Cómo dos bacterias podrían transformar el polvo de Marte en materiales útiles para la construcción
Sporosarcina pasteurii y Chroococcidiopsis demostraron capacidad para convertir el polvo marciano en materiales de construcción.
Colonizar Marte se parece a un complejo videojuego de gestión de recursos: se empieza con muy poco y, a medida que se aprovechan las herramientas disponibles, es posible construir sistemas cada vez más sofisticados. La diferencia es que, en Marte, los recursos son extremadamente limitados y no existe un botón de reinicio si algo sale mal.

Por eso, los equipos de astrobiólogos que estudian cómo hacer viable una colonia marciana deben contemplar una enorme cantidad de variables. De manera simplificada, los grandes desafíos se agrupan en cuatro pilares fundamentales para la supervivencia humana: obtener agua, generar aire respirable, producir alimentos y construir refugios seguros.
La ventaja frente a un videojuego es que, en la vida real, cualquier “trampa” es bienvenida: todo lo que pueda llevarse desde la Tierra y facilite la vida de los astronautas suma. En nuestro planeta existen organismos que llevan millones de años adaptándose a ambientes extremos -más duros incluso que algunos sectores de Marte-. Estos extremófilos soportan cambios bruscos de temperatura, ausencia de oxígeno y altos niveles de radiación. Además, producen sustancias muy valiosas para suplir muchas de las carencias del Planeta Rojo.
Dos bacterias para fabricar refugios
Un estudio publicado en Frontiers in Microbiology describe cómo tres astrobiólogos de Italia, China y Estados Unidos identificaron dos bacterias capaces de funcionar como un verdadero “atajo” para construir refugios en Marte. En conjunto, permiten transformar el regolito marciano -la mezcla de polvo y rocas que recubre su superficie- en minerales utilizables para la construcción, mientras producen oxígeno y amoníaco como subproductos.
La primera es Sporosarcina pasteurii, conocida por su capacidad para generar carbonato cálcico, un mineral útil para estabilizar suelos o fabricar ladrillos de origen biológico con buena resistencia. Lo más prometedor es que ya se probó en condiciones que imitan el suelo marciano y mostró un rendimiento similar al que tiene en la Tierra. Su gran limitación: necesita oxígeno y no tolera bien la atmósfera marciana.

Ahí entra en escena Chroococcidiopsis, una cianobacteria especialmente resistente. Se cree que organismos similares fueron responsables, hace unos 3.000 a 3.500 millones de años, de iniciar la producción de oxígeno en la Tierra. Esta especie en particular demostró una capacidad extraordinaria de supervivencia: en 2014 fue expuesta en el exterior de la Estación Espacial Internacional y resistió la radiación, el frío extremo y las variaciones de temperatura, gracias a su eficaz sistema de reparación de ADN.
En la Tierra puede encontrarse en numerosos ambientes, incluso en desiertos donde la falta de agua y el calor extremo resultarían letales para un ser humano. Aun así, sigue produciendo oxígeno.
Una bacteria protege a la otra
Los investigadores proponen aprovechar la resistencia de Chroococcidiopsis para crear una especie de escudo que proteja a Sporosarcina pasteurii. Así, esta última podría activar su capacidad de transformar el regolito en una suerte de cemento apto para fabricar ladrillos en Marte.
Como beneficio adicional, este trabajo bacteriano genera oxígeno -potencialmente útil para la respiración- y amoníaco, un compuesto que, aunque lo asociamos a productos de limpieza, es valioso en agricultura por su aporte de nitrógeno para el crecimiento de las plantas.
De este modo, recurriendo a “trampas” biológicas y trasladando a Marte maquinaria celular que ya existe en la Tierra, podría empezar a construirse la base del futuro marciano. Será un proceso lento al principio, pero, una vez resueltos los desafíos iniciales, estas soluciones podrían abrir el camino no solo para habitar el Planeta Rojo, sino también para dar el siguiente salto hacia las estrellas.















