¿Cómo se pueden evitar los desperdicios alimentarios?
Un estudio de la FAO sostiene que una tercera parte de los productos agrícolas y ganaderos que se producen en el mundo no son consumidos como alimentos.
Cada vez, se hace más urgente lograr estrategias para disminuir la cantidad de desperdicios que se generan con los alimentos.
La FAO lo contempla en el marco de la seguridad alimentaria: este organismo internacional contrapone el desperdicio a malnutrición y a la dificultad de acceso a los alimentos por parte de grandes sectores de la población.
Desde los países desarrollados, se asocia el desperdicio de alimentos a un derroche de los recursos necesarios para generarlos. Es una consecuencia de la configuración de los sistemas alimentarios, donde existe una gran competencia y variedad de productos alimenticios.
Las estrategias para disminuir el desperdicio tendrán que contemplar tanto ese derroche de recursos escasos como la seguridad alimentaria de la población más vulnerable.
Pero, ¿cuál es el costo que pasa totalmente inadvertido? Exiten muchos estudios destinados a cuantificar el desperdicio que dan resultados diferentes. El rango abarca desde los 43 kg per cápita de Japón hasta los 415 kg per cápita de Estados Unidos. En España, por caso, el Gobierno dio una cifra de 176 Kg per cápita en 2019.
En la Unión Europea se lanzó la estrategia De la granja a la mesa (Farm to Fork) en mayo de 2020, incluye actuaciones específicas en torno a los desperdicios alimentarios: consiste en cuantificarlos aunque da libertad a los países para elegir la metodología.
¿Cuánto le cuesta a la sociedad?
La producción de productos agrícolas y ganaderos ocupa un 37 % de la superficie terrestre, consume el 70 % del agua disponible y genera alrededor del 25 % de las emisiones de gases efecto invernadero.
Si como establece el estudio de la FAO, un tercio de esos productos no sin ingeridos y terminan en el tacho de basura, significa que se está ocupando un 12 % de la superficie terrestre para no producir nada.
Es más: se está tirando un 23 % del agua disponible y generando un 8 % de los gases efecto invernadero, con sus consecuencias para el cambio climático.
Si a eso le sumamos la seguridad alimentaria, reducir el desperdicio alimentario en un 25 % permitiría erradicar la malnutrición en el mundo, que afecta a 900 millones de personas.
¿Dónde cortar esa cadena? Hay estudios que refieren al consumidor final como el principal responsable (entre el 40 % y el 50 % del desperdicio generado). Sin embargo, que los consumidores no generen desperdicios no implica que las estrategias empresariales no los estén produciendo.
Entonces, la solución tiene que pensarse en función de estrategias ser consensuadas y adoptadas por toda la cadena de los productos alimenticios.
¿Qué podemos hacer?
Se considera, sobre todo en los países desarrollados, que los precios de los alimentos son muy bajos, por eso tirarlos supone un costo mínimo del gasto de las familias.
Las medidas para reducir y prevenir el desperdicio alimentario deberían respetar la siguiente escala de prioridades:
- En primer lugar, los sistemas deberían de autorregularse mejor con el fin de ajustar oferta y demanda.
- Si esto no es posible, entran en juego las políticas de redistribución tratando de repartir los excedentes entre la población más vulnerable (papel que de forma ejemplar están desarrollando los bancos de alimentos).
- Si aun así se genera un exceso de oferta, se debería apostar por la promoción de soluciones tecnológicas dirigidas a la revalorización de los residuos (por ejemplo, extracción de nutrientes para enriquecer de forma natural otros alimentos).
- Finalmente, si esto no es posible, podrían introducirse los alimentos despilfarrados en un ciclo más largo a través de su utilización en los piensos de los animales para convertirlos después en leche, carne o huevos.
La utilización de alimentos no consumidos por la población para la generación de compost o bioenergía se sigue considerando desperdicio. El alimento no se utiliza para el fin para el que se ha producido, que es satisfacer las necesidades de la población.
Fuente: Universitat Politècnica de Catalunya – BarcelonaTech