Argentina, entre los mayores emisores de carbono de la región
Si bien el país ya presentó sus nuevos compromisos de acción por el clima, se encuentra en el grupo de los responsables de más del 95% de las emisiones de la región.
El cambio climático es, probablemente, el mayor reto de nuestro tiempo. Desde hace varios años, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) analiza sus impactos en la región y ha constatado que el costo de la inacción es más elevado que el costo de la acción, que los impactos no son lineales y aumentan de manera más que proporcional con el aumento de temperatura.
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El organismo también entiende que el calentamiento global exacerbará los impactos negativos de los fenómenos meteorológicos extremos, manifestaciones que afectan marcadamente los sistemas energético, hídrico y alimentario, entre otros, provocando disrupciones en las actividades humanas. Para la CEPAL, es “preciso un cambio estructural de gran envergadura para lograr economías neutras en carbono y, dado el nivel de calentamiento existente y pronosticado, se vuelve urgente aplicar medidas de adaptación”.
Según el último documento publicado por el ente internacional, el camino hacia el logro de sociedades neutras en carbono y resilientes al clima es complejo y constituye un reto urgente, pero también es una oportunidad para la región.
Las inversiones en acción climática pueden generar ganancias no solamente ambientales, sino también económicas y sociales, ya que los niveles de inversión y financiamiento de las medidas de mitigación y adaptación darán un gran impulso al crecimiento, el empleo y el desarrollo social, esenciales en una región que está enferma de bajo crecimiento, baja creación de empleo y baja inversión”, agrega el paper.
En este sentido, la Argentina, como país parte de América latina, está ampliamente comprometida con la acción climática y se ha propuesto reducir, en su conjunto a 2030, entre el 24% y 29% de sus emisiones con respecto al escenario inercial.
El paper detalla que “para lograrlo es preciso cuadruplicar o quintuplicar la velocidad de descarbonización histórica de la región, lo cual exige desarrollar estrategias integrales que incorporen no solo al sector energético, sino también el transporte y el sector agroalimentario; además de abordar la lucha contra la deforestación, así como la gestión de residuos, entre otros factores”.
Centrar los flujos de inversión
El documento presenta una síntesis de la cuantificación de los recursos necesarios para el logro de las contribuciones determinadas a nivel nacional en América Latina y el Caribe y logra reflejar la magnitud del desafío en un contexto en que la inversión es insuficiente y los fondos concesionales que llegan a la región son muy limitados.
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Se resalta, además, la necesidad de coordinar políticas y de lograr el alineamiento del sistema financiero para centrar los flujos de inversión en apuestas productivas que fomenten la actividad de sectores impulsores o dinamizadores de la economía con miras a un desarrollo más productivo, más inclusivo y más sostenible.
Para la CEPAL, las necesidades de financiamiento que se han identificado suponen la disponibilidad de montos importantes, pero no inalcanzables, y actuar ya es imperioso.
Más que nada, porque entiende que el cambio climático es cada vez más notorio como lo indica el informe más reciente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) no deja dudas sobre la incidencia de las actividades humanas en el sistema climático.
“Si el ritmo de descarbonización profunda no se intensifica, es probable que hacia mediados de siglo se haya superado el umbral de 2 °C, y que para 2100 la temperatura haya aumentado hasta 4 °C con respecto a los niveles preindustriales (IPCC, 2021)” señala la CEPAL en ese sentido.
Efectos en la productividad
Los efectos del estrés calórico pueden observarse en los planos microeconómico y macroeconómico asegura la CEPAL, organismo que entiende que las temperaturas altas no solo afectan la producción física, sino también la productividad mental, incluidos los aspectos referidos a la cognición y el aprendizaje.
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Estos efectos sobre la productividad a lo largo del tiempo, que no incluyen otras repercusiones del cambio climático sobre la economía —como la pérdida de suelos y las pérdidas relacionadas con los fenómenos extremos— afectan directamente las tasas de crecimiento económico y podrían terminar transformándose en un lastre, agregael paper.
Como el caso de la Argentina, durante el año pasado y estos primeros meses del 2024, muchos países de América Latina y el Caribe ya han experimentado varios días con temperaturas superiores a los 35 °C, y según los escenarios de trayectorias socioeconómicas compartidas, incluidos los escenarios de emisiones muy altas, se prevé que el número de días aumentará drásticamente.
Para nuestro país, se prevé que hacia mediados de siglo entre un 12% y un 16% de los días del año registrarán temperaturas promedio por encima de los 35 °C, y que esos porcentajes aumentarán a entre un 15% y un 26% hacia finales de siglo, lo cual tendría efectos en la productividad y, por ende, en el desempeño económico a largo plazo.
Presupuesto de carbono
Al respecto, para la CEPAL se hace imprescindible alcanzar la meta del Acuerdo de París de que la temperatura no aumente más de 2 °C —e idealmente no más de 1,5 °C— por encima de los niveles preindustriales permitiría prevenir los efectos más perjudiciales del cambio climático.
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Sin embargo, este cumplimiento implicaría reducir de manera inmediata y significativa las emisiones de gases de efecto invernadero que en el 2019, l habían alcanzado las 60 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente (GtCO2eq), un 12% más que el volumen correspondiente a 2010.
Se entiende como presupuesto de carbono al volumen máximo de emisiones antropogénicas de dióxido de carbono (CO2) que permitiría limitar el calentamiento global a un nivel concreto con una probabilidad dada.
Si permanece sin cambios, el presupuesto de carbono que permitiría alcanzar la meta de que la temperatura no aumente más de 1,5 °C se agotaría en 9 años, en tanto que tardaría 26 años en agotarse si la meta se fija en 2 °C. Para ajustarse a las metas, se necesitaría que las emisiones se redujeran un 29% con respecto a su tendencia histórica, en tanto que la meta de 1,5 °C exigiría una reducción del 45%.
“Sin embargo, la suma de los compromisos, dista mucho de alcanzar las reducciones necesarias”, advierte la CEPAL, que anticipa que para 2030, la suma de las CDN representa una reducción de entre un 5% y un 10% frente al escenario de políticas actuales o de referencia.
“Por lo tanto, aunque los compromisos nacionales actuales son más ambiciosos, siguen siendo insuficientes y de materializarse, la temperatura aumentaría 2,5 °C.
Esto obedece a que ni la Argentina ni el resto de los países de la región tienen metas lo suficientemente ambiciosas que reflejan la diferencia entre el compromiso de emisiones asumido y lo que se establece en el Acuerdo de París.
Panorama general
En 2019, las emisiones en la región se situaron en 6 GtCO2eq , un 10% del total mundial que, a la vez, representa un aumento anual promedio de un 1,6% desde 1990. De todos modos, el estudio indica que el ritmo de aumento disminuyó, al igual que lo hizo la economía regional, a un 0,5% anual entre 2015 y 2019.
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En la región, el uso de energía en edificios, en el transporte, en la generación y distribución de electricidad y en los sistemas energéticos en general es responsable de un 26% de las emisiones mientras que los procesos y desechos industriales representan el restante 16%.
Para junio de 2023, 29 de los 33 países de la región habían presentado nuevos compromisos de acción por el clima. Se trata de países como la Argentina que son responsables de más del 95% de las emisiones de la región.
Según la CEPAL, las nuevas metas no condicionales persiguen el objetivo de lograr una reducción del 24% de las emisiones de aquí a 2030 —frente a un escenario sin cambios—, en tanto que las metas condicionales establecen una reducción del 29%.
Se trata de metas no condicionales y condicionales más ambiciosas que las anunciadas en 2015, de un 13% y un 23%, respectivamente.
Cuáles son los países que más emiten
En este marco, Antigua y Barbuda; Argentina; las Bahamas; Barbados; Belice; Brasil; Chile; Colombia; Costa Rica, Dominica, Guyana, Jamaica, Panamá, el Perú, la República Dominicana, Suriname y Uruguay han anunciado sus compromisos de avanzar hacia economías neutras en carbono de aquí a mediados de siglo.
Se trata de los países responsables de más del 50% de las emisiones de la región que, en su mayoría han publicado sus estrategias de largo plazo para un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero hasta 2050, tal como se dispone en el Acuerdo de París.
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La meta general para América Latina y el Caribe, siempre y cuando reciba apoyo externo, se acerca a la reducción necesaria para que la temperatura no aumente más de 2 °C. Si se incluyen las CDN condicionales, el nivel de reducción en 2030 aumenta a un 29% frente al escenario sin cambios. Es decir, el escenario en que la temperatura aumenta un máximo de 2 °C3.
Para la CEPAL se hace necesario reducir las emisiones para que los bienes y servicios que se producen en América Latina y el Caribe sean más competitivos en los mercados mundiales del futuro.
Además, las diversas estrategias para reducir las emisiones mejorarán la calidad del aire en los principales centros urbanos, lo que permitirá reducir los costos de salud pública y aumentar la productividad.
Del mismo modo, se reclaman profundos cambios estructurales ya que entre 2010 y 2019, la desvinculación entre las emisiones y el crecimiento del PIB (descarbonización) avanzó a un ritmo promedio del 0,9% anual.
Por eso se reclama que el avance sea entre cuatro y cinco veces más rápido para lograr las metas que se establecen en las CDN, y entre seis y ocho veces más veloz para alcanzar las metas climáticas del Acuerdo de París.