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Estamos cada vez más cerca de los vehículos autónomos: ¿estamos en peligro?

Hace tan solo unos días, un vehículo autónomo de alta gama que circulaba por la calle sin conductor (en modo “piloto automático”) en Texas, Estados Unidos, fue protagonista de un choque que culminó en el incendio del vehículo y en la trágica muerte de dos pasajeros. Ante esta situación, se volvieron a poner sobre la mesa los dilemas que estos vehículos traen aparejados, sobre todo en materia de seguridad.

Es innegable la contribución que los desarrollos tecnológicos han realizado a la mejora de la seguridad no solo de los conductores de estos vehículos sino también de los transeúntes.

Sin embargo, tal como advierten los fabricantes, estos avances no son suficientes para asegurar la ausencia total de riesgos y señalan la necesidad de que el conductor supervise estos sistemas en todo momento.

 

Además, las situaciones problemáticas que pueda ocasionar el manejo con “piloto automático” implican dilemas legales.

Por ejemplo, si un vehículo produce un accidente donde estén involucrados no solo los pasajeros sino también peatones, es difícil determinar quién es el culpable. ¿A quién demandar? ¿Al fabricante del vehículo? ¿Al desarrollador del software? ¿Al entorno con falta de señalización? ¿Al propietario del vehículo? ¿Al peatón?

A la vez, no hay que dejar de lado los dilemas éticos que se presentan al respecto. El vehículo, en una situación en la que tanto un peatón como el pasajero están en riesgo, se ve en la obligación de definir “a quién salvar”. ¿Corresponde dejar esta decisión a un algoritmo que aplica probabilidades y que no tiene en cuenta el factor humano?

Más allá de estos aspectos, hay avances importantes en cuanto a seguridad. Si bien los vehículos autónomos se están desarrollando a gran velocidad, un dato no muy conocido es que estas tecnologías hoy ya se aplican a los vehículos convencionales, permitiendo elevar su nivel de seguridad, disminuyendo los accidentes y sus consecuencias.

Los vehículos que hoy se fabrican para nuestro mercado poseen por ley sistemas activos y pasivos de seguridad como el sistema de frenos con ABS (Anti-lock Braking System), que permite una conducción más segura sobre todo en piso mojado. Otros sistemas relevantes también son el sistema de control de tracción (ASR) o los airbags.

Un dato no menor es que, según un informe del Centro de Experimentación de Seguridad Vial (CESVI), el 89,5 % de los accidentes en nuestro país se producen por alguna actitud negligente, una distracción o la propia impericia humana. Los vehículos autónomos minimizarán el margen de error humano, contribuyendo a incrementar la seguridad vial.

 

Pero el buen funcionamiento de estos vehículos depende de otros factores exógenos, como el ambiente y la infraestructura que los rodea. Además, debemos tener en cuenta que estos autos comparten las rutas y calles con autos tradicionales, por los que una de sus mayores ventajas -que es la de poder comunicarse con otros vehículos para poder predecir una situación crítica- se ve drásticamente disminuida.

Si bien las tecnologías avanzan rápidamente, pasará un tiempo relativamente grande hasta que podamos confiar nuestra seguridad, y la de los demás, a los vehículos autónomos. Lo que sí puede asegurarse es que esta tecnología brindará cada día más herramientas de ayuda a la conducción y seguirá contribuyendo a disminuir dramáticamente los accidentes y sus consecuencias.

*El Ing Daniel Zambrano, es director de las carreras de Ingeniería Electrónica y Electromecánica de UADE

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Fecha de publicación: 28/04, 8:33 am