Científicos desarrollaron un aislante térmico a base de hongos: para qué se puede usar
En Alemania, investigadores hallaron una alternativa sostenible que podría reemplazar a la lana mineral y la espuma sintética.
El encarecimiento sostenido de la energía y la creciente presión sobre los recursos naturales están llevando al sector de la construcción a revisar sus materiales, métodos y prioridades. En paralelo, aumenta el interés por alternativas de origen biológico capaces de reemplazar a los aislantes tradicionales, generalmente derivados del petróleo o de procesos industriales de alto impacto ambiental.

En este escenario se inscribe Mycobuild, un proyecto de investigación impulsado por el Institute for Circular Economy of Bio:Polymers (ibp) de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Hof en Alemania. Su objetivo es desarrollar materiales de aislamiento térmico, aptos para su aplicación industrial, a partir de micelio de hongos.
Lejos de ser una propuesta meramente experimental, el proyecto apunta a consolidar un proceso de producción escalable, compatible con los estándares actuales de la construcción y coherente con los principios de la economía circular.
Los aislantes convencionales suelen fabricarse a partir de polímeros sintéticos o minerales cuya producción implica altas temperaturas, un elevado consumo energético y una huella ambiental significativa. Frente a este modelo, la propuesta desarrollada en Hof plantea un cambio de paradigma: permitir que el material crezca en lugar de fabricarlo. El micelio -la red de filamentos que conforma la parte vegetativa de los hongos- funciona como un aglutinante natural que une residuos vegetales y los convierte en un material sólido y estable.
De acuerdo con el director del proyecto, Robert Honke, las ventajas de este enfoque son diversas: se trata de un material compostable, con capacidad para almacenar carbono, que requiere poca energía en su producción y ofrece una gran flexibilidad de forma, un atributo especialmente valioso para aplicaciones arquitectónicas complejas. Además, la posibilidad de escalar el proceso a nivel industrial posiciona a estos materiales más allá del ámbito experimental.
El proceso de fabricación y los principales desafíos
La elaboración de aislantes a base de micelio, como los que se desarrollan en Hof, se compone de una serie de etapas estrictamente controladas. El punto de partida es la preparación de un sustrato a partir de residuos vegetales locales, como la paja seca, que funciona tanto como soporte como fuente de nutrientes para el hongo. Una vez inoculado, el micelio coloniza el material en cuestión de días, adoptando la forma prevista y uniendo el conjunto hasta dar lugar a un biocompuesto sólido.

Finalizada esta etapa, el material se somete a un proceso de secado y aplicación de calor con el fin de inactivar el hongo y evitar cualquier crecimiento posterior. En este punto surge uno de los mayores desafíos del sistema: el control microbiológico. Los hongos son altamente sensibles a la contaminación, y la presencia de microorganismos no deseados puede comprometer por completo una partida de producción en muy poco tiempo.
La investigadora del ibp, Katharina Wellmanns, destaca la importancia de lograr un equilibrio preciso en la composición del sustrato: debe aportar los nutrientes necesarios para el micelio, pero sin un exceso de azúcares que favorezca el desarrollo de mohos indeseados. Se trata de un ajuste minucioso, casi artesanal, aunque pensado para escalar a nivel industrial.
Antes de que estos materiales puedan incorporarse a viviendas o edificios públicos, deben superar rigurosos ensayos técnicos. Se evalúan aspectos como la flexibilidad, la absorción de humedad y la conductividad térmica, incluso en las fases iniciales del desarrollo. El objetivo es cumplir con las normativas del sector de la construcción sin perder su carácter biológico.
Uno de los avances más relevantes del proyecto es la incorporación de una capa mineral superior, desarrollada en conjunto con el socio industrial Johann Bergmann GmbH & Co. KG. Esta capa funciona como una barrera frente a la humedad y reduce de manera significativa el riesgo de aparición de moho. No se trata de un recubrimiento meramente estético: se aplica en distintas fases y se somete a pruebas específicas para asegurar que las propiedades aislantes y mecánicas del micelio se mantengan intactas.
Según Wellmanns, los resultados iniciales son alentadores. La capa mineral no solo protege el material, sino que también mejora su resistencia, acercándolo a las prestaciones de los aislantes tradicionales. Actualmente, la investigación se enfoca en lograr una impermeabilización total, un paso clave para su futura adopción a gran escala.
La elección del hongo y las condiciones de crecimiento
La selección de la especie fúngica es otro de los pilares del proyecto. No todos los hongos resultan adecuados para este tipo de aplicaciones. Las pruebas realizadas indican que especies autóctonas como la seta de ostra, el hongo de miel, el boleto de zorro o el hongo gigante ofrecen resultados especialmente prometedores.
Una de sus principales ventajas es que pueden crecer a temperatura ambiente, sin necesidad de sistemas adicionales de calefacción o refrigeración, lo que reduce de forma considerable el consumo energético del proceso. Además, cada especie presenta comportamientos distintos: algunas se desarrollan con mayor rapidez, mientras que otras generan estructuras más densas y resistentes.
Entre ellas, la seta de ostra se destaca por su rápido crecimiento y su robustez estructural, características que la convierten en una candidata especialmente atractiva para aplicaciones industriales.















