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Fascinación científica

El enigma de las Cataratas de Sangre en la Antártida: el misterio que desconcertó a la ciencia por más de un siglo

Un lago subglacial ultra salado, atrapado bajo kilómetros de hielo, resultó ser la clave detrás de una cascada rojiza que brota en pleno glaciar Taylor.

Durante más de cien años, las Cataratas de Sangre -un torrente rojo intenso que emerge de un costado del glaciar Taylor, en la remota Antártida Oriental- fueron uno de los fenómenos naturales más desconcertantes del planeta. Su apariencia inquietante, similar a un derrame de sangre congelada en el hielo blanco, alimentó mitos, titulares sensacionalistas e innumerables investigaciones. Pero la verdadera explicación detrás de este espectáculo natural es incluso más sorprendente que el misterio que generó.

El enigma de las Cataratas de Sangre en la Antártida

La primera referencia al fenómeno se remonta a 1911, cuando el geólogo australiano Griffith Taylor describió por primera vez el llamativo manantial rojizo que brotaba desde el glaciar que más tarde llevaría su propio nombre. Sin embargo, las herramientas científicas de la época no permitieron profundizar en su origen. Hubo que esperar casi un siglo para comprender qué hacía posible semejante anomalía en uno de los lugares más fríos y áridos del planeta.

En 1991, el geólogo Thomas Griffith retomó el enigma durante una expedición por los Valles Secos de McMurdo, una región conocida como el “desierto polar” de la Antártida debido a su extrema sequedad y ausencia de vida visible. Fue entonces cuando quedó asombrado por la violencia con la que un río de tonalidad escarlata irrumpía desde el hielo. Esa imagen, casi irreal, consolidó el nombre que hoy identifica al sitio: las “Cataratas de Sangre”.

En 1991, el geólogo Thomas Griffith retomó el enigma durante una expedición por los Valles Secos de McMurdo

Lo que los científicos descubrirían más tarde cambiaría para siempre la comprensión del glaciar Taylor. Investigaciones recientes, apoyadas en técnicas de radar, análisis microbiológicos y estudios geoquímicos, revelaron que debajo del glaciar existe un lago subglacial completamente aislado, atrapado desde hace millones de años. Su agua tiene una salinidad excepcional: es casi tres veces más salada que la del mar, una concentración tan elevada que le permite mantenerse líquida incluso a temperaturas bajo cero extremo.

A medida que esta agua altamente salina se desplaza hacia la superficie -a través de fisuras y canales que se abren en el glaciar- transporta consigo grandes cantidades de hierro. Cuando ese hierro entra en contacto con el oxígeno del exterior, se oxida rápidamente, tiñendo el agua de un color rojo intenso. El resultado es la famosa cascada que, vista sobre el hielo blanco, parece brotar de una herida abierta en el glaciar.

El hallazgo no solo resolvió un misterio centenario: también abrió nuevas líneas de investigación, especialmente en campos como la microbiología extrema y la búsqueda de vida en otros planetas. El lago oculto bajo el glaciar alberga microorganismos que sobrevivieron aislados en completa oscuridad, presión extrema y ausencia de oxígeno. Su existencia demuestra que la vida puede persistir en condiciones insospechadas, lo que a su vez alimenta hipótesis sobre la posibilidad de hallar formas de vida similares en lugares como Europa, una de las lunas heladas de Júpiter, o Encelado, satélite de Saturno.

Hoy, las Cataratas de Sangre siguen siendo un destino clave para la ciencia antártica. Lo que comenzó como un enigma visual es ahora una ventana al pasado geológico de la Tierra y a los límites de la vida misma. Un recordatorio de que incluso en los rincones más hostiles del planeta, la naturaleza guarda secretos capaces de redefinir lo que se creía saber.

Fecha de publicación: 28/11, 7:04 am