La vida oculta en las nubes: cómo son los microbios que moldean el clima
Bacterias, hongos y virus que viajan por la atmósfera pueden desencadenar tormentas, alterar ecosistemas y hasta impactar en la salud humana.
Aunque se suele verlas solo como masas de vapor, las nubes esconden un mundo microscópico fascinante. En su interior habitan bacterias, hongos y virus que no solo viajan por la atmósfera, sino que también influyen en el clima y en la salud de los ecosistemas terrestres.
Cómo son los microbios que moldean el clima
La presencia de vida en el aire no es un hallazgo nuevo. Ya en 1860, Louis Pasteur demostró que el aire estaba lleno de microorganismos al recoger muestras desde las calles de París hasta los Alpes. Sin embargo, la idea de que existiera un ecosistema aéreo -el aerobioma- fue reconocida y estudiada a fondo recién en las últimas décadas.
Los avances tecnológicos permitieron analizar el aerobioma con gran precisión. Mediante aviones, globos y drones, los científicos capturaron muestras en distintas altitudes, confirmando que las nubes albergan millones de microorganismos. Muchos de ellos actúan como núcleos de condensación, facilitando la formación de gotas de agua, lluvias e incluso tormentas.
Uno de los estudios más destacados es el del aerobiólogo Pierre Amato, de la Universidad de Clermont Auvergne, en Francia. Desde la cima del volcán Puy de Dôme, su equipo comprobó que cada milímetro cúbico de agua en las nubes puede contener hasta 100.000 células, muchas aún desconocidas. Estas comunidades microscópicas sobreviven en condiciones extremas -frío intenso, baja presión y escasos nutrientes- gracias a que las nubes funcionan como refugios aislados.
Las investigaciones revelaron que, en días nublados, los niveles de ARN son más altos que en la atmósfera despejada, señal de que los microorganismos están activos y en crecimiento. Además, algunas bacterias, como las del género Pseudomonas, tienen la capacidad de inducir la formación de cristales de hielo en agua superenfriada, acelerando las precipitaciones de lluvia y nieve.
Este ciclo no solo impacta en la atmósfera: también conecta con los ecosistemas terrestres. Las lluvias enriquecidas por microorganismos nutren a plantas y árboles, que a su vez liberan nuevas partículas microscópicas al aire, alimentando el ciclo entre cielo y tierra.
Pero no todo son beneficios. Se comprobó que algunos de estos microorganismos transportan genes de resistencia a los antibióticos, favorecidos por el uso excesivo en medicina y agricultura. Estos genes pueden viajar miles de kilómetros y descender con la lluvia, alterando los ecosistemas y afectando la biodiversidad local.
En definitiva, las nubes no son solo un espectáculo visual: son ecosistemas dinámicos, invisibles y vitales, capaces de moldear el clima, interactuar con la vida terrestre y hasta influir en la salud humana.