Según un experto, “el plástico es el colesterol en el sistema circulatorio de agua”
Quienes habitan en zonas urbanas cercanas a ríos, lagos y lagunas están acostumbrados al problema de la contaminación por plásticos.
La contaminación por plásticos en ríos, lagos y lagunas tiene su origen principalmente en la gestión inadecuada de residuos, tanto en basurales a cielo abierto como en rellenos sanitarios cercanos a cursos de agua. En Argentina, aproximadamente el 45% de los residuos termina en rellenos sanitarios y el 25% se deposita en basurales a cielo abierto.
Según el investigador Martín Blettler del Instituto Nacional de Limnología de la Universidad del Litoral (INALI), el plástico actúa como el «colesterol en el sistema circulatorio del agua». Junto con otros investigadores, Blettler estudia el impacto de los plásticos en los ecosistemas acuáticos locales y globales. Durante períodos de sequía, las cuencas se convierten en trampas de plásticos que luego las lluvias arrastran hacia lagos y lagunas, acumulándose en desembocaduras y costas y bloqueando la circulación del agua. Según datos recientes del INALI, en el Paraná Medio se encuentran aproximadamente 220 envases por cada 100 metros cuadrados.
Si bien los macroplásticos son fácilmente visibles y pueden afectar la calidad del agua y la vida silvestre, el verdadero problema radica en los microplásticos, descubiertos en 2004. Con un tamaño inferior a 5 mm, se originan por la degradación de plásticos a lo largo del tiempo, aunque algunos provienen directamente de productos de uso diario como cremas exfoliantes. La mayoría, sin embargo, se generan a partir de la descomposición de fibras textiles sintéticas y las cubiertas de automóviles.
A pesar de su diminuto tamaño, los microplásticos ejercen un impacto significativo al ser ingeridos por organismos vivos, los cuales no pueden metabolizarlos y los acumulan en sus tejidos. En un estudio de 2022 sobre sábalos del Paraná, se encontraron entre 10 y 27 partículas de microplásticos solo en sus tractos digestivos. Sin embargo, los residuos plásticos no se detienen aquí. Los nanoplásticos, partículas aún más diminutas, pueden tener efectos aún más devastadores, ya que poseen la capacidad de atravesar las membranas celulares, interfiriendo así en el funcionamiento normal de las células. Además, tanto los microplásticos como los nanoplásticos tienen la capacidad de adherir y transportar otras sustancias tóxicas aún más pequeñas, propagando contaminantes químicos en diversos organismos y entornos. Un ejemplo es el BPA, una sustancia química presente en plásticos que, al penetrar en los tejidos y células, puede interferir en el funcionamiento hormonal.
La triple R: reducir, reutilizar y reciclar
No cabe duda de que la estrategia más efectiva para evitar que los plásticos terminen en los ecosistemas es la reducción, reutilización y reciclaje. Reducir el uso de plásticos de un solo uso, como embalajes, botellas, pajitas, bolsas, colillas de cigarrillos, y productos de telgopor, disminuye significativamente su volumen y fomenta que las empresas busquen alternativas más sostenibles.
Por otro lado, la reutilización implica evitar que los plásticos utilizados se conviertan en desechos, conservando envases en buen estado y dando nueva vida a la indumentaria de segunda mano, ya que las fibras textiles sintéticas son una de las principales fuentes de microplásticos.
El reciclaje se considera como último recurso, dado que su eficacia es menor en comparación con las opciones anteriores. Esto se debe a que los productos reciclados tienen aplicaciones limitadas en comparación con el plástico virgen, y su procesamiento requiere inversiones e infraestructuras que muchas empresas no poseen. Según datos oficiales, en Argentina solo se recicla alrededor del 6% de los residuos, a pesar de que podría reciclarse hasta un 30%.
Cómo se limpia una laguna
Una vez que los plásticos se encuentran libres en el ecosistema, es necesario implementar soluciones que aumentan su costo y complejidad, cuanto más tiempo pasa y cuanto más pequeñas son las partículas. Según un estudio publicado el año pasado por el INALI, una solución tecnológica simple, flexible y práctica para la limpieza de plástico en ríos como el Paraná son las barreras flotantes. Las mismas, como su nombre lo indica, están diseñadas para interceptar los objetos que flotan en los cursos de agua, evitando su dispersión. Sin embargo, en este estudio destacan que la forma y la densidad de los plásticos son los principales obstáculos para su efectividad. Los más difíciles de recolectar son los que no flotan fácilmente, como las tapas de gaseosa, los cubiertos descartables, los sorbetes, filamentos, bandas elásticas, mangueras, cables, juguetes y envases de perfumería. Para los micro y nanoplásticos, las soluciones requieren tecnología aún más sofisticada y costosa. En algunos países se han desarrollado métodos basados en membranas de filtración, compuestos magnéticos o electrodos, aunque su aplicación está orientada a entornos industriales o plantas de purificación de agua potable, no así para entornos naturales.
Soluciones basadas en la naturaleza: la biorremediación y el bioplástico
Desde hace varios años se conocen organismos vivos capaces de convertir micro y nanoplásticos en compuestos orgánicos. Se han realizado ensayos con hongos, cianobacterias y microalgas y se han obtenido resultados esperanzadores, aunque este tipo de procesos requiere condiciones controladas y llevan bastante tiempo. Otros métodos de biorremediación, como la degradación enzimática, podrían ser una alternativa para la limpieza de aguas en un futuro cercano. Aunque su alcance es limitado, la evidencia científica continúa en crecimiento. El mayor desafío es encontrar soluciones que puedan aplicarse en los ecosistemas naturales sin desencadenar problemas ambientales mayores, a la vez que sean de bajo costo y fácil implementación. En el Paraná, se han utilizado con éxito plantas como el “acordeón de agua” (Salvinia biloba) para la limpieza de plomo y otros materiales pesados.
Los materiales alternativos también forman parte de la agenda científica. Una de las primeras alternativas que surgieron fueron los plásticos biodegradables, aunque los mismos requieren la presencia de microorganismos específicos y ciertas condiciones para su degradación, las cuales rara vez ocurren en la naturaleza. En los últimos años se han desarrollado muy fuertemente los bioplásticos, los cuales sí pueden degradarse en condiciones naturales. Según European Bioplastics, en 2022 se produjeron alrededor de 2,1 millones de toneladas de bioplástico en todo el mundo, y se prevé que esta cifra continúe en aumento. El obstáculo principal, afirman, es obtener la misma funcionalidad que los plásticos convencionales.