- alcanzó su extensión máxima anual en marzo, con una superficie de 14,33 millones de kilómetros cuadrados. Se trata del valor más bajo registrado en 47 años de observaciones satelitales.
Este retroceso representa un impacto inmediato sobre la fauna del Ártico. “Es un problema urgente para los osos polares, las focas y las morsas, ya que dependen del hielo marino como plataforma para desplazarse, cazar y dar a luz a sus crías”, advirtió a la agencia AFP Walt Meier, coautor del estudio e investigador del NSIDC.
Las proyecciones actuales indican que el Ártico podría enfrentar su primer verano prácticamente libre de hielo marino hacia 2040, o incluso antes. Más allá de sus efectos sobre la biodiversidad, la pérdida de la banquisa altera la circulación oceánica al incorporar grandes volúmenes de agua dulce al Atlántico Norte, producto del deshielo y del aumento de las precipitaciones.
Si bien el derretimiento del hielo marino no eleva directamente el nivel del mar -a diferencia del deshielo de glaciares continentales-, genera una serie de impactos climáticos con consecuencias significativas para numerosos ecosistemas. Además, este proceso refuerza el calentamiento global: al reducirse la superficie blanca y reflectante del hielo, quedan expuestas aguas oceánicas más oscuras que absorben una mayor cantidad de energía solar, acelerando el ciclo de calentamiento.















