Los viñedos de Francia aceleran su transformación frente al cambio climático

La región francesa de Borgoña sufrió una fuerte ola de frío en abril y los viticultores debieron prender pequeños focos de fuego para salvar a los viñedos. Por un lado, esto se vio como un espectáculo nocturno, y por otro, como una real advertencia de que se deben buscar soluciones inmediatas frente al cambio climático.

El Ministerio de Agricultura calificó esa ola de frío como la mayor catástrofe agrícola del siglo en el país galo, y que las llamas de los braseros o fardos de paja no pudieron contener. Hubo pérdidas de entre el 30 y el 40 % de la producción, según las estimaciones iniciales, y de hasta el 100 % en algunos lugares.

Chablis, de donde procede uno de los mejores vinos blancos del mundo, fue una de las denominadas zonas afectadas. Esta región abarca 5.600 hectáreas y unos 20 municipios, y sus viticultores son conscientes de que se impone un fuerte cambio climático.

“Hay entre nosotros debate sobre las causas, sobre si es un ciclo provocado o no por el hombre, pero no sobre los efectos. Y lamentablemente creo que serán duraderos”, explica Damien Leclerc, director general de la cooperativa La Chablisienne.

Lo cierto es que el calentamiento que ahora perjudica a la zona, en su momento benefició a la región durante 40 años, debido a que permitió que Chablis pase de 700 hectáreas a casi seis mil en la actualidad. 

Mantener encendido cada fuego cuesta entre ocho y diez euros por noche y se necesitan 600 por hectárea, por lo que su uso es costoso y poco sostenible, y los hilos eléctricos para calentar el aire en torno a las vides son igualmente caros.

Daniel-Etienne Defaix, décimo quinta generación del Vieux Chƒteau de Chablis, protegió su gama alta, la que se vende de 30 a 75 euros, y salvó el 90 %, pero no lo hizo en las tierras de su Chablis más sencillo, por falta de medios, según replica EFE.

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El cambio climático se manifiesta en un aumento de las temperaturas y en una disminución del agua disponible para la vid en el suelo. “Pero nosotros no tenemos derecho a irrigar”, aclara Leclerc.

Por lo tanto, una de las soluciones sería fomentar la investigación y contribuir para mitigar los efectos del cambio climático, con una reducción de las emisiones de gas con efecto invernadero gracias -por ejemplo- a un menor uso de los carburantes fósiles.