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Sostenibilidad en alta mar

Cómo la industria de cruceros en Argentina busca reducir su huella ambiental

El sector demanda inversiones para aprovechar la oportunidad de negocio y a la vez cumplir con la obligación mundial de reducir el 40% de sus emisiones de gases invernadero para 2030.

Qué está haciendo la industria de cruceros en Argentina para reducir su impacto ambiental

La industria de cruceros es uno de los segmentos del turismo que más está creciendo en la Argentina y el mundo. A medida que esto ocurre, el sector viene implementando estrategias para reducir su impacto en el medioambiente, algo que en otros destinos le resultó más que problemático.

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El 2023 fue un año récord en el país, con más de 758 mil cruceristas en los principales destinos, que son el Puerto de Buenos Aires, Puerto Madryn y Ushuaia. Según contó a Economía Sustentable Marco Ferraz, presidente de Cruise Lines International Association (CLIA) en Sudamérica, en 2024 habrá 130 recaladas en Buenos Aires, 43 en Puerto Madryn y 550 en el recientemente renovado puerto de Ushuaia, que ahora cuenta con 124 metros más y mejores servicios para pasajeros y barcos.

La industria de cruceros es uno de los segmentos del turismo que más está creciendo en la Argentina y el mundo.

Se invirtieron $1.700 millones, en el puerto sudamericano con mayor cantidad de recaladas, que además gestiona el abastecimiento y la logística para la operación argentina en la Antártida.

“Hay un interés de las empresas por crecer en Ushuaia. Pero habrá que hacer una inversión público-privada para incorporar suministro de GNL y también para abaratar los costos. La ciudad entiende la oportunidad que tiene como punto estratégico para los cruceros antárticos, para los que hay cada vez más demanda. Hay que tener también vuelos internacionales hacia Ushuaia, más capacidad de hoteles de cinco estrellas, que son los que busca este tipo de público, restaurantes, bares, atracciones; hay mucho qué hacer”, comentó Ferraz.

Ya hay inversiones alineadas para aprovechar la oportunidad. Más allá de la reciente ampliación del puerto de cruceros, el Grupo Mirgor y la cadena española Meliá Hotels International, se aliaron en un desembolso de u$s 50 millones para un proyecto de cinco estrellas en Ushuaia, que comenzará a operar en 2028 bajo la marca de lujo Gran Meliá. Y también el grupo hotelero Accor confirmó en diciembre un nuevo proyecto de hotel franquicia de 230 cuartos y un restaurante giratorio en Ushuaia.

En ese marco, el ejecutivo de CLIA cuenta que Argentina es un destino importante en la región, pero adolece de los mismos problemas que los demás puertos de Sudamérica: alto costos y falta de infraestructura, además de las adecuaciones que el sector tiene en la mira para cumplir sus metas medioambientales.

En el horizonte, esto se avecina una tormenta perfecta: los cruceros tienen la obligación de reducir el 40% de sus emisiones de gases invernadero para 2030 y el 100% para 2050. Por lo tanto, solo podrán ir a destinos en los que se les ofrezca conexión eléctrica en puerto –para apagar los motores al atracar- y abastecimiento de combustibles net zero, entre otros requerimientos. Ninguno de los puertos de Argentina o la región hoy tiene esas posibilidades.

El desafío de reducir las emisiones en la industria de los cruceros

Desde hace décadas la industria de cruceros está en el ojo de la tormenta por sus altísimos niveles de emisión de carbono, su manejo de residuos, el daño que provocan a los ecosistemas fluviales, todo esto además de los problemas de turismo excesivo que genera con verdaderamente poco impacto en las economías de los destinos en los que desembarca.

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Pero desde el sector están convencidos de que esa situación puede modificarse. CLIA tiene metas ambiciosas y una hoja de ruta que las principales compañías de este nicho ya están siguiendo, con fuertes inversiones. La flota oceánica de los miembros de CLIA incluye 303 buques y una capacidad total de 635.000 camarotes inferiores, operados por 45 marcas que representan el 90% de la capacidad.

Desde hace décadas la industria de cruceros está en el ojo de la tormenta por sus altísimos niveles de emisión de carbono.

Por un lado, la meta en cuanto a huella de carbono es llegar a emisiones cero netas tanto en puerto como en el océano para el 2050. Desde el inicio de ese compromiso en 2019, las emisiones por barco de CO2 se redujeron un 16% hasta 2023.

Para ello la industria invirtiendo en tecnologías de motores con capacidad de conversión que permitirán la utilización de mayor número de fuentes de energía renovables a medida que estén disponibles. Esto incluye biodiesel, metanol «verde» y gas natural licuado (GNL). En el futuro, las embarcaciones podrán cambiar a combustibles de emisiones cero o casi cero, como el GNL biológico o sintético, sin necesidad de modificaciones mecánicas.

Entonces, el desafío número uno en Sudamérica para Ferraz será ofrecer GNL en los puertos en los próximos 5 a 10 años, para mantener las embarcaciones que hoy ya recorren la región, y luego de eso las opciones net zero, como óxido de nitrógeno, metanol o azufre.

No será sencillo ya que hay muchos intereses en juego: Brasil (Petrobras) tiene provisión de biodiesel y está testeando ya un combustible al 100%; Chile tendrá hidrógeno –que ocupa mucho espacio en los barcos-, Argentina y Uruguay no definieron su estándar, según comentó Ferraz.

“Mi entendimiento es que no habrá un combustible único, sino que tendremos varios, y las compañías están apostando a motores híbridos que podrán funcionar con dos o más tipos de combustible”, contó, y añadió: “Estamos trabajando en conjunto en todos los países de Sudamérica, para definir combustibles, precios competitivos y los estándares. Están siendo muy discutidos, cada país está defendiendo su mercado y sus posibilidades”.

Marco Ferraz, presidente de Cruise Lines International Association (CLIA) en Sudamérica.

Mientras tanto, los cruceros también están bajando mucho la velocidad de los barcos. Según relató el experto, un itinerario de 23 nodos ahora se hace a 13, por lo que los viajes deberán de ser a distancias más cortas o de más días de duración.

También están incorporando tecnología de Reducción Catalítica Selectiva (SCR por sus siglas en inglés) y unos 71 buques ya cuentan con ello. Esto reduce las emisiones de partículas y óxidos de nitrógeno.

Otra reducción se dará con la incorporación del Suministro de Electricidad desde Tierra (OPS) que permite apagar los motores al conectar el barco a tierra para obtener energía. 147 barcos de la red de CLIA ya tienen esta capacidad, y el objetivo es que todos cuenten con ella para 2035, aunque solo una minoría de los puertos permitan hoy el uso de esa tecnología.

“Del lado del puerto necesitamos que avance también la provisión de energía eléctrica. En Europa en 2030 será obligación parar solo en puertos que tengan energía eléctrica y será mandatorio desligar los motores. Lo mismo necesitaremos aquí, pero no basta tener energía sino también un precio competitivo. En Sudamérica no hay ni un solo puerto donde esto sea posible. Estamos hablando con todos los gobiernos para hacer una inversión en los puertos principales para 2030”, aclaró el directivo de CLIA.

Impacto en desperdicios y consumo de agua

Una parte clave de la logística de cruceros es el manejo de desperdicios. CLIA promueve la adopción de Sistemas Avanzados de Tratamiento de Aguas Residuales (AWTS), y 225 buques (11% más que el año pasado) ya lo hacen. Las líneas se han comprometido a no verter aguas residuales sin tratar en ningún lugar del mundo durante sus operaciones normales.

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Y además, la mayoría de los miembros de CLIA producen su propia agua dulce a bordo de sus embarcaciones. Hoy 172 barcos, casi el 60% de la flota, son capaces de producir suficiente agua para igualar su consumo total.

Una parte clave de la logística de cruceros es el manejo de desperdicios.

“El reciclaje hay mucho para hacer en Sudamérica para certificar a las empresas que manejan los residuos. A bordo hay reciclaje, hay manejos de agua gris y agua negra, pero el tratamiento que se hace en el barco y la reducción de consumo a veces es mejor que lo que se hace en las ciudades que visitamos”, opinó Ferraz.

Describió que un barco de 5.000 camas como los que llegan a Buenos Aires, tiene un consumo de 900 metros cúbicos de agua por día. Por eso tienen plantas de desalinización a bordo. “También tenemos sistemas de limpieza de gases de escape, que necesitan de regulación en Brasil, Chile, Uruguay y Argentina también, por eso ya iniciamos algunas de esas discusiones con las autoridades”, prosiguió el directivo de CLIA.

Sobreturismo

Más allá de este crecimiento del sector en la Argentina, el porcentaje de turistas que llegan al país vía cruceros es aún menor y no representa una preocupación de que se repita el escenario de sobreturismo que se vio en Venecia –que prohibió a los barcos atracar-, Santorini o Barcelona, que impusieron tasas de desembarque o límites a la cantidad de barcos y visitantes.

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A diferencia de Buenos Aires, los barcos que llegan a Puerto Madryn y Ushuaia no son tan grandes ni generan esos problemas. Los cruceros antárticos son en promedio de 200 personas.

En Argentina, por el contrario, para Ferraz el problema es el espacio, ya que los muelles están todos ocupados, las terminales de pasajeros son pequeñas. Ahora mismo en Colonia Uruguay se está trabajando un dragado para permitir cruceros de hasta 200 personas, y en Santos, Brasil, habrá más capacidad. Esos barcos probablemente vengan a Buenos Aires, y hay que prever para esa posibilidad.

En la Argentina, el porcentaje de turistas que llegan al país vía cruceros es aún menor y no representa una preocupación de que se repita el escenario de sobreturismo que se vio en Venecia

Los problemas de sobreturismo son la saturación de calles y avenidas, contaminación sonora y ambiental, saturación de los servicios y espacios públicos, poco rédito económico a cambio ya que los pasajeros tienen y consumen todo a bordo del barco, entre otros. Esto último, según el representante de CLIA en Sudamérica, está cambiando. Un estudio internacional de CLIA consideró que el impacto económico directo, indirecto, inducido de un crucerista que pasa un día en una ciudad es de alrededor de cien dólares. En Brasil, en 2023, fue de 658 reales.

“Lo vemos cada vez más, que los cruceristas llegan dos o tres noches antes de embarcar y se quedan dos o tres días después del crucero también. Cada vez más buscan quedarse en la región, ya que hay mucho qué conocer. Esto pasa en Ushuaia, pero falta infraestructura, hoteles, entretenimiento. De hecho, siempre en las ciudades donde atracamos se hace circular el calendario de barcos para que los comercios no cierren los domingos, porque sino los turistas solo vuelven al barco”, dijo Ferraz, quien se anima a soñar también con un puerto de cruceros en Mar del Plata.

Asegura que se podría replicar esa fórmula que es la de Florida, Estados Unidos, el mayor destino del mundo con 6 millones de personas al año: “Todos llegan antes, van a los parques, a Miami, a hacer compras, ¿por qué no acá? Hay que tener una actividad conjunta y promocionar esos destinos para que quienes van a tomar un crucero sepan qué hacer durante dos o tres noches. Hay mucho para crecer en eso en Argentina, Brasil, Uruguay, Chile y Ecuador. Hay que hacer una promoción conjunta de Sudamérica”.

Fecha de publicación: 02/01, 1:21 pm