Encontraron cientos de bidones con residuos nucleares sumergidos en el océano
La expedición utilizó tecnología avanzada para localizar y analizar el impacto de los desechos radioactivos en el agua.
A más de 4.000 metros de profundidad, en las aguas del Atlántico frente a Galicia, aunque a unos 600 kilómetros mar adentro, un equipo científico francés localizó más de 2.000 bidones con desechos radiactivos en el lecho marino. Esta cifra representa solo una pequeña parte del problema: se estima que más de 200.000 barriles fueron arrojados en la zona por varios países europeos entre las décadas de 1940 y 1980, lo que convierte al área -de unos 10.000 kilómetros cuadrados- en uno de los mayores vertederos submarinos de residuos nucleares del planeta.
Según informó la Agencia EFE, la misión no solo busca localizar estos barriles, sino también estudiar su posible impacto en el agua y en la biodiversidad de la región.
Hallaron bidones con residuos nucleares sumergidos en el océano
La campaña de exploración, bautizada como Nodssum, está liderada por el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia y partió el pasado 15 de junio desde Brest a bordo del buque oceanográfico L’Atalante, rumbo al lugar donde los bidones permanecieron sumergidos durante décadas.
“Hasta ahora hemos cartografiado unos 120 kilómetros cuadrados, que es apenas una fracción de los 10.000 kilómetros totales, pero ya nos da información representativa. Hemos identificado 2.000 bidones”, explicó el geólogo marino Javier Escartín, uno de los responsables de la expedición.
Aunque la existencia de estos residuos es conocida por la comunidad científica y las autoridades marítimas, nunca antes se había realizado un mapeo tan preciso, utilizando tecnología de última generación para localizar los barriles y analizar su impacto ambiental en detalle.
Para la tarea, el equipo utiliza el robot submarino UlyX, equipado con sonar que permite detectar objetos en el fondo oceánico. Gracias a esta tecnología, lograron ubicar con claridad los bidones a más de 4.000 metros de profundidad, donde permanecen desde hace más de 40 años. Además, los investigadores recolectan muestras de sedimentos, agua y peces, que luego son analizadas en laboratorio para determinar el nivel de contaminación.
Por el momento, los primeros resultados son cautelosos. Según Escartín, no se detectaron niveles preocupantes de radioactividad: “A bordo no hemos registrado nada alarmante con los equipos de radioprotección, los niveles de radionucleidos son bajos”, señaló el científico.
Aún persiste la incertidumbre sobre el contenido exacto de los barriles localizados en el fondo del Atlántico. Según explicó Javier Escartín, no se trata de reactores ni de barras de uranio, sino, probablemente, de material vinculado a los primeros años del desarrollo de la energía nuclear civil. “Es probable que contengan residuos de laboratorio, oficinas y otros elementos relacionados con esa etapa”, detalló el investigador.
Escartín también señaló que este tipo de residuos, considerados de baja y media actividad, actualmente se almacenan en depósitos especializados en tierra firme. Sin embargo, durante décadas fueron arrojados al mar encapsulados en contenedores de cemento.
La misión francesa está liderada por Escartín y el físico Patrick Chardon, y cuenta con la participación de expertos del Instituto Francés de Investigación para la Explotación del Mar y de la Agencia Francesa de Seguridad Nuclear y Radioprotección. El propósito es esclarecer los detalles de una práctica que, aunque hoy resulta alarmante, fue legal y habitual en Europa hasta finales del siglo XX. Sin embargo, persisten importantes vacíos de información científica y falta de datos sistemáticos sobre los posibles riesgos para la salud humana y el medioambiente.
La magnitud de los vertidos y la ausencia histórica de controles exhaustivos generaron preocupación tanto social como institucional, especialmente en España. En 1982, por ejemplo, el buque Sirius de Greenpeace, junto a embarcaciones gallegas, intentó impedir la descarga de residuos radiactivos por parte de barcos holandeses. Una década más tarde, el Convenio OSPAR puso fin de forma definitiva a los vertidos de desechos nucleares en el Atlántico Nordeste.
Utilizaron tecnología avanzada para localizar los desechos radioactivos en el agua
Actualmente, la expedición francesa mantiene contacto constante con el comité de radioactividad del OSPAR y con la Comisión Europea para garantizar la transparencia y el seguimiento de los hallazgos, según informó la agencia EFE.
La cercanía del vertedero al litoral gallego encendió las alarmas a nivel institucional. Eurodiputados del BNG y del Partido Popular presentaron consultas formales ante Bruselas, mientras que la Xunta de Galicia ha solicitado explicaciones al Gobierno central.
El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), organismo encargado de la vigilancia radiológica en España, respondió que las mediciones realizadas hasta el momento no detectaron niveles significativos de radiactividad en las costas de Galicia ni en el Cantábrico. “Todos los resultados se encuentran muy por debajo de los límites establecidos por la normativa española y de la Unión Europea”, afirmó el CSN, que además aclaró que España no participó en los vertidos en la fosa atlántica y no tiene responsabilidad sobre su origen ni su estado actual.