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El coronavirus nos obliga a replantear el modelo económico para hacerlo más sustentable

La pandemia planteó un falso dilema entre salud y economía. No hay economía sin salud. Y sin ambiente no hay salud ni economía posibles.

Economía Sustentable

Por estos días, la humanidad parece haber entrado en pausa ante la amenaza del Covid-19. Esta situación inédita tiene efectos inesperados en el ambiente. Fotos satelitales muestran menor presencia de contaminantes en los cielos, circulan imágenes de aguas claras en los canales de Venecia, y hay presencia de animales salvajes en las ciudades. 

Pero a no engañarnos. Estas mejoras son transitorias, fruto del derrumbe de la actividad económica como consecuencia del aislamiento social obligatorio. 

El modelo económico que hasta hoy prevalece en gran parte del mundo, basado en la explotación de las personas y la naturaleza; y la acumulación de siderales ganancias en manos de unos pocos, es una de las causas primarias de la emergencia ambiental y está en la génesis de la pandemia que lo ha puesto en crisis. 

Para salir de la depresión económica y al mismo tiempo evitar el colapso del ecosistema, es preciso cambiar las formas de producción y consumo hacia otras más sustentables, que satisfagan las necesidades actuales sin comprometer las de generaciones futuras.

Cada año, la humanidad consume el equivalente a un planeta y medio de los recursos naturales disponibles.  Según proyecciones de la ONU, para 2050 seremos 9.000 millones de habitantes y esto impulsará un aumento del 70% en la demanda de alimentos, 50% más de energía y 50% más de agua potable.

El cambio climático, la contaminación de aguas, suelos y aire; la pérdida de biodiversidad y la generación exponencial de basura no son una amenaza sino una realidad. 

Esta transformación de los modelos productivos y de negocios, lejos de implicar un freno al crecimiento económico y el bienestar, representa una oportunidad de verdadero desarrollo con equidad y generación de nuevos empleos verdes para América latina, la región más rica y diversa en recursos naturales y humanos, pero también la más desigual. 

Pero el cambio no sólo está en manos de los gobiernos, empresas y grandes líderes, sino también en nuestras decisiones simples y cotidianas a la hora de comprar, alimentarnos, transportarnos, vestirnos o vacacionar. 

En todo el mundo organizaciones campesinas alzan su voz en defensa de los recursos naturales. Y movimientos urbanos que promueven una vida sustentable los apoyan. A ellos se suman grupos de jóvenes liderados por la adolescente sueca Greta Thunberg,- creadora del movimiento “Fridays for Future” (viernes por el futuro)- quienes exigen a las autoridades políticas ocuparse ya mismo de la emergencia climática.

En este camino Argentina -al igual que otros países de la región- enfrenta desafíos que van desde su modelo de agronegocios basado en el monocultivo de la soja, a la megaminería, la deforestación y la necesidad de impulsar la economía circular para poner en marcha una industria del reciclado. 

La pandemia planteó un falso dilema entre salud y economía. No hay economía sin salud. Y sin ambiente no hay salud ni economía posibles. 

El mundo tiene hoy la oportunidad de hacer un cambio radical de paradigma. De lo contrario, se correrá el riesgo de que la próxima vez no sea un virus, sino una crisis ecosistémica mucho más compleja lo que ponga a la humanidad en jaque. 

La buena noticia es que las tecnologías para hacerlo (energías renovables, nuevos materiales biodegradables y de alta eficiencia) están disponibles, permiten el desarrollo económico y la creación de empleos. Pero hacen falta decisiones políticas para lograr un desarrollo equitativo y sostenible. 

El momento es ahora. 

María Gabriela Ensinck es periodista especializada en Economía y Ambiente.

Es autora del libro “Economía Verde. Innovación y Sustentabilidad en América latina” (Editorial Almaluz)

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Fecha de publicación: 17/04, 2:37 pm