Por qué la Tierra acumula cada vez más calor y la respuesta no es el cambio climático
Realizaron un estudio durante dos décadas y registraron un fenómeno atmosférico en el aumento de las temperaturas.
El aumento sostenido del desequilibrio energético de la Tierra abre nuevos interrogantes sobre los factores que impulsan el actual calentamiento global. Este indicador, que mide la diferencia entre la energía solar que el planeta absorbe y la que devuelve al espacio, se consolidó como una variable clave para entender la evolución del clima y la velocidad a la que el sistema climático acumula calor.

Durante años, una parte importante de la investigación científica se enfocó en el rol de los aerosoles -partículas en suspensión de origen natural y antropogénico- y su influencia sobre ese balance energético. En ese contexto, un estudio publicado en la revista Science Advances, realizado por investigadores de la Rosenstiel School of Marine, Atmospheric, and Earth Science de la Universidad de Miami, analizó dos décadas de observaciones satelitales y datos atmosféricos para evaluar el impacto real de los aerosoles en la tendencia reciente del desequilibrio energético global.
Los resultados aportan nueva evidencia sobre el alcance efectivo de estos compuestos en el calentamiento del planeta y cuestionan algunas interpretaciones previas sobre su peso relativo.
Cómo se mide y por qué importa el desequilibrio energético de la Tierra
Según el estudio, la Tierra registró un aumento constante del desequilibrio energético en los últimos veinte años. En términos simples, el planeta está absorbiendo más energía de la que libera al espacio, principalmente porque recibe más radiación solar, y no porque haya una disminución significativa en la cantidad de calor que emite.
Entre 2003 y 2023, los datos indican que la energía acumulada aumentó en torno a 0,51 vatios por metro cuadrado por década, una cifra que expresa la diferencia entre la energía entrante y la saliente del sistema terrestre.
Este fenómeno se explica, en gran medida, por una mayor absorción de radiación solar, mientras que la radiación térmica emitida hacia el espacio se mantuvo prácticamente estable durante el período analizado.

“El desequilibrio energético de la Tierra nos indica qué tan rápido se acumula el calor en el sistema climático. Muchos estudios previos sugerían que un aire más limpio podría explicar gran parte del aumento reciente, pero nuestros resultados muestran que los cambios en los aerosoles se compensan en gran medida entre los hemisferios norte y sur. Esto implica que debemos analizar con mayor detalle las variaciones en las nubes y la variabilidad climática natural para entender por qué el planeta continúa calentándose”, explicó Brian Soden, coautor del trabajo y profesor del Departamento de Ciencias Atmosféricas de la Escuela Rosenstiel, en un comunicado oficial.
Qué rol cumplen los aerosoles en el aumento del calor
El estudio detalla que los aerosoles sí influyen en el balance energético del planeta, ya que pueden alterar la cantidad de radiación solar reflejada y afectar la formación de nubes. En general, una mayor concentración de estas partículas favorece la reflexión de la luz solar hacia el espacio, reduciendo la energía retenida en el sistema climático. Sin embargo, el análisis concluye que, en los últimos años, su efecto neto sobre el incremento del desequilibrio energético global fue prácticamente nulo.
Esta conclusión se sustenta en dos tipos de mediciones complementarias: un índice de aerosoles obtenido a partir de observaciones satelitales, que evalúa la cantidad y el tamaño de las partículas en la atmósfera, y los niveles de sulfato estimados mediante modelos atmosféricos que integran datos observacionales y simulaciones.
Ambos enfoques arrojaron un patrón consistente: una disminución de aerosoles en el hemisferio norte y un aumento en el hemisferio sur. Este comportamiento opuesto explica por qué el impacto global de los aerosoles sobre la tendencia energética reciente resultó limitado, aun cuando en el hemisferio norte la reducción de partículas contaminantes estuvo asociada a políticas de mejora de la calidad del aire en regiones industrializadas.
En ese contexto, distintos eventos naturales contribuyeron a liberar grandes volúmenes de aerosoles a la atmósfera del hemisferio sur, compensando el efecto global. Entre ellos se destacan los incendios forestales ocurridos en Australia entre 2019 y 2020, así como la erupción del volcán Hunga Tonga–Hunga Ha’apai en 2022.
El artículo advierte que los resultados de algunos modelos climáticos, que tienden a asignar un mayor peso a la reducción de aerosoles en el hemisferio norte, podrían estar sobreestimando su impacto al no contemplar de manera adecuada el incremento de aerosoles de origen natural en el hemisferio sur. Esta conclusión se apoya en un enfoque metodológico robusto: el estudio empleó dos mediciones independientes de aerosoles -un índice satelital y estimaciones de concentración de sulfato en la atmósfera- y ambos métodos arrojaron resultados consistentes.
A partir de esta evidencia, los autores subrayan que la comprensión de esta “compensación hemisférica” permite redirigir la atención hacia los verdaderos impulsores del calentamiento global: los cambios en el comportamiento de las nubes y la variabilidad climática natural. En el artículo sostienen que la evidencia acumulada “indica que tanto las interacciones aerosol-radiación como aerosol-nube han tenido una contribución insignificante a las tendencias del desequilibrio energético de la Tierra”.
“Comprender este ‘acto de equilibrio’ entre hemisferios ayuda a la sociedad a enfocarse en las fuerzas reales detrás del calentamiento global -los cambios en el comportamiento de las nubes asociados al calentamiento de la superficie y la variabilidad climática natural-, en lugar de atribuir erróneamente el calentamiento reciente a un aire más limpio”, señaló Chanyoung Park, autor principal del estudio y doctorando del Departamento de Ciencias Atmosféricas de la Escuela Rosenstiel.
En la misma línea, Park agregó que, si bien la reducción de aerosoles en el hemisferio norte puede generar ciertos efectos de calentamiento a escala regional, estos no se traducen en un impacto significativo a nivel global. Según los autores, esta mayor claridad científica resulta clave para mejorar la planificación climática, fortalecer la comunicación pública y orientar decisiones de política basadas en evidencia.















