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¿Qué es el carbono azul y por qué es tan importante para la lucha contra el calentamiento global?

El carbono atrapado bajo el agua se le llama "carbono azul" y mantenerlo bien aprisionado es vital para la salud del planeta.

Existe una trampa que captura CO2 de manera más rápida y eficaz que los bosques. Se trata de los ecosistemas marinos costeros como los manglares, pantanos y humedales, donde se entierran grandes cantidades de carbono.

A ese carbono atrapado bajo el agua se le llama «carbono azul» y aunque a veces pasa desapercibido, mantenerlo bien aprisionado es vital para la salud del planeta.

Los océanos y las zonas costeras son clave para reducir el impacto de los gases de efecto invernadero en la atmósfera.

Los científicos los llaman «pozos de carbono» y a la tarea que cumplen le llaman «secuestrar» el CO2. Entre estos pozos, los más efectivos son los ecosistemas costeros.

Aunque son mucho más pequeños que los bosques, secuestran el carbón a un ritmo más acelerado y lo pueden mantener atrapado durante millones de años, según explica la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés).

Un manglar, por ejemplo, puede almacenar hasta 10 veces más carbono que la misma área de un bosque terrestre, según datos de Conservación Internacional.

Según cálculos de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas de México, un país con importantes pozos de carbono, en un año los ecosistemas de carbono azul «secuestran una cantidad de carbono equivalente a casi la mitad de las emisiones generadas por el transporte a escala mundial».

Aunque ese carbono almacenado no se puede ver, muchas veces ha estado atrapado ahí durante miles de años.

«En estos lugares, las condiciones de bajo oxígeno en el suelo bajo del agua pueden retener el carbono desde siglos hasta milenios», explica a la BBC Emily Pidgeon, directora de iniciativas marinas estratégicas de Conservación Internacional.

Los pozos de carbono azul, además, son el hábitat de una gran diversidad de especies y ayudan a mantener la calidad del agua en las costas. Los expertos, sin embargo, advierten que las prisiones de carbono azul están en peligro.

Conservación Internacional afirma que desde 1940 se han perdido la mitad de los manglares del mundo; y la mitad de los pastos marinos desde 1990. Cuando estos ecosistemas se destruyen, se liberan grandes cantidades de CO2 en la atmósfera.

La Iniciativa de Carbono Azul, que cuenta con el apoyo de la Unesco, estima que cada año se liberan más de mil millones de toneladas de CO2 que estaba almacenado en ecosistemas costeros.

Esta destrucción muchas veces es causada por la construcción de represas y estanques para el cultivo de peces y camarones, así como la contaminación.

Los ecosistemas costeros también sirven de barrera de protección contra los vientos y el oleaje, así que su desaparición también trae efectos negativos para quienes viven en esas zonas.

La tarea de recuperar la función de los depósitos de carbono azul no es nada fácil. «Incluso después de que se haya restaurado un manglar, un pantano o un pasto marino, se necesitan siglos para recuperar el carbono que se liberó en la atmósfera cuando se destruyó el ecosistema», dice Pidgeon.

La clave, según los expertos, es proteger y restaurar las zonas costeras, así como avanzar en las investigaciones sobre estas áreas.

La NOOA también menciona que puede ser útil incluir los humedales costeros en el mercado de carbono, mediante la compra y venta de bonos de carbono y compensar con dinero a quienes desarrollen proyectos de restauración de estos ecosistemas.

Fecha de publicación: 23/01, 1:18 pm