Un experimento en el desierto mostró que los paneles solares también pueden regenerar ecosistemas
Un equipo científico comprobó que la energía fotovoltaica no solo produce electricidad limpia, sino que también favorece la recuperación de ecosistemas.
El desierto de Kubuqi -también llamado Hobq- es el séptimo más grande de China y durante años fue conocido como “el mar de la muerte”. Hoy, sin embargo, es escenario de un megaproyecto donde se instaló una central solar tan vasta que ya la apodan “la gran muralla solar”. En este entorno extremo, un equipo científico decidió estudiar si los paneles fotovoltaicos no solo producen energía limpia, sino que también pueden ayudar a recuperar ecosistemas degradados por la aridez.

Para ello se probaron tres formas de intervenir el paisaje desértico: colocar paneles directamente sobre la arena, plantar únicamente arbustos resistentes o combinar ambos enfoques. Solo esta última alternativa logró resultados contundentes, permitiendo que la vegetación volviera a florecer en pleno desierto.
La combinación de paneles y plantas generó un suelo más fértil: la sombra redujo las temperaturas y la evaporación del agua, lo que favoreció el crecimiento de raíces y cultivos. El éxito obtenido en China despertó el interés de otros países que buscan replicar el modelo para revitalizar zonas áridas y semiáridas.
Cómo fue la investigación
El estudio comparó tres métodos destinados a reactivar un ecosistema en condiciones extremas. El primero consistió en instalar paneles solares con escasa vegetación. El segundo, en sembrar arbustos capaces de fijar las dunas, sin añadir infraestructura solar. El tercero unió ambas estrategias: se plantaron cultivos bajo los paneles, aprovechando su sombra como protección contra el calor.
Los resultados fueron claros. En la primera opción no hubo cambios en el suelo; en la segunda, solo una ligera mejora gracias a la resistencia de los arbustos. Pero allí donde coexistieron paneles y vegetación, surgió un ecosistema nuevo y más robusto.
En estas parcelas, el suelo mejoró de forma notable. La sombra de los paneles redujo el estrés térmico y la pérdida de humedad, impulsando el desarrollo de raíces que transportaron carbono hacia capas profundas y acumularon materia orgánica. Esto favoreció a los microorganismos del suelo y aceleró el reciclaje de nutrientes.

Prosperar en medio del desierto
Kubuqi es también el centro de un ambicioso proyecto conocido como “la gran muralla solar”, un guiño a la estructura histórica que protegía las fronteras chinas. En este caso, la “muralla” fotovoltaica busca frenar el avance de la desertificación, recuperar áreas demasiado áridas para la vida vegetal y mejorar las condiciones de las comunidades locales.
Según un artículo de Meteored, los resultados obtenidos en China son tan alentadores que ya inspiran proyectos similares en países como Brasil, donde crece la instalación de energía fotovoltaica en regiones áridas para combatir la desertificación y favorecer la regeneración del ecosistema.















