Con un enfoque en la autonomía económica, así trabaja la ONG que empodera a las mujeres con proyectos sostenibles
Cynnal busca mejorar la calidad de vida de las familias campesinas a través de iniciativas de bioconstrucción, alfabetización y trabajo.
En Santiago del Estero, la ONG Cynnal (que significa “sustentable” en el idioma galés) se dedica a transformar vidas y generar un cambio significativo en las comunidades campesinas de la región. A través de proyectos de bioconstrucción, alfabetización, y desarrollo productivo, la organización busca empoderar a las familias, mejorar su calidad de vida y asegurar su autonomía económica. Además, se enfrenta a desafíos como la falta de acceso al agua potable, la escasa participación de las mujeres en los procesos productivos y las dificultades educativas.
Con la implementación de programas innovadores, como la creación de cisternas de agua, la formación en oficios y la alfabetización de niños, la ONG está ayudando a generar un cambio real y positivo en la vida de estas comunidades. A lo largo de los años, historias de éxito como la de Valeria Ruiz, quien dejó su trabajo en salud para emprender como costurera, o las ceramistas de Piruaj Bajo, que hoy venden sus piezas en distintas ciudades, reflejan los frutos de este trabajo transformador.
Además, su enfoque en la educación y formación técnica está abriendo nuevas puertas a las mujeres, brindándoles la oportunidad de generar ingresos y obtener una mayor autonomía.
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“Los principales objetivos de la ONG son ayudar a las comunidades campesinas del norte de Santiago del Estero a salir de la pobreza, generar arraigo y calidad de vida. Para generar impacto trabajamos a través de la generación de proyectos productivos para consolidar autonomía económica, y de este modo también proteger el monte de la explotación desmedida que lleva a la desaparición de las especies”, explica Romina Tomini, directora ejecutiva de Cynnal, en diálogo con Economía Sustentable.
“Abordamos también la modalidad de bioconstrucción tanto para viviendas familiares como infraestructura. Esto lo hacemos ante la dificultad habitacional que existe en la zona y la imposibilidad de construir con materiales convencionales, que además no son adecuados para una zona con tanto calor y erosión. Nos hacemos cargo del alarmante problema del agua, ya que las comunidades campesinas no tienen agua potable y consumen agua de los surgentes cercanos que están contaminados con arsénico, flúor y sal. Por último abordamos la niñez desde los talleres de alfabetización y música”, añade.
Sobre cómo contribuye la ONG a la promoción del trabajo de las mujeres y los desafíos, Tomini, responde: “La mayoría de nuestros proyectos productivos están integrados por mujeres, muchas de ellas mamás solas que, al no estar acompañadas por un hombre de la comunidad, se le niega el derecho a la tierra. Es decir, no pueden percibir ingresos económicos que procedan del trabajo de la tierra. Esto lleva a que muchas de ellas solo subsisten de las asistencias sociales del estado o ayuda de familiares. Por esta razón, trabajamos con las mujeres iniciando procesos de generación de oficios que ofrezcan y proyecten una fuente de trabajo de ingresos dignos. La falta de protagonismo y liderazgo por parte de las mujeres en la comunidad muchas veces representa un conflicto, que se acentúa por las dificultades para leer y escribir”.
En términos de acceso a agua potable, qué proyectos están llevando a cabo para garantizar este derecho, aclara: “Como decíamos anteriormente, las comunidades campesinas no poseen redes de agua, y la poca agua que existe en la zona no es potable. Ante esto, construimos cisternas de placa que almacenan 16 mil litros en las épocas de lluvia, ofreciendo una solución concreta entre los meses de sequía (de abril a octubre). De igual forma, este año realizaremos una red de agua para una comunidad entera con un sistema de ósmosis inversa para su filtrado. De esta forma damos solución a dos problemas: el volumen del agua y la calidad del agua”.
Respecto a los resultados más destacados, enumera Tomini: “Durante el 2024 hemos alfabetizado a 40 niños de la población de Piruaj Bajo. En diálogo con la escuela local, y luego de un diagnóstico exhaustivo por parte nuestra, identificamos una dificultad importante en el proceso de aprendizaje de los niños; la institución tenía alumnos entre 8 y 12 años que no sabían leer, escribir, sumar y restar. Así, asumimos el compromiso de armar y ofrecer un proceso de aprendizaje por proyectos a cargo de una maestra que viaja desde otra población. Los 40 niños asistieron 4 horas semanales todo el año, divididos en 2 grupos (principiantes y avanzados). La estructura pedagógica buscó ser divertida y disfrutable para que los procesos de aprendizaje, que fueron frustrantes en un pasado, se conviertan en una espiral de conocimiento y resultados”.
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“En noviembre de 2024 recibimos una donación de útiles de un grupo de donantes de Buenos Aires. Nuestra mejor muestra de resultados fue que los 40 niños pudieron leer la carta de una página que dichos donantes envió a los niños presentándose y describiendo aquello que les donaban. Como nuestro mayor sueño es que las comunidades sean autónomas y sustentables sabemos que recorrer el camino de la alfabetización hoy, es preparar el mejor diálogo con los adultos del mañana”, agrega.
Sobre cómo estas habilidades contribuyen al desarrollo económico y social de las personas, especialmente de las mujeres, dice: “Nosotros ofrecimos y seguimos capacitando en las siguientes áreas: costura, cerámica, tunas y bioconstrucción”. Por ejemplo, en costura, “la iniciativa formativa para 22 mujeres campesinas comenzó por la necesidad de confeccionar prendas útiles en la zona y a bajo costo. En aquel entonces, año 2021, tuvimos la idea de utilizar materiales desechables de las fincas vecinas. Así, comenzamos a experimentar y producir con las mujeres. Luego de un tiempo, y dado que el proyectó creció, tuvimos que pensar seriamente en formación específica para los materiales de la zona como silo bolsas”, explica.
“El desafío hoy es responder a las necesidades que ellas mismas fueron identificando en su población y las poblaciones vecinas. Como consecuencia, recibirán formación para confección de indumentaria, ropa de trabajo, mochilas, entre otras. Junto con ellas hemos construido un taller donde trabajarán juntas y donde funcionará un emprendimiento que tendrá máquinas semi industriales que permitirán realizar producciones más grandes y complejas. En este nuevo desafío nos embarcaremos con las costureras de Piruaj Bajo”, agrega.
Y otro caso es, por ejemplo, el de cerámica, que “se comenzó con este proyecto productivo con una primera capacitación citando a la comunidad junto al grupo Hornos Sin Fronteras, liderado por el prestigioso ceramista Emilio Villafañe. Allí se realizaron las primeras prácticas de piezas muy simples y luego, entre todos se realizó el primer horno en el predio comunitario. Los años que siguieron fueron de visitas de diversas ceramistas que ayudaron a profundizar los conocimientos de las mujeres tanto en piezas decorativas como utilitarios. Actualmente, cuentan con un segundo horno, conocimientos en quemas alternativas (con aserrín y otros materiales) y diversas técnicas de decoración. Próximamente dos integrantes del grupo (de 10 mujeres) visitarán, por segunda vez, Buenos Aires para realizar una capacitación sobre tinajas dictado por Desireé De Rider. Desde el 2024 ya comenzaron a percibir ingresos gracias a las ventas realizadas tanto en Santiago del Estero como en Buenos Aires”, comenta.
También se puede hablar de tunas que, “con la intención de generar iniciativas amigables con el medio ambiente, y de bajo costo, ya que las tunas crecen naturalmente en el monte, comenzamos un proceso formativo con un grupo de 10 familias que ya se encuentra en proceso. El curso contempla el vínculo con la planta desde todas sus etapas. Actualmente, estamos en proceso de plantación de 2,5 hectáreas que producirán unas 2000 tunas. Las mismas serán utilizadas para alimento de los animales y para crear un emprendimiento de mermelada de tunas que será comercializada. La formación técnica en esta disciplina se hace de forma conjunta con la facultad de Agronomía de la UNSE y la particularidad es que es una formación muy práctica. Es decir, el aprendizaje va de la mano con la implementación inmediata de los conocimientos y de los emergentes propios del proceso de la planta, la tierra y el clima”, contesta.
Y por último, sobre la bioconstrucción donde “nuestra propuesta para dar solución al grave problema habitacional en el norte de la provincia es utilizar, de forma adecuada, y construir con los materiales del lugar, principalmente madera y tierra. En el proceso constructivo las propias familias beneficiadas deben aportar los materiales y la mano de obra. Para ello, es necesario que nuestro equipo de bioconstrucción pueda enseñar aspectos muy concretos en que las personas deben involucrarse. La modalidad es que nuestros bioconstructores enseñan en la propia obra, pero también comparten la teoría en los momentos de descanso. De esta forma, la persona va haciendo un proceso de integración que culmina con el fin de obra de su propia casa. Actualmente, varios beneficiarios, que hoy ya tienen sus casas, trabajan con nosotros en nuevos proyectos como bioconstructores ayudantes, ya responsables de ciertas etapas como los cimientos, la fabricación de adobes y los revoques”, dice.
Proyectos sostenibles a largo plazo
“Asistir a las personas en sus necesidades es una tarea noble y esforzada, pero trabajar en pos de la autonomía, la responsabilidad y la sostenibilidad es un trabajo largo en el tiempo y que implica todas las energías. Nosotros descubrimos que una de las claves es el compromiso de las personas desde el primer momento. Cuando iniciamos un nuevo proyecto tenemos que darle a los involucrados una serie de tareas, responsabilidades y objetivos que deben cumplir como parte del proceso global. En muchas situaciones avanzamos cuando las personas cumplen un primer objetivo que puedan comunicarnos de forma clara y evidente. Si lo que pactamos no se cumple ponemos los medios humanos para ayudar a que la meta se realice. Es casi un camino pedagógico para nosotros, y no menos importante que otros pasos”, responde Tomini.
“Esta tarea de ir reconociendo resultados y aumentar responsabilidades es una de las tareas más complejas y desgastantes que tenemos, pero estamos convencidos del camino y de algunos resultados. Para ejemplificar podemos mencionar, en la construcción de una casa la familia debe fabricar 4000 adobes, labrar 40 tirantes de madera y colaborar en el armado de los cimientos. Para que las costureras puedan hacer una venta a una ciudad grande deben procurarse los materiales y ofrecer un valor desglosado del producto. Para conformar el grupo de ceramistas fue necesario que procuren los materiales para el horno y lo construyan ellas mismas. Para que la comunidad de Huiñaj Pozo tenga agua toda la población deberá cavar una zanja de 5 kilómetros para los caños”, agrega.
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Historia de éxito de la ONG Cynnal
“Valeria Ruiz, estudió enfermería en Santiago Capital. Hasta hace un tiempo trabajó en la posta sanitaria que se encuentra a 40 kilómetros de su casa. Durante el 2024 decidió dejar ese trabajo porque sus ventas como costurera le ofrecen una solución económica más contundente y menos sacrificada. Hace un par de años conversamos con un grupo de mujeres de Piruaj Bajo para formar con ellas un grupo de ceramistas. Una de ellas preguntó ¿cuándo comenzaremos a ganar dinero de ese trabajo? Actualmente, las ceramistas de Piruaj Bajo venden sus piezas en la zona, en la ciudad de Buenos Aires, y recientemente, realizaron una venta a Inglaterra”, revela
“Fernanda y Julio vivían junto a sus 2 hijos pequeños en una habitación sin ventanas de 2×2 con techo de nylon. Se embarcaron junto con nosotros en la construcción de una casa de bioconstrucción. Con la ayuda de algunos familiares fabricaron 7500 adobes, labraron 40 tirantes para el techo y sentaron las bases para el cimiento. Hoy viven en una casa muy luminosa de 56 metros cuadrados que tiene 2 habitaciones, comedor, despensa, baño y un alero hacia el norte que los protege del sol en el verano”, comenta.
“Gabriela Solorza es maestra en el programa de alfabetización para 40 niños de Piruaj Bajo. Para trabajar tiene que transitar 14 kilómetros por el monte. Gabriela es maestra de profesión pero nunca pudo ejercer como tal. Su felicidad es completa. Pudo dejar de ser ama de casa y cuidar cabras y chanchos para cumplir su sueño de ser parte del proceso tan importante de enseñarle a leer y escribir a un grupo de niños que lo necesita”, responde.
El papel de la educación en las mujeres
“Existe un dato que no es menor; en toda la región en que trabajamos no hay una sola persona que haya recibido formación técnica en ningún área, previo a nuestras propuestas. Como dijimos con anterioridad, ancestralmente el uso y el trabajo en el momento está restringido a los varones. Así, las mujeres no tienen acceso a la principal fuente potencial de ingresos”, aclara.
“Nuestra propuesta educativa formativa, pensada principalmente para las mujeres, son una respuesta y una alternativa diferente al uso del monte y la tierra. Por esta razón, la formación, además del valor que aporta en sí mismo por ser conocimiento adquirido, es una nueva oportunidad que no compite con el trabajo que realizan los varones sino que son la creación de nuevos horizontes que le ofrecen protagonismo y autonomía a las mujeres”, cierra Romina Tomini.
Quienes estén interesados en conocer más y colaborar pueden ponerse en contacto con la ONG al 113106-6640 o contactarse a través del IG @cynnal.arg