Por qué la contaminación aérea se asemeja a dos enfermedades neurodegenerativas
Estudios recientes plantearon que esta problemática ambiental impacta directamente en la salud del cerebro. Detalles.
Dentro de la compleja red de desafíos que enfrenta el panorama climático global, la contaminación del aire surge como un problema de considerable envergadura.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó previamente sobre su gravedad, señalándola como “uno de los mayores riesgos ambientales para la salud”, con los efectos combinados de la contaminación del aire exterior y doméstico asociados a 6,7 millones de muertes prematuras anuales.
La OMS define la contaminación del aire, tanto en interiores como en exteriores, como la presencia de agentes químicos, físicos o biológicos que alteran las características naturales de la atmósfera. Fuentes comunes de contaminación del aire incluyen aparatos domésticos de combustión, vehículos a motor, instalaciones industriales e incendios forestales. Partículas en suspensión, monóxido de carbono, ozono, dióxido de nitrógeno y dióxido de azufre son algunos de los contaminantes más preocupantes para la salud pública, según la OMS.
En línea con estas preocupaciones, expertos en salud plantearon la posibilidad de una conexión entre la contaminación del aire y el desarrollo de trastornos neurodegenerativos, como el Alzheimer y el Parkinson.
Esta faceta de los impactos de la contaminación atmosférica, que afecta directamente al cerebro humano, resalta la complejidad y la seriedad de este desafío global. Es claro que abordar esta cuestión no solo es fundamental para la preservación del medio ambiente, sino también para la salvaguardia de la salud.
Sin embargo, antes de adentrarse en la conexión entre la contaminación del aire y estas enfermedades neurodegenerativas, es importante revisar brevemente qué son el Alzheimer y el Parkinson.
El Alzheimer se caracteriza por la acumulación anormal de proteína beta amiloide entre las neuronas del cerebro, lo que causa la ruptura del esqueleto interno neuronal, compuesto, entre otros elementos, por la proteína tau. Este proceso conduce a la degeneración de las células nerviosas cerebrales.
Ana Seubert Ravelo, investigadora de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señaló en un artículo institucional que el aumento en la esperanza de vida y el proceso de envejecimiento que experimentan las personas en la actualidad son los principales factores de riesgo para desarrollar trastornos como el Alzheimer. Según la experta, el Alzheimer no es una parte normal del envejecimiento, sino el resultado de complejos cambios cerebrales que comienzan años antes de que aparezcan los síntomas, causando la pérdida de neuronas y sus conexiones. Por lo tanto, es crucial examinar cada caso para identificar sus causas específicas.
Por otro lado, de acuerdo con los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), “la enfermedad de Parkinson es un trastorno cerebral que provoca movimientos involuntarios o incontrolables, como temblores, rigidez y dificultad con el equilibrio y la coordinación. Aunque se cree que la genética tiene un papel en el Parkinson, en la mayoría de los casos la enfermedad no parece ser hereditaria. Muchos investigadores ahora creen que es el resultado de una combinación de factores genéticos y ambientales, como la exposición a toxinas”.
Hace algunas semanas, se publicó un estudio en la revista Neurology que profundizó en los posibles impactos de la contaminación del aire en la salud cerebral, particularmente la generada por el tráfico vehicular, revelando una conexión preocupante entre niveles elevados de contaminantes y un marcador crucial de la enfermedad de Alzheimer.
De acuerdo con los hallazgos, los adultos mayores expuestos a altas concentraciones de partículas derivadas del tráfico tenían casi el doble de probabilidades de mostrar niveles más altos de placas amiloides en el cerebro, un factor asociado con esta enfermedad neurodegenerativa.
Los resultados, obtenidos del análisis de tejido cerebral de 224 individuos fallecidos cuyos cerebros fueron donados para la investigación, presentan una imagen preocupante sobre los posibles efectos de la contaminación del aire en la salud mental a medida que envejecemos. Según los investigadores, aquellos con una exposición más prolongada a la contaminación en los tres años previos a su fallecimiento mostraron un alarmante aumento del 87 por ciento en la probabilidad de presentar niveles más altos de placas amiloides en comparación con aquellos menos expuestos.
El equipo de investigación, liderado por expertos en salud cerebral, llevó a cabo un análisis detallado que combinó datos de contaminación atmosférica con información sobre la presencia de placas amiloides y ovillos asociados a las proteínas tau, dos marcadores clave del Alzheimer según los autores del estudio.