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Syngenta, clave para el «modelo»: el perfil controvertido de la preferida de Alberto para acercarse al campo

La compañía, a través de su CEO, juega fuerte a favor del Gobierno desde los tiempos de la campaña. Las distintas polémicas en torno a su negocio.

En tiempos de sequía en términos de anuncios de inversión, la reciente decisión del gigante de los agrotóxicos y transgénicos Syngenta de formalizar un acuerdo con la china Sinograin Oils Corporation para exportar más de 1 millón de toneladas de soja desde Argentina fue recibida con algarabía por la mesa chica del Gobierno.

Una vez más, la compañía volvió a mostrar respaldo al rumbo político doméstico con promesas de inversión por 25 millones de dólares a desarrollar en dos años en Venado Tuerto, provincia de Santa Fe.

«Debemos ser capaces de pensar un mundo en conjunto y unir esfuerzos para construir la Argentina del futuro», enfatizó el mismo Alberto Fernández en su espacio en la red social Twitter. Minutos antes, había participado en persona de los anuncios de la compañía.

«Tenemos la oportunidad de hacer una Argentina no para algunos sino para todos, que no deje a nadie en la vereda sino que les dé un techo a todos. Así tenemos que pensar la Argentina del futuro, con desarrollo tecnológico y científico y donde el Estado tiene que estar presente, presuroso, ágil y eficiente», arengó durante el acto.

El respaldo a Syngenta por supuesto que no fue casual. La firma, a través de Antonio Aracre, su CEO, tendió lazos con el actual Gobierno ya en la etapa previa a la campaña electoral. Justamente Aracre ganó visibilidad mediática cuando en septiembre del año pasado propuso que las empresas alimentarias donen el 1 por ciento de sus respectivas producciones para achicar el hambre en las poblaciones vulnerables.

Por supuesto que en el planteo incluyó a Syngenta aunque la compañía lejos está de generar alimentos reales: su negocio local y global gira en torno a la producción de transgénicos para forrajes y la comercialización de plaguicidas para el agro.

En Argentina ese nicho le garantiza una facturación anual superior a los 750 millones de dólares. Pandemia y recesión económica parecen no hacerle mella a la caja de la empresa: el mismo CEO declaró recientemente que la firma concluirá 2020 con una suba en sus ventas del orden del 30 por ciento.

Controlada por la china ChemChina desde mayo de 2017, previo pago de 43.000 millones de dólares, la compañía juega fuerte en la colocación en el mercado de transgénicos de soja, maíz y algodón. También pesa fuerte en la venta de semillas de girasol.

De regreso con Aracre, también en septiembre de 2019 dio a conocer en la red LinkedIn su plan «El hambre nos avergüenza a los argentinos» que luego fue repasado por los equipos de Daniel Arroyo, hoy Ministro de Desarrollo Social.

Syngenta cerrará el año de pandemia con una facturación del orden de los 750 millones de dólares.

En la Mesa del Hambre

En octubre del año pasado Alberto Fernández presentó la propuesta «Argentina contra el Hambre», además de comprometerse en la creación del «Consejo Federal Argentina con el Hambre». En la previa a esos movimientos, también habló de Syngenta.

«Daniel (Arroyo) me llamó un día y me dijo me llamó el presidente de Syngenta y él está dispuesto a donar el 1 por ciento de su producción en esta campaña y lo agradezco de corazón, porque en esta campaña hacemos falta todos, no solamente los que hayan dedicado su vida a ayudar a los pobres», declaró el entonces candidato presidencial.

«Cuando vi lo de Syngenta le dije a Daniel: ‘metámosle y saquemos cuanto antes esta propuesta’, que no es una propuesta de campaña, es una propuesta para la Argentina que podemos empezar a materializarla hoy; no tiene que esperar ningún resultado electoral», añadió.

Ya en el Gobierno, Fernández no titubeó a la hora de incluir a Aracre en la hoy invisible Mesa del Hambre. Fuentes ligadas al agronegocio comentaron en más de una oportunidad a iProfesional que el CEO de Syngenta fue el gran motorizador esa propuesta. Usuario acérrimo de las redes sociales, Aracre se cuida de ser crítico del oficialismo en sus cuentas personales.

Y hasta se permite intercambios con quienes, desde la óptica de generar alimentos sin destruir el ambiente, cuestionan el modelo de manipulación genética de cultivos y comercialización de pesticidas que propone la compañía que el ejecutivo lidera en el plano doméstico.

La cercanía con Alberto Fernández, señalan quienes siguen los movimientos de la compañía, incluso le ha generado a Syngenta cierta reducción de la crítica por parte de algunos actores del ambientalismo que simpatizan con el Gobierno.

Los movimientos de la empresa sumaron gestos de aprobación cuando se la mencionó como una de las grandes interesadas en «rescatar» a Vicentin.

La empresa vende en Argentina productos prohibidos en su país de origen.
La empresa vende en Argentina productos prohibidos por su toxicidad en Suiza, país de origen de Syngenta.

Negocio escandaloso

Pero el negocio de la firma, por más aceptación que se quiera instalar, rebosa en controversia. Sobre todo en el ámbito de los agrotóxicos, el desempeño de Syngenta acumula cuestionamientos y escándalos a todo nivel.

Por citar un primer ejemplo, la empresa provee al campo argentino de atrazina y paraquat, dos agrotóxicos hoy prohibidos por su toxicidad mortífera en Suiza, sede fundacional de Syngenta en Europa.

Dicho de otra forma, Syngenta vende a nivel local productos vetados en su país de origen por el riesgo para la salud que estos generan. También comercializa en la Argentina el herbicida dicamba, utilizado como un refuerzo del glifosato para su aplicación sobre áreas sojeras de Córdoba, Santa Fe o Entre Ríos.

Diversas organizaciones ambientalistas vinculan al dicamba con el Agente Naranja que hizo estragos en la población de Vietnam durante la funesta guerra librada en ese país. Afirman que el herbicida también fue pulverizado para acabar con las plantaciones y los escondites del Vietcong.

En Argentina la compañía también se ocupa de comercializar el ya mencionado herbicida glifosato, que organismos vinculados a la Organización Mundial de la Salud (OMS) responsabilizan de acentuar la proliferación del cáncer en los países de agricultura transgénica. El plaguicida en cuestión acumula sentencias en contra multimillonarias por ese mismo rasgo contaminante en tribunales de los Estados Unidos.

Syngenta formalizó su arribó a la Argentina en 2008 previa adquisición de la semillera SPS. En 2011 quedó en el ojo de la tormenta cuando, tras un operativo del Ministerio de Trabajo de la Nación, se constató que la compañía mantenía en situación de esclavitud laboral a centenares de trabajadores rurales bonaerenses.

Fuera del país, la multinacional debió afrontar, en 2007, una multa de cientos de miles de dólares por haber realizado experimentos ilegales con soja transgénica en el Parque Nacional de Iguazú, Brasil. La práctica en cuestión, sujeta a penalidades en Brasil, también se encuentra terminantemente prohibida en Suiza, país de origen de Syngenta.

Estos y otros escándalos forman parte del perfil de una compañía que, habilidad de su CEO mediante, desde el inicio del actual gobierno supo arrimar una silla a la mesa chica donde se toman las decisiones. Y hoy, enarbolando anuncios de inversión, vuelve a mostrar respaldo a un proyecto ávido de regalías relacionadas con el campo.

Fecha de publicación: 09/12, 3:57 pm