PUBLICIDAD
Impacto ambiental

Eduard Müller, experto en agricultura: “La forma de producir alimentos provoca el 80% del daño planetario”

El profesor incentiva a dejar hojas y ramas en la tierra para amortiguar las gotas de agua, favorecer la humedad y proteger la superficie.

En lugar de mirar al cielo, el desafío es volver la vista al suelo. De allí provienen los bienes esenciales para la vida: el agua, la comida, la ropa, los medicamentos. Sin embargo, esa tierra que sostiene todo permanece muchas veces desprotegida, degradada por la sobreexplotación, la contaminación, los fertilizantes y pesticidas. Para Eduard Müller, rector de la Universidad para la Cooperación Internacional (UCI) de Costa Rica, la clave está en recuperar los ecosistemas sin dañarlos, y con ellos, los suelos que hoy presentan signos de deterioro en el 75% del planeta, según datos del Atlas Mundial de la Desertificación del Joint Research Centre de la Comisión Europea.

Experto incentiva a las personas a cuidar el suelo que es de donde proviene todo lo que se consume

“La forma de producir alimentos provoca el 80% del daño planetario”

“En cada cucharada de suelo sano puede haber ocho mil millones de microorganismos, equivalente a la población humana mundial. Más de la mitad de la diversidad biológica planetaria está bajo nuestros pies”, ilustra Müller. Su estrategia se basa en mantener siempre la tierra cubierta con hojas, pasto o ramas. En el bosque de Río Seco, en Costa Rica, muestra cómo incluso una ramita de un centímetro protege la tierra. “¡Se ve clarísimo! La cobertura vegetal evita que el suelo se pierda con las escorrentías. Las hojas amortiguan las gotas de lluvia cuando caen con fuerza, crean un clima de humedad que favorece la vida de otros organismos y evitan que el sol esterilice los primeros cinco centímetros de superficie”, detalla mientras recorre su rancho Kosmos, sede de la iniciativa Costa Rica Regenerativa.

La regeneración del suelo, sostiene, es fundamental para garantizar la producción agrícola, la fabricación de fármacos y tejidos, y también para mejorar la calidad del agua que se filtra a acuíferos y ríos. “Eso de ver campos agrícolas despejados es el peor error que se puede cometer. Se transforma el suelo vivo en muerto. Y ahí es donde aparece la agricultura química que mata el ciclo ecológico de regeneración de la tierra y provoca dependencia de las empresas de fertilizantes y pesticidas”, denuncia mientras levanta un puñado de tierra húmeda para mostrar su frescura y olor, y señalar los filamentos blancos del micelio: la red de hongos que absorbe nutrientes y enriquece el ecosistema.

Pero su apuesta no se limita a la agricultura. Müller insiste en el rol que cumple el suelo como sumidero de dióxido de carbono. Un suelo sano es capaz de capturar grandes cantidades de CO2, contribuyendo a mitigar el cambio climático. “Si avanzamos en la regeneración, en menos de una década podríamos estar con los niveles de CO2 mucho más bajos”, asegura. Y cita un estudio del Instituto Rodale: “La economía mundial libera 37,5 gigatoneladas (Gt) de CO2 al año. Si convertimos la ganadería en regenerativa, podríamos capturar 43 Gt. Si le agregamos la agricultura regenerativa, se adicionan 12 Gt. Ambas podrían enterrar en el suelo casi el 150% de las emisiones. ¿Cómo esto no se toma en consideración?”, se pregunta.

No cuidar el suelo es cavarse una fosa para el futuro

Cambiar el modelo agrícola para salvar el futuro planetario

Para Müller, cambiar el modelo agrícola es también cambiar el futuro: “La forma de producir alimentos y fibras para textiles provoca el 80% del daño planetario, entonces, obviamente, es el 80% de la solución”. Su propuesta se basa en replicar los ritmos de la naturaleza: primero, una capa baja de hierbas que sostenga el suelo; luego, plantas de crecimiento rápido que den sombra; y por último, especies de mayor tamaño que consoliden el terreno. “La regeneración es aplicable a cualquier lugar del mundo estudiando las características de cada región”, sostiene, con el respaldo de su experiencia en más de cien países.

También destaca los saberes ancestrales: “Copiamos lo que la naturaleza hace de forma orgánica, pero de manera acelerada. Los indígenas lacandones de México organizan así su bosque desde hace siglos, me lo enseñó un líder de allí”. En su rancho, muestra con fotos cómo un pastizal degradado se transformó en seis meses en un prado productivo, incluso en medio de huracanes y temporadas secas. “Durante la covid logramos que 500 familias produjeran sus alimentos sin químicos. Empezamos con la capa vegetal y en seis semanas ya cosecharon. Tuvimos además dos huracanes que inundaron todo y llegamos a producir 10 toneladas de vegetales al mes en menos de una hectárea de 35 cultivos con alimentos que, al ser de agricultura regenerativa, tienen más nutrientes. Es una falacia decir que requerimos químicos para alimentar el planeta”, defiende.

Si bien admite que hay una etapa de transición desde una agricultura convencional hacia una regenerativa -con pérdidas económicas posibles-, sostiene que no se necesitan grandes inversiones, y que se ahorra en agroquímicos. El principal obstáculo, afirma, es cambiar la mentalidad. “Precisamos de montones de sitios demostrativos a escala mundial donde la gente pueda aprender cómo funciona”, reclama. Recuerda, además, cómo enfrentó la resistencia de ganaderos al cambiar el manejo del ganado con rotación por parcelas: “Aquí estoy liberando 100 hectáreas, y eso permite aumentar muy rápido la producción de biomasa a una escala gigantesca”.

La regeneración, además, genera empleo. “Este ámbito es un nicho absoluto de vacantes. Este tipo de trabajos no los puede hacer la inteligencia artificial”, subraya Müller, que trabaja en la iniciativa rePlanet, donde gestiona proyectos de restauración financiados con bonos de carbono. Allí surgen oportunidades laborales para crear bosques o realizar tareas en entornos rurales, algunas incluso apoyadas por gobiernos que pagan por servicios ambientales. “Los bosques son fundamentales porque promueven el ciclo pequeño del agua, que consiste en que el agua que se evapora vuelva a caer en la misma zona y no se pierde”, recuerda.

“Yo no sé quién de esos billonarios cree que va a poder comer dólares”

En Kosmos, planea construir un centro formativo vinculado a la UCI, que ya cuenta con más de 5.500 egresados de 54 países. Para él, llegó el momento de actuar: “Basta de teorías, basta de estudios, basta de diagnósticos, ahora hay que actuar. Nos hemos olvidado de transformar el conocimiento en sabiduría, en ponerle sentido común”, señala junto a un río donde colocaron troncos para desacelerar el caudal y evitar desbordes. “También procuramos que los cauces tengan más curvas para ralentizar el ritmo de caída del agua y la erosión”, añade.

Finalmente, propone organizar el territorio por biorregiones, con políticas locales que respondan a necesidades concretas. A los empresarios les lanza una advertencia: “Yo no sé quién de esos billonarios cree que va a poder comer dólares”. Y a los consumidores les recuerda el poder que tienen: “El consumidor puede influir con las compras, y obligar a las empresas a cambiar. Estamos a tiempo de revertir el daño si nos ocupamos, si asumimos la responsabilidad y no esperamos que alguien venga a resolverlo por nosotros”.

Fecha de publicación: 23/07, 7:47 am