Autorizan a una estación de esquí a fabricar nieve con aguas residuales tratadas
Big Sky Resort utilizará efluentes depurados en sus cañones de nieve para reducir el uso de agua potable y proteger los acuíferos ante la sequía.
Big Sky Resort, uno de los centros de esquí más emblemáticos de Montana, se prepara para inaugurar una nueva etapa en la gestión sustentable del turismo invernal. El complejo recibió la aprobación oficial del Departamento de Calidad Ambiental del estado (DEQ) para producir nieve artificial utilizando aguas residuales tratadas, convirtiéndose así en una de las primeras estaciones de esquí de Norteamérica en aplicar esta innovadora técnica de reutilización avanzada.
La decisión llega en un contexto en el que el cambio climático y las sequías recurrentes ejercen una creciente presión sobre los recursos hídricos en las zonas de montaña. Con inviernos cada vez más impredecibles y temporadas de nieve más cortas, la fabricación de nieve se volvió esencial para garantizar la viabilidad económica de las estaciones. Sin embargo, este proceso suele implicar un alto consumo de agua dulce.
En respuesta a ese desafío, Big Sky Resort desarrolló un sistema que aprovecha aguas regeneradas procedentes del alcantarillado municipal, sometidas a un tratamiento que incluye ultrafiltración, desinfección con luz ultravioleta y oxidación avanzada. De este modo, el complejo asegura que el líquido utilizado cumpla con los más estrictos estándares de calidad antes de ser transformado en nieve.
“La calidad del agua resultante cumple con todos los parámetros exigidos, y en muchos casos es incluso superior a la de los ríos que tradicionalmente se han usado para estos fines”, explicó un portavoz del resort. Desde el punto de vista técnico, los sistemas de innivación -los cañones de nieve artificial- no distinguen el origen del agua, siempre que esta cumpla con los niveles de pureza requeridos por las autoridades ambientales.
De acuerdo con el plan aprobado, Big Sky podrá reciclar entre 87 y 167 millones de litros de agua al año, cantidad suficiente para cubrir una parte importante de su producción de nieve sin necesidad de recurrir a ríos, lagos o acuíferos. Los responsables del proyecto destacan que la medida no solo contribuye a preservar los caudales naturales, sino que además reduce la competencia por el agua potable entre actividades turísticas, agrícolas y residenciales.
No obstante, la iniciativa no está exenta de controversias. Varias organizaciones ambientalistas y comunidades indígenas expresaron inquietud por el posible impacto de los microcontaminantes persistentes presentes en las aguas tratadas, así como por la aceptación social que podría tener la práctica entre los visitantes. Por su parte, grupos conservacionistas y expertos en sostenibilidad celebraron la aprobación del proyecto, destacando su potencial para impulsar un modelo de economía circular en un sector altamente dependiente del clima.
La experiencia de Big Sky no será un caso aislado. Otros complejos, como Arizona Snowbowl y Yellowstone Club, ya iniciaron ensayos similares, mientras que Australia y varios países europeos evalúan proyectos piloto con el mismo enfoque. Para muchos analistas, esta tendencia podría transformar el futuro de la industria del esquí, marcando un punto de inflexión entre las prácticas tradicionales y las nuevas estrategias de adaptación ambiental frente al calentamiento global.