Agro sostenible: lideraban el negocio de la miel, se reconvirtieron y producen alimentos sustentables

La historia de la empresa familiar Melar comenzó en 1924 cuando una pareja de inmigrantes ucranianos, que se dedicaba a la agricultura en su país natal, se radicó en Argentina y decidió incursionar en la apicultura con colmenas en Navarro y Azul, provincia de Buenos Aires.

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A pesar de ser una empresa familiar y pequeña, Melar siempre fue de asumir riesgos e incursionar en nuevos negocios y apostando mucho al marketing y a estar donde creían que debían estar, como ferias, las exposiciones de La Rural durante 20 años y otros eventos importantes.

Hasta 1976 fue una empresa dedicada a la miel, a la producción y a la venta a granel exclusivamente. Ese año comenzó a fraccionar a través de su marca, Aquel Viejo Cosaco, con envases simples, pero llamativos. Las primeras cajas eran hechas con cajones de banana básicos y austeros. Se vendían 18 unidades de medio kilo, pero empezaron a diversificarse y a tener cada vez más opciones de envases hasta que tuvieron más de 30, incluidos vasos, jarras, frascos, botellones, entre otros que empezaron a ser muy reconocidos y característicos.

También se diversificó y comercializaba con otras marcas, pero toda la miel salía del mismo lugar, producida por ellos, llegando a ser los líderes absolutos en el mercado de venta de miel fraccionada en todo el país.

Ya en 1986 se dio otro hito en la empresa. Melar comenzó a exportar miel a Bolivia y Brasil entre otros países; mientras que paralelamente incursionó en la importación de jalea real y polen adueñándose de un incipiente mercado local con mucha proyección.

Camino hacia la profesionalización

En esos años de crecimiento y expansión los hijos del matrimonio empezaron a tener cada vez más participación en la empresa y decidieron comprar dos camionetas para distribuir.

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El robo de uno de esos vehículos los obligó a pasar más tiempo en la oficina debido a que no tenían cómo moverse y llevar los productos a destino; lo cual fue positivo porque empezaron a dedicar más tiempo a temas estratégicos en lugar de operativos y, de esa manera, surgieron ideas nuevas para el crecimiento de la empresa.

Fue así que empezaron a ver como una posibilidad de negocio la importación de especias, ya que no estaban conformes siendo una empresa monoproducto. En 1988 llegó el primer cargamento de orégano desde Chile, una apuesta que rindió sus frutos y abrió las puertas para otros productos.

La década del ’90 fue de crecimiento e incorporación de nuevos productos hasta que en los 2000 entraron los nietos del matrimonio a trabajar en la compañía logrando su profesionalización.

Así, desde aquellos años en los cuales tenían un depósito de 300 m2 enfrente de su casa, en Villa Ballester, luego compraron un depósito de 2.000 m² en San Martín una cuadra de la Ruta 8, y actualmente poseen una moderna planta de 15.000 m² AAA y con certificación libre de gluten en Tortuguitas.

Según cuenta a iProfesional Jorge Scoufalos, gerente general, a lo largo de la historia de la compañía el principal obstáculo fue la falta de capital. “Empezaron con lo justo para comprar algunas colmenas y utilizar los terrenos en Navarro y Azul. Nada más, no hubo grandes inversiones porque no contaban con dinero para invertir”.

Sumado a ello, “la necesidad de tener un asesoramiento que no teníamos: todo fue muy intuitivo, por supuesto, pagando los costos del aprendizaje”.

Otro problema que tuvo la empresa fue que, al vender un solo producto, la miel era muy dependiente de la estacionalidad. “En invierno se vende mucho y en verano poco y nada, así que había que hacer durar lo obtenido durante el invierno para poder vivir durante todo el año”, explica.

Sobre el negocio en la actualidad, dice: “Hablar de números siempre es complicado porque las diferencias entre los diferentes tipos de cambio (somos principalmente importadores) es compleja, pero sí podemos mencionar que en los últimos cuatro años multiplicamos por 2,5 las toneladas que movemos, que actualmente son 8 millones de kilos”.

Esos números son consecuencia de los que ha caracterizado siempre a la empresa. “El principal pilar que forma parte de las ventajas competitivas de Melar se basa en la gente, porque en la medida que cada uno de sus 130 empleados esté comprometido y motivado, seguramente se podrá dar un mejor servicio a clientes y consumidores”, destaca Scoufalos.

A su vez, la calidad y la innovación son los otros dos pilares que contribuyen a que la empresa pueda hacer la diferencia. “Como ejemplos de calidad, podemos mencionar que contamos con laboratorio propio y nuestras certificaciones: HACCP, BPM, SENASA, Kosher, RSE, habilitación para productos sin TACC. También estamos en proceso de certificación de Empresa B, HALAL, vegano y orgánico”.

La clave de la empresa

Finalmente, sostiene que “otro aspecto importante que permitió que la empresa haya llegado hasta aquí y tenga muchas ganas de seguir creciendo tiene que ver con no tener temor al riesgo. A lo largo de nuestra historia hemos arriesgado, siempre pensando en crecer y en hacer las cosas cada día mejor”.

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En primer lugar, dice el ejecutivo, “para crecer seguimos invirtiendo en la gente que trabaja en Melar. La calidad humana es muy importante para garantizar la sustentabilidad del negocio. Además, el proceso de calidad es cada vez más exigente, dado que los productos que comercializamos provienen de la naturaleza y para que lleguen en óptimas condiciones a la mesa tienen que pasar por controles estrictos”.

También menciona que el desarrollo del canal industrial es foco y se han propuesto llegar a todas las empresas argentinas sin discriminar por tamaño. “Nuestra marca propia, El Cosaco, tiene como objetivo llegar en forma directa a la mesa de los consumidores por lo cual tienen una variedad de productos y un equipo de profesionales que colabora con este objetivo”, concluye.

Fuente: iProfesional