El océano nunca deja de sorprender. Si ya asombraron las islas energéticas, lo que viene ahora parece sacado de una historia de ciencia ficción: gigantescas esferas de hormigón de nueve metros están emergiendo como una prometedora solución energética con gran potencial de impacto.
Ante el creciente nivel de contaminación en el planeta, la necesidad de adoptar fuentes de energía limpia y sostenible se vuelve cada vez más urgente. Como sociedad, se está en la búsqueda constante de alternativas que reduzcan el impacto ambiental sin comprometer necesidades energéticas.
No obstante, este camino no fue sencillo. Aunque ya existen varias formas de energía renovable, muchas de ellas están diseñadas para funcionar a pequeña escala, por ejemplo, abasteciendo el consumo de una vivienda. Escalar estos sistemas para cubrir una demanda mayor implica desafíos complejos, como altos costos y la necesidad de grandes extensiones de terreno.
Es por eso que numerosos investigadores están explorando nuevas posibilidades en el océano como fuente de energía. Y aunque lo primero que viene a la mente suele ser la energía hidráulica, lo cierto es que hay opciones mucho más innovadoras.
Un experimento reciente en Alemania reveló una alternativa fascinante: estructuras submarinas capaces de almacenar y generar energía de manera eficiente, marcando un nuevo rumbo en la investigación de energías marinas.
El proyecto StEnSea, impulsado por el Instituto Fraunhofer de Economía Energética y Sistemas Energéticos, propone una innovadora forma de almacenamiento de energía utilizando enormes esferas de hormigón instaladas en el fondo marino.
Estas estructuras, de 9 metros de diámetro, funcionan como baterías submarinas: almacenan energía en forma de aire comprimido. Cuando hay un excedente de energía renovable, este se utiliza para comprimir aire dentro de las esferas. Gracias a un sistema de válvulas y tuberías, el flujo de aire se gestiona entre el fondo marino y la superficie.
Cuando la demanda energética aumenta, el aire comprimido es liberado, impulsando una turbina conectada a un generador que transforma esa energía en electricidad. Esta se inyecta directamente en la red eléctrica, ofreciendo una alternativa limpia y eficiente para equilibrar la producción y el consumo.
Una de las grandes ventajas del sistema es su adaptabilidad: puede instalarse fácilmente en costas con pendientes suaves. Además, su eficiencia es notable, alcanzando entre un 75% y un 80%, con un coste de almacenamiento estimado en tan solo 0,046 euros por kWh.
La durabilidad también es un punto fuerte. Las esferas están diseñadas para funcionar durante 50 a 60 años, superando ampliamente la vida útil de tecnologías como paneles solares o turbinas eólicas. Los únicos reemplazos necesarios son los componentes mecánicos, como válvulas y generadores, cada dos décadas.
Este sistema está superando las expectativas, al combinar eficiencia, bajo costo, facilidad de instalación y un uso mínimo de espacio, todo con un enfoque sostenible. Representa una solución prometedora a uno de los grandes retos de las energías renovables: cómo almacenar la energía generada.
Como señala Bernhard Ernst, del Instituto Fraunhofer IEE: “Con la transición energética global, las necesidades de almacenamiento aumentarán enormemente en los próximos años. Hemos desarrollado una tecnología rentable, especialmente adecuada para el almacenamiento a corto y mediano plazo”.