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Cómo funciona

Científicos argentinos crean una startup que produce bioinsumos para mejorar los cultivos frutihortícolas

Desde el Conicet fundaron una empresa que usa bacterias patagónicas y nanotecnología para sumar valor nutricional a los alimentos, reducir el uso de agroquímicos, aumentar el rendimiento de la producción y disminuir los costos.

En la ciudad chubutense de Esquel, al borde de la Cordillera de los Andes, Ecolysium es una startup formada por profesionales del Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico (CIEFAP), que desarrolla bioinsumos para mejorar los cultivos frutihortícolas.

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“Nuestro objetivo es promover la producción sustentable de alimentos, utilizando bacterias patagónicas y nanotecnología”, comenta Ariel Marfetán, biotecnólogo y uno de los tres socios fundadores de la compañía junto a Omar Ordoñez, especialista en microbiología, y Micaela Pescuma, experta en nanopartículas y alimentos funcionales. Luego se sumó al equipo Osvaldo Armani, con experiencia en el mundo de los negocios.

Omar Ordoñez, Micaela Pescuma y Ariel Marfetan, fundadores de Ecolysium.

Los científicos emprendedores crearon una plataforma tecnológica para el desarrollo de dos bioproductos que ya están siendo probados “a campo”: uno para frutas secas y finas, y otro para la producción frutihortícola.

Se trata de formulaciones “all-in-one” o “todo en uno” que permiten aumentar los rindes de los cultivos, reemplazando agroquímicos (fungicidas, fertilizantes y/o fitoestimulantes) y a la vez fortifican los alimentos.

Ensayos a campo en plantaciones de-frutillas en Chubut.

“Las bacterias patagónicas que usamos son maleables y resistentes. Se adaptan a temperaturas que en verano superan los 30 grados, al clima seco de otoño, a la primavera lluviosa, y al invierno cuando cae nieve nieve. Por sirven para diferentes tipos de cultivos en el país, y una vez aprobados por el SENASA (el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria, cuyo registro está en trámite), y consolidados en el mercado interno, pensamos exportarlos a la región y al mundo”, sostiene Marfetán.

Plantines de lechugas inoculados con los productos de la startup argentina.

Hasta ahora, las pruebas han mostrado un 30% de mejora en los rindes y un 22% de reducción de los tiempos de producción, lo que permite más cosechas en el año, sin agotar los suelos. Además, al evitar el uso de productos químicos, estos bioinsumos ayudan a los productores en una transición hacia la agroecología y la agricultura orgánica, mejorando la calidad y las posibilidades de exportación.

Emprender desde el laboratorio en Argentina

Si bien la compañía se constituyó el año pasado, lo hizo apoyada en más de 15 años de investigaciones del CIEFAP en sanidad vegetal y control biológico de plagas. Concretamente, Marfetán, quien trabajaba en un proyecto de control de hormigas en la Universidad de Quilmes, se mudó a la patagónica Esquel en 2016 para reforzar una línea de investigación en bioinoculantes (preparados con microorganismos que se aplican al suelo para aportarle nutrientes).

Así se fue vinculando con productores que le comentaron sus necesidades no solo de fertilizar, sino de controlar algunas plagas y enfermedades de sus plantaciones. Y de esas demandas surgió una nueva línea de investigación para el desarrollo de productos que fertilizan y mejoran la salud vegetal sin recurrir a agroquímicos.

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Durante la temporada pasada se hicieron pruebas en campos.

“Para los productores, la principal ventaja es hoy el ahorro de costos, ya que nuestros bioproductos reemplazan a químicos que suelen ser importados. Para los consumidores, el beneficio es contar con alimentos más saludables y nutritivos, que a su vez son amigables con el Ambiente”, destaca el emprendedor.
Hasta aquí, el camino emprendedor parece sencillo. Pero saltar de la mesada de investigación a diseñar un plan de negocios y conseguir fondos para crear una empresa tiene sus complicaciones.

Ensayos de pruebas de bioinsumos en cultivos bajo cubierta. en este caso se ensayaron los efectos de los bioinsumos en planta.

“La inversión inicial se hizo con fondos públicos, de la Nación y la provincia, más la infraestructura del CIEFAP. Luego ganamos algunos concursos de emprendedores, como el Smart Port Lab Challenge, organizado por el municipio, el puerto y empresas del polo petroquímico de Bahía Blanca. Y también participamos de Endeavor Cuyo, lo que nos permitió conectarnos con mentores e inversores. Estamos preparando una ronda de inversión por medio millón de dólares, para poder finalizar con los registros y el patentamiento de nuestra plataforma, y empezar a escalar la producción”, señala Marfetan.

“Emprender desde la ciencia lleva a asumir otros desafíos como buscar socios, crear nuevos productos, conseguir fondos y abrir mercados”, destaca Armani.
La ciencia puede aportar soluciones a la producción, al ambiente y a la sociedad”, apunta por su parte Hernán Colomb, director del CIEFAP.

Y suma: “Creemos que nuestro Centro tiene el potencial de, a través de la investigación, lograr más emprendimientos de base tecnológica que en los próximos años sigan mejorando el entorno y creen puestos de trabajo de calidad”.

Fecha de publicación: 08/10, 4:13 pm