Cada año se generan 400 millones de toneladas de plástico en el mundo, y menos del 10 % se recicla. En Argentina, el consumo asciende a casi 2 millones de toneladas anuales, de las cuales solo el 15 % vuelve al circuito productivo.
Frente a este panorama, una alianza entre el sector científico y el industrial busca revertir esta tendencia. A fines de 2024, la Planta Piloto de Ingeniería Química (PLAPIQUI, CONICET–UNS) y la Fundación Banco de Plásticos firmaron un convenio para fomentar la valorización del plástico reciclado.
¿El objetivo? Impulsar soluciones tecnológicas y replicables que permitan reincorporar residuos plásticos a procesos productivos, bajo principios de economía circular.
“Trabajamos desde hace más de 20 años en sostenibilidad de plásticos. Esta alianza representa una sinergia altamente productiva entre la ciencia, la industria y la sociedad”, explica Silvia Barbosa, vicedirectora de PLAPIQUI. Según detalló, la colaboración permitirá escalar tecnologías, aumentar la proporción de residuos valorizados y desarrollar soluciones adaptadas al contexto local.
Más herramientas para reciclar plásticos
La Fundación Banco de Plásticos, por su parte, impulsa herramientas como los Bonos de Plástico, que permiten a empresas compensar su huella ambiental financiando el reciclado a través de cooperativas y gestores. “Esta sinergia busca transferir conocimiento científico al sector productivo, mejorar las tasas de reciclado y generar soluciones técnicas que reduzcan el impacto del plástico en océanos y suelos”, afirma su presidente, Carlos María Briones.
Desde PLAPIQUI destacan que el trabajo conjunto ya comenzó a dar frutos. En 2025 organizaron un webinar junto al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que reunió a más de 200 personas de América Latina. Allí se debatieron desafíos del reciclado de plásticos complejos, y se presentaron tecnologías desarrolladas por el equipo científico.
El plan conjunto incluye capacitaciones para recicladores, encuentros con empresas generadoras de residuos y actividades de sensibilización. A mediano plazo, el objetivo es que estas tecnologías se transfieran a la industria local y se traduzcan en mejoras aplicables.
“La ciencia puede ofrecer soluciones reales a los problemas ambientales, pero necesita trabajar junto a quienes implementan esos cambios en la práctica”, afirma Francis van Lierde, cofundador de la Fundación.
Además del desarrollo tecnológico, ambas instituciones impulsan campañas para visibilizar buenas prácticas, promover políticas públicas y formar redes de colaboración en toda la cadena de valor. El foco está puesto en construir un modelo de gestión del plástico más eficiente, responsable y sostenible.