Hallaron un ecosistema intacto en la Antártida tras el desprendimiento de un iceberg
Una masa de hielo gigante se rompió en la Antártida y dejó al descubierto un ecosistema submarino jamás visto, con criaturas únicas.
Durante siglos, una vasta área del fondo marino antártico permaneció oculta bajo una espesa capa de hielo. Sin embargo, a principios de este año, el desprendimiento de un iceberg del tamaño de Chicago, conocido como A-84, alteró drásticamente el mapa de la Antártida.
La ruptura del glaciar George VI reveló una región submarina de 540 kilómetros cuadrados que nunca había sido observada por el ser humano. Pocos días después, un equipo internacional de científicos que realizaba investigaciones en la zona a bordo del buque R/V Falkor (too) aprovechó la ocasión para descender a este paisaje recién descubierto, como si levantaran una losa para desvelar la vida que florece en la oscuridad.
Lo que encontraron no fue un desierto helado y estéril, sino un verdadero jardín de vida submarina: vastos bosques de esponjas vasiformes, corales milenarios, anémonas de colores vibrantes, peces hielo, gusanos marinos, isópodos de aspecto extraterrestre, e incluso criaturas fantasmales como la medusa gigante Stygiomedusa gigantea, con campanas de más de un metro y tentáculos que superan los diez.
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En un entorno privado de luz solar directa y cubierto por 150 metros de hielo durante siglos, estas formas de vida no solo sobrevivían, sino que prosperaban.
Un ecosistema que contradice lo esperado
Los ecosistemas de aguas profundas suelen depender de los nutrientes que descienden desde la superficie: fitoplancton muerto, pequeños animales que defecan o mueren, una constante lluvia orgánica que alimenta el lecho marino. Pero en esta región, esas rutas de nutrientes tradicionales están bloqueadas por el hielo. La pregunta que surge es inevitable: ¿cómo sobreviven estos organismos?
La hipótesis más plausible apunta a las corrientes oceánicas como fuente de nutrientes. Ríos submarinos que transportan compuestos desde otras áreas, posiblemente glaciares en retroceso que liberan aguas cargadas de materia orgánica. Otra posibilidad es el movimiento de masas de agua provocado por la fusión del hielo. El glaciar George VI retrocedió 40 kilómetros en los últimos 50 años, y esta dinámica podría estar generando flujos que fertilizan este mundo sombrío.
Otro aspecto que sorprendió a los investigadores fue la antigüedad de algunas especies. Esponjas gigantes, que crecen solo unos pocos milímetros al año, muestran que este ecosistema no es reciente. Algunas comunidades podrían haberse desarrollado durante siglos, sobreviviendo de manera lenta y resiliente bajo el hielo sin que nadie lo supiera.
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En expediciones previas a ecosistemas subglaciales, los científicos solían encontrar ambientes desolados, con poca diversidad de especies. Sin embargo, este descubrimiento cambia completamente ese panorama. A tan solo 15 kilómetros del borde del antiguo glaciar, la biodiversidad es asombrosa: no solo por la cantidad, sino también por la complejidad de las interacciones ecológicas.
Algunas criaturas parecen sacadas de relatos de ciencia ficción. Las anémonas de tentáculos fluorescentes, los gusanos segmentados con tonos iridiscentes o los isópodos de apariencia prehistórica que parecen no haber cambiado desde la era de los dinosaurios.
Ya se identificaron nuevas especies de moluscos, crustáceos y poliquetos, y los científicos creen que este es solo el inicio. Harán falta años de análisis para clasificar y comprender todo lo que se observó.
La región ahora accesible puede considerarse una cápsula del tiempo. Aislada durante siglos, representa un ecosistema intacto, no alterado por la actividad humana ni por la radiación solar. Su existencia ofrece un laboratorio natural para estudiar cómo evoluciona la vida en condiciones extremas, y podría contener pistas clave sobre la biología de épocas pasadas.